
Te presentamos la entrevista realizada a Tania Cruz Salazar, investigadora del Departamento de Sociedad y Cultura en la Unidad San Cristóbal, en el podcast Rumbo al Norte del 19 de octubre.
Te presentamos la entrevista realizada a Tania Cruz Salazar, investigadora del Departamento de Sociedad y Cultura en la Unidad San Cristóbal, en el podcast Rumbo al Norte del 19 de octubre.
*Ramón Mariaca Méndez Investigador Titular de El Colegio de la Frontera Sur rmariaca@ecosur.mx
*Alba González Jácome Profesora Visitante del Departamento de Agroecología de la Universidad Autónoma Chapingo e Investigadora Emérita del S.N.I. gonzalez.jacome@yahoo.com
Se ha dicho que México es la cuna del maíz, cuando la realidad es que el maíz es la cuna de México.
El maíz ha sido y es fundamental entre los pueblos mayas del sureste de México donde le llaman “Ixim” y lo cultivan en milpas junto con muchas otras especies asociadas e intercaladas –pueden ser hasta 35 y más- que también reciben un nombre específico en cada legua.
La adopción total del maíz por los pueblos del sureste se puede ver en la iconografía olmeca desde tiempos muy tempranos. Ahí aparece la figura del grano de maíz en forma de cabeza con rostro de donde emerge una planta incipiente asociándose esto con el surgimiento del dios, dueño o señor del maíz. Esta planta ha sido y es fundamental entre los pueblos mayas del sureste de México donde le llaman “Ixim” y lo cultivan en milpas junto con muchas otras especies asociadas e intercaladas –pueden ser hasta 35 y más- que también reciben un nombre específico en cada legua (por ejemplo; Ko’ol o ich ko’ol entre los mayas peninsulares; Choj, Cho o Chob entre los chontales de Tabasco; Ch’olel entre los ch’oles de Tabasco y Chiapas; Ko’or entre los lacandones Kaltik o k’altike entre los tseltales; Chomtib Chobtik entre los tsotsiles; ‘alaj entre los tojolabales y Kjo’n entre los mames). Para los zoques es conocido como Mojkama, kama o Mok.
No se sabe con precisión a qué se debe esta deificación del maíz, sin embargo, el que germine y produzca en diferentes condiciones ambientales, y el que permita una inmensidad de formas de consumo, