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Ivett Peña Azcona, egresada de ECOSUR, fue seleccionada como Consejera del Consejo Nacional de Áreas Protegidas

Ivett Peña Azcona, graduada de la maestría en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo  Rural y del doctorado de en Ciencia en Ecología y Desarrollo Sustentable de ECOSUR en la Unidad San Cristóbal, tomó protesta el 11 de septiembre pasado como Consejera del Consejo Nacional de Áreas Protegidas, después de un proceso de evaluación riguroso y la selección por parte del Consejo vigente, fue seleccionada entre 12 nuevos integrantes, de un grupo mayor a 100 personas postulantes de todo el territorio nacional

Su tesis de maestría fue dirigida por la doctora Erin Estrada Lugo y su tesis Doctoral por el doctor Luis García Barrios. Ha dedicado sus trabajos a aportar a las Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación (ADVC) en México.

La egresada de ECOSUR es una mujer indígena zapoteca y afrodescendiente originaria del Istmo de Tehuantepec Oaxaca con una amplia experiencia en analizar, aportar, estudiar y documentar la estrategia de conservación voluntaria en México desde hace 16 años.

Además de sus investigaciones, ha participado en paneles nacionales e internacionales, asistió al encuentro nacional de las Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación ( ADVC) en Oaxaca, al análisis en la Cámara de Diputados y Senadores, y ha participado en el diseño de una herramienta de evaluación voluntaria de efectividad para esta estrategia de conservación en colaboración con Cecilia Elizondo y Alejandro Ortega Argueta, investigadores de ECOSUR.

Actualmente, es integrante del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII) y realiza una estancia posdoctoral en incidencia por el CONAHCYT, asignada a la Universidad Autónoma de Baja California Sur, colaborando en el Nodo La Paz, dentro del Proyecto Nacional de “Agrosilviculturas Agroecológicas urbanas y periurbanas de México para nuestras soberanías alimentarias”, colaborando directamente con Micheline Cariño Olvera, una de las pioneras de la historia ambiental en México. En este proyecto, en el que además ECOSUR forma parte, nuestra graduada se integra a un grupo multidisciplinario formado por organizaciones de la sociedad civil, centros académicos y productores urbanos de 8 ciudades del país, que es dirigido por Ana Isabel Moreno Calles de la UNAM ENES-Morelia.

Proponen crear la “Red Mexicana de Genética para la Conservación”

Nota elaborada por Anahí Canedo Téxon y Gabriela Castellanos Morales

En el marco del IX Congreso Mexicano de Ecología personal de investigación de ECOSUR de la UNAM realizaron el primer simposio sobre Retos y prioridades para la conservación de la diversidad genética de especies de plantas y animales silvestres de México, el pasado 8 de octubre, en San Cristóbal de Las Casas.

Este evento tuvo como objetivos reunir a personas expertas en genética de la conservación para tener una visión histórica del desarrollo de la genética de poblaciones en México; revisar los temas de mayor interés en distintos grupos taxonómicos; y definir el estado del arte respecto a la inclusión del enfoque genético-evolutivo en la política pública de manejo de los recursos naturales y una visión de las necesidades del tema desde el punto de vista de los manejadores y biólogos de la conservación.

Participaron Luis E. Eguiarte (Instituto de Ecología, UNAM) con la plática Visión histórica de la genética para la conservación en México; Eugenia Zarza (ECOSUR) con el tema Avances en el monitoreo de la diversidad genética a partir de técnicas moleculares; Javier Francisco García de León (CIBNOR) con la exposición Monitoreando la diversidad de especies y genética en las Áreas Naturales Protegidas; Ana Wegier (Jardín Botánico, Instituto de Biología, UNAM), V. Álvarez-Gómez, J. de la Fuente, J. Pérez López, A. Mastretta-Yanez abordaron el tema de Estrategias de monitoreo para salvaguardar los procesos de diversificación: desde impactos de la biotecnología agrícola hasta el marco mundial de biodiversidad Kunming-Montreal; y Maria Odetta Cervantes Bieletto (directora de la Reserva de la Biósfera Selva El Ocote, CONANP)  con el tema Visión y necesidades sobre conservación de la diversidad genética desde el punto de vista de manejadores y biólogos de la conservación.

Uno de los temas que se resaltó durante la discusión fue la necesidad de escucharnos entre sectores y de generar redes de colaboración entre academia, manejadores, biólogos de la conservación y tomadores de decisiones para que se implementen adecuadamente las medidas propuestas desde la genética para la conservación y se logren cambios en la política pública. La mesa Se cerró con la propuesta de generar una “Red Mexicana de Genética para la Conservación”, para lo cual se invitó a participar a las y los asistentes al simposio que deseen integrarse. Si te interesa incorporarte a la lista escribe a anahi.canedo@ecosur.mx.

El simposio fue organizado y moderado por Gabriela Castellanos Morales, Anahí Canedo Téxon y Lorena Ruíz Montoya por parte de ECOSUR y por Alejandra Moreno Letelier del  Jardín Botánico del Instituto de Biología, UNAM.

Mesa de discusión integrada por: Odetta Cervantes Bieletto, Eugenia Zarza Franco, Ana Wegier Briuolo y Francisco Javier García de León; moderada por Lorena Ruiz Montoya, Gabriela Castellanos, Alejandra Moreno y Anahí Canedo (Fotografía: Laura Elena Vázquez Maldonado).  

Novedades editoriales ECOSUR en su 30 aniversario

Con información de Carla Cecilia Quiroga Carapia

El 19 de octubre El Colegio de la Frontera Sur cumplió 30 años. En palabras de su director general, Antonio Saldívar https://www.youtube.com/watch?v=OpnzpMQNnns, “es una gran oportunidad de abrir un espacio de reflexión sobre lo que ha sido esta importante trayectoria en esta región del país y poder también mirar hacia el futuro y plantearnos cuáles son los nuevos retos y las perspectivas que implica este nuevo contexto en que nos encontramos, de muchos problemas, pero también de muchos aportes que se han venido construyendo”.

Desde Fomento Editorial y Difusión de la Ciencia, nos sumamos a las celebraciones y atendemos a la invitación de apreciar y difundir los aportes del Colegio a través de dos novedades editoriales, de este segundo semestre del año, relacionadas con el quehacer de la institución: Investigación colaborativa desde la diversidad. Entretejiendo experiencias y reflexiones en la frontera sur de México e Investigación con incidencia. Aprendizajes desde el sureste de México.

Investigación colaborativa desde la diversidad. Entretejiendo experiencias y reflexiones en la frontera sur de México es un libro de Loni Hensler, Carlos Noé A. Hernández-Hernández, Dolores Molina-Rosales, M. Azahara Mesa-Jurado y Juliana Merçon (ECOSUR, 2024). La obra ofrece el resultado de un proceso de aprendizajes y diálogos detonados a partir de la sistematización de once experiencias de investigación interdisciplinaria, transdisciplinaria e investigación-acción participativa que tienen o han tenido lugar en la frontera sur de México. Es un tejido de reflexiones críticas y autocríticas que invitan a repensar la investigación colaborativa desde la mirada del Sur global y soñar otra academia posible, capaz de contribuir a la construcción de un mundo más justo, sustentable e inclusivo.

Investigación con incidencia. Aprendizajes desde el sureste de México de Trinidad Cristina Guerrero Jiménez, Benigno Gómez y Gómez, Manuel Roberto Parra Vázquez, Obeimar Balente Herrera Hernández, Rolando Tinoco Ojanguren (coordinación) (ECOSUR, 2024) nos presenta distintos casos de investigación en colaboración con campesinos, comunidades indígenas, colectivos de mujeres, la comunidad LGBTIQ+, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, y productores, en una vertiente que pone en juego procesos disciplinarios, multi e interdisciplinarios, pero sobre todo transdisciplinarios. Las experiencias y aprendizajes que expone son ejemplo de una ciencia con incidencia que se impulsa desde la política pública.

Ambos títulos se encuentran en https://www.ecosur.mx/libros/

“Estamos consternados e indignados por el asesinato del sacerdote Marcelo Pérez”: Carla Zamora

Carla Beatriz Zamora Lomelí Investigadora del ECOSUR habló sobre la escalada de violencia en Chiapas. Señaló que están consternados e indignados por el asesinato del padre Marcelo Pérez, quien dijo, era una persona comprometida con los derechos humanos. No obstante, recalcó que Rutilio Escandón, gobernador de la entidad ha sido omiso en la cuestión de violencia que se vive. Puntualizó que desde 2018 iniciaron las amenazas y asesinatos en la región.

Escucha la entrevista completa aquí: https://enfoquenoticias.com.mx/estamos-consternados-e-indignados-por-el-asesinato-del-sacerdote-marcelo-perez-zamora/

El maíz en el sureste de México: un viajero que llegó para quedarse

*Ramón Mariaca Méndez Investigador Titular de El Colegio de la Frontera Sur rmariaca@ecosur.mx

*Alba González Jácome Profesora Visitante del Departamento de Agroecología de la Universidad Autónoma Chapingo e Investigadora Emérita del S.N.I. gonzalez.jacome@yahoo.com

Se ha dicho que México es la cuna del maíz, cuando la realidad es que el maíz es la cuna de México.

El maíz ha sido y es fundamental entre los pueblos mayas del sureste de México donde le llaman “Ixim” y lo cultivan en milpas junto con muchas otras especies asociadas e intercaladas –pueden ser hasta 35 y más- que también reciben un nombre específico en cada legua.

La adopción total del maíz por los pueblos del sureste se puede ver en la iconografía olmeca desde tiempos muy tempranos. Ahí aparece la figura del grano de maíz en forma de cabeza con rostro de donde emerge una planta incipiente asociándose esto con el surgimiento del dios, dueño o señor del maíz. Esta planta ha sido y es fundamental entre los pueblos mayas del sureste de México donde le llaman “Ixim” y lo cultivan en milpas junto con muchas otras especies asociadas e intercaladas –pueden ser hasta 35 y más- que también reciben un nombre específico en cada legua (por ejemplo; Ko’ol o ich ko’ol entre los mayas peninsulares; Choj, Cho o Chob entre los chontales de Tabasco; Ch’olel entre los ch’oles de Tabasco y Chiapas; Ko’or entre los lacandones Kaltik o k’altike entre los tseltales; Chomtib Chobtik entre los tsotsiles; ‘alaj entre los tojolabales y Kjo’n entre los mames). Para los zoques es conocido como Mojkama, kama o Mok.

No se sabe con precisión a qué se debe esta deificación del maíz, sin embargo, el que germine y produzca en diferentes condiciones ambientales, y el que permita una inmensidad de formas de consumo, serían una importante razón. Otra es algo que mencionan algunos campesinos indígenas actuales cuando se les pregunta estando en sus milpas: “mira cómo esta planta tan hermosa con sus hojas extendidas parece una madre dispuesta a abrazar a sus hijos”.

Esto último pareciera justificar por sí mismo el que antes y después del ciclo agrícola existan más de diez momentos rituales asociados al maíz. Desde la abstinencia sexual días antes de la siembra o el pedir permiso a las mazorcas para desgranarlas un día antes de las seis de la tarde (porque el maíz “duerme después”) entre algunos pueblos de Chiapas, hasta recibir con rezos e incienso al señor maíz “en su casa”, granero o na’il ixim en la cosecha y poner abajo, en el altar a mazorcas identificadas como la mamá del maíz (Me´ixim) y su papá (Tot ixim) para que lo acompañen, junto con otras que pueden ser los “guardianes del maíz” (mayol ixim) e incluso el “corazón del maíz” (yolton ixim) entre los tsotsiles y tseltales. Esto sucede, debido a que entre estos pueblos, para los milperos más tradicionalistas, el maíz es considerado como equivalente a Jesucristo y como tal se le trata con mucho cuidado y respeto.

Otras ceremonias que no deben faltar es la petición de lluvias el 3 de mayo en Chiapas y Tabasco o durante el cha’ chaac en la Península de Yucatán durante el período canicular. También está el hanli ko’ol maya para agradecer a los dioses (Yum kaax o dueño de los montes y las milpas entre otros) por la cosecha. Finalmente está el convido de lo mejor Chomtib Chobtik entre los tsotDiversidad de maíces. Enrique Pérez S. de la cosecha anual a nuestros ancestros en el altar de muertos en la fecha de “todos santos” o el consumo obligado de tamales durante el día de la Candelaria. Además, en parte de la geografía mayense del sureste, al morir una persona se le pondrán en el féretro granos de maíz (p.e. entre los lacandones) o tortillitas rituales (entre tseltales, tsotsiles, tojolabales y ch’oles).

Finalmente, cabe decir que dada su increíble plasticidad genética, las razas de maíz que llegaron para quedarse en nuestro territorio son muchas, siendo las más sobresalientes: Nal-tel (seguramente la primera en llegar), Tuxpeño, Olotón, Comiteco, Olotillo, Tepecintle, Vandeño, Zapalote Grande, Zapalote Chico y Tehua. Como resultado de ellas y de sus cruzas, existen cientos de variedades locales cultivadas por las familias mayas a veces durante muchas generaciones, sin perder su semilla, y que a la fecha no han sido del todo identificadas y clasificadas más que por su nombre común. Esto, como ya se dijo, se encuentra asociado a cientos de platillos diferentes e incluso muchas formas de tortillas y tamales.

Tan solo entre estos últimos es de llamar la atención que en Tabasco podamos encontrar más de 11, (entre los que destacan: el de cabeza de puerco, de chipilín, de masa colada con carne de pavo, de pejelagarto, los chanchamitos, las maneas, los de carne deshebrada, los mones o tamales de pescado, los de chaya, los de frijol con chicharrón y los de masa colada con caminito o con presa de pollo o puerco), en Chiapas son más de 17 (destacan: los de cambray, de chipilín, de chipilín con camarones, de toro pinto, de santa maría, los untado, de ajonjolí, los nolochis, de elote o pictés, de azafrán, de bola, de mole, el pitubil, y el chenekwah’). En la Península de Yucatán podemos disfrutar al menos: los colados, los vaporcitos o tamales torteados, el brazo de reina, de maculán u hoja santa, el de chaya, el polkán, el de xpelón, el chachacuah o tamal enterrado y los famosos “pibipollo”, pib o mucbi-pollo.

Dicho lo anterior, adorado maíz, padre de nuestra cultura maya milenaria, bienvenido al sureste de México, porque llegaste para quedarte.

ARTÍCULO PUBLICADO EN: La Jornada del campo 19/10/24, Pag. 24

¿Por qué las variedades tradicionales de maíz son tan importantes para México?

*Hugo Perales, Grupo de Agroecología El Colegio de la Frontera Sur, San Cristóbal, Chiapas hugo.perales.rivera@gmail.com

Poco más que el 20% de la siembra de maíz en México se hace bajo riego en tierras planas, en estos ambientes las semillas comerciales sí son las más comunes, como también en las tierras relativamente planas y con lluvia abundante en la temporada de crecimiento de maíz. Sin embargo, más del 80% de las siembras de temporal se tienen que hacer en ambientes con lluvia limitada o variable, o en tierras con mucha pedregosidad o pendiente y erosionadas.

Desde hace más de 30 años en México se siembran entre 7 y 8 millones de hectáreas con maíz, en el año 2024 más de la mitad de esta tierra se cultiva con semillas de variedades tradicionales. ¿Son los agricultores mexicanos tan tradicionales que no conocen o se niegan a usar las semillas “mejoradas”?

Hay varias formas para clasificar las semillas que se usan en la agricultura. Una clasificación importante distingue entre las semillas que se producen por empresas comerciales (o instituciones) y las que producen los agricultores. Estos dos sistemas de producción de semilla, llamados formal e informal, no están realmente separados, aunque sus relaciones de intercambio de semillas son predominantemente al interior de cada uno.

Desde hace más de 7 décadas hay instituciones agrícolas y empresas comerciales desarrollando y produciendo variedades de maíz, por medio de métodos científicos y técnicos, para las condiciones de México. Las semillas que se producen por estos métodos se conocen como “mejoradas” o comerciales, o híbridos en el caso del maíz, y son importantes en algunas regiones del país.

En contraste, muchas variedades de maíz, y de otros cultivos, han sido desarrolladas y son mantenidas por los agricultores, con nula intervención técnica o institucional. Estas semillas se conocen como variedades tradicionales, o nativas, y México tiene aún muchas, en particular para los cultivos que se originaron en el país, como lo son el maíz, frijol, chile, calabaza, tomate, jícama y otros.

Aunque no tenemos medidas directas de cuántas variedades tradicionales de maíz se siembran ni en cuánta superficie, sabemos que poco menos de 30% de la superficie se siembra con semillas híbridas. Algo de esta semilla se usa más de un año y un poco también se mezcla con variedades tradicionales, estas cantidades no las conocemos, pero difícilmente representan más de 10%. El hecho es que 70% de la superficie que se siembra en México se hace con semilla que producen los agricultores, y seguMaíz bolita, Ixtenco. Marisol Reyna ramente más de la mitad de esta es de variedades tradicionales.

¿Siete décadas y sólo un 30% de la siembra de maíz con semilla comercial? ¿Cómo es posible que la semilla de variedades tradicionales siga siendo tan importante? Este es un problema que no está totalmente resuelto, pero sí conocemos varios aspectos que nos sugieren que no hay algo incoherente en las decisiones de los agricultores. Al contrario, es posible proponer que las decisiones son racionales si se describen desde la perspectiva de los agricultores.

Además, hay un conjunto de ideas que se suponen verdaderas pero que son demasiado simplistas a este respecto. Por ejemplo, el discurso convencional supone que las variedades “mejoradas” son superiores a las tradicionales en rendimientos y otras características. Si bien esto es cierto para algunos ambientes de México, actualmente no es un hecho en todos, ni para todas las características. Poco más que el 20% de la siembra de maíz en México se hace bajo riego en tierras planas, en estos ambientes las semillas comerciales sí son las más comunes, como también en las tierras relativamente planas y con lluvia abundante en la temporada de crecimiento de maíz. Sin embargo, más del 80% de las siembras de temporal se tienen que hacer en ambientes con lluvia limitada o variable, o en tierras con mucha pedregosidad o pendiente y erosionadas. Bajo este tipo de condiciones las semillas comerciales rara vez tienen ventajas sobre las tradicionales, en estos ambientes las variedades nativas son iguales o mejores que las semillas comerciales disponibles.

Además, no todas las características de las semillas comerciales son sobresalientes. Por ejemplo, para familias que consumen su producción las variedades comerciales se pican mucho más por daño de insectos cuando son almacenadas en los hogares. Es muy común que el totomoxtle (o joloche) de los híbridos no cubre bien la mazorca y presentan fácil entrada de los insectos. Aunque las variedades híbridas se pueden usar para tortillas y otras preparaciones, no han sido diseñadas para su calidad en platillos importantes de la cocina mexicana, incluyendo tortillas.

Hay otras razones por las que las semillas comerciales no son dominantes. Tal vez la más importante es que para muchos agricultores y sus familias el maíz es una activi19 lucionando. Se ha debatido si las variedades tradicionales deben mantenerse bajo las mismas condiciones de manejo en que fueron creadas y, relativamente, idénticas a como se conocieron. Sin entrar en los detalles del debate, un aspecto ineludible es que las condiciones ambientales y sociales no son estáticas y si las variedades tradicionales pueden seguir siendo viables como semillas requieren adaptarse a los cambios. dad económica para la seguridad alimentaria de los hogares, y no una actividad netamente comercial, aunque se venda una parte de la producción. Más del 80% de unos 2.7 millones de hogares que producen maíz no están enfocados en el objetivo agronómico clásico de máximo rendimiento. Una producción que ayude a la seguridad alimentaria del hogar a un costo bajo es más importante que el máximo rendimiento, o el máximo ingreso neto monetario.

¿Qué implica lo anterior?

En muchas regiones y ambientes de México las semillas de variedades tradicionales son las únicas disponibles que están adaptadas al ambiente local y social. Aunque desde el punto de vista científico y técnico siempre se puede proponer que se podría hacer mejor, el hecho es que esto no ha sido el caso. Por otro lado, es difícil imaginar que la oferta de semillas comerciales pueda ser suficiente o adecuada para un país con la complejidad ambiental y social de México, y en un cultivo tan variable y con usos culturales ancestrales. La industria de semillas comerciales tiene interés en ofertar grandes cantidades de semilla de pocas variedades que son adecuadas en macro-ambientes extensos. La oferta de semilla para los múltiples microambientes y usos del maíz en México muy posiblemente se tiene que resolver por el camino de semillas producidas por los agricultores.

Un aspecto fundamental es que para que las variedades tradicionales sigan siendo vitales y se conserven requieren seguir evolucionando. Se ha debatido si las variedades tradicionales deben mantenerse bajo las mismas condiciones de manejo en que fueron creadas y, relativamente, idénticas a como se conocieron. Sin entrar en los detalles del debate, un aspecto ineludible es que las condiciones ambientales y sociales no son estáticas y si las variedades tradicionales pueden seguir siendo viables como semillas requieren adaptarse a los cambios.

Adaptamos nuestros cultivos con variabilidad genética, generalmente cruzando variedades y seleccionando la descendencia para distintos ambientes y propósitos. Esto también sucede en las variedades tradicionales. Aunque no se haga metódicamente, cuando se cruzan variedades entre parcelas vecinas, o entre las variedades de un mismo agricultor, o al introducir semillas de otras comunidades o regiones el proceso de fondo es el mismo, cruzamiento y selección. El libre intercambio de semillas está en la base del proceso evolutivo que permite el éxito de las variedades nativas mexicanas. Aunque no existe un impedimento al libre intercambio de semillas de variedades nativas, el persistente aumento de los derechos intelectuales de la industria de semillas comerciales constituye una limitante indirecta que requiere acotación.

México es distinto a otros países en su relación con el maíz. Al ser el centro de origen de la especie los pobladores de México tienen una relación ancestral, y las características del maíz lo hicieron fundamental en la alimentación a través de todo el territorio. Aunque aun no conocemos los detalles del proceso es muy posible que el ser cultivado en muchos ambientes, por muchos hogares y para múltiples propósitos y, con una base genética muy amplia, ha permitido que el maíz nativo mexicano siga evolucionando y siga siendo de gran importancia en la alimentación del país. Consumamos productos elaborados con nixtamal fresco.

ARTÍCULO PUBLICADO EN: La Jornada del campo 19/10/24, Pag. 19

El maíz en México: la planta que migró al sureste

*Alba González Jácome Profesora Visitante del Departamento de Agroecología de la Universidad Autónoma Chapingo e Investigadora Emérita del S.N.I. gonzalez.jacome@yahoo.com **Ramón Mariaca Méndez Investigador Titular de El Colegio de la Frontera Sur rmariaca@aflores

Al comenzar a sembrar y cosechar semillas de maíz, junto con otras plantas como calabazas, chiles, guajes, frijoles, amarantos, ciruela mexicana, entre otras, se produjo un incremento relativamente lento pero progresivo en el tamaño de las mazorcas y de sus granos, al grado de poder comenzar a molerse para generar harinas.

Las evidencias arqueobotánicas actuales, indican que el maíz inició un largo viaje al sureste de lo que hoy es México, acompañando a grupos de cazadores-recolectores e incipientes cultivadores desde la cuenca media del Río Balsas -donde se originó-, mutando de la combinación entre el teocinte (var. parviglumis) y el maíz (Zea), aportando algunos elementos alimenticios que se consumían hervidos y la savia dulce de sus tallos jóvenes.

Hace unos 8,890 años AP (La abreviatura AP refiere Antes del Presente año actual), los pobladores contaban con pequeñas mazorcas de pocos centímetros de largo, con un raquis (olote) delgado y pocos granos cubiertos por un pericarpio duro (glumen) que los cubrían casi por completo, dificultando su consumo humano. La selección de mazorcas y granos incrementó el tamaño de las mazorcas y del raquis, además de reducir el pericarpio que cubría los granos que se modificaron por la acción humana. Esta modificación facilitó el consumo del maíz, que también se fue adaptando a las condiciones de inclinación de los lugares, cercanía a fuentes de agua, humedad, tipo de suelos, temperaturas y otras condiciones de cultivo.

Su recorrido comenzó en la cuenca media del río Balsas, cerca de Iguala Guerrero, entre Teloloapan, Arcelia y Valle de Bravo, región cuya altitud va de los 900 a 1,400 msnm. Ahí en el abrigo rocoso de Xihuatoxtla, se descubrieron restos fosilizados de maíz, fechados en 8,890 años AP. De aquí el maíz se difundió poco a poco a los valles centrales de Oaxaca. En la Cueva Guilá Naquitz y el refugio rocoso Sylvia se encontraron varias plantas domesticadas y maíz con una antigüedad de 8,250 años AP. Al parecer de ahí se llevó maíz al Valle de Tehuacán, cuya datación en la cueva San Coxcatlán es de 7,310 años AP

Al comenzar a sembrar y cosechar semillas de maíz, junto con otras plantas como calabazas, chiles, guajes, frijoles, amarantos, ciruela mexicana, entre otras, se produjo un incremento relativamente lento pero progresivo en el tamaño de las mazorcas y de sus granos, al grado de poder comenzar a molerse para generar harinas. Ese inicio de su domesticación por el ser humano, también le quitó su capacidad de reproducirse por sí mismo, teniendo entonces sus nuevos cultivadores y cultivadoras, la responsabilidad de guardar semillas para ser sembradas en la próxima temporada de lluvia.

De esta forma, el maíz comenzó a viajar junto con pequeñas bandas de emigrantes al sur, a través de selvas bajas pasando de Oaxaca a territorios chiapanecos, habiéndose encontrado vestigios de plantas cultivadas –maíz principalmente- fechados alrededor de 6,400 años AP., según hallazgos arqueobotánicos, realizados en varios puntos del Soconusco y en el Tlacuachero, en el actual municipio de Acapetahua. De ahí la información arqueológica y paleobotánica indica que el maíz fue llevado a los Altos de Guatemala y fue descendiendo hasta el Petén guatemalteco y Belice donde llegó hace 5,575 años AP. También se han encontrado restos de polen muy antiguos en el oeste de Tabasco, en un sitio denominado San Andrés que data de hace 5,100 años AP. Asimismo viajó hacia Centro y Sur América donde hace 3,000 años ya estaba presente en Colombia y hace 2,700 años en el Perú.

Regresando al sureste de México, donde la población inicialmente se alimentaba de la cacería, la pesca y del consumo de frutales, raíces y tubérculos principalmente, se sabe que hacia el año 3,000 AP, comienzan a establecerse las primeras aldeas permanentes que con el paso de los años dieron lugar a grandes urbes durante el período formativo o preclásico, siendo San Lorenzo Tenochtitlan, en el sureste de Veracruz, el primer centro Olmeca importante durante el periodo Preclásico (3,500-2,900 AP); la primera ciudad maya, recientemente descubierta en 2017, fue Aguada Fénix en el municipio de Balancán, Tabasco y cuya antigüedad se ha fijado en el 3,000 AP. Después aparecieron otras importantes urbes como La Venta en el Tabasco Olmeca, Ceibal en el Petén Guatemalteco (2,400 AP – 1,800 AP), Cuello en Belice (2,900 AP) y Rosario Izapa, cercano a Tapachula y cuyo esplendor se dio entre 2,650 y 1,900 AP. Es obvio decir que estas ciudades fueron primero pequeños asentamientos cuya antigüedad se remontaba a varias centurias atrás.

Un aspecto que es de llamar la atención es que, siendo el maíz una planta llegada de afuera, desde tiempos muy tempranos se apoderó de la vida y corazón de los habitantes de estas zonas, al grado de convertirlo en una planta sagrada desde entonces. Esto lo sabemos porque en un sitio arqueológico del Petén guatemalteco llamado San Bartolo, al noreste de Tikal, se encontraron unos frescos o pinturas murales fechadas hace 2,100 años AP, donde entre otras cosas aparece el drama de Hu nal ye’ o Señor del maíz de la manera como unos 1,500 años después sería plasmado en el códice Dresde y el Popol Vuh y sigue vigente en la tradición oral de muchos pueblos de las alrededor de 32 lenguas mayas actuales ¡2,100 años después!

ARTÍCULO PUBLICADO EN: La Jornada del campo 19/10/24, Pag. 15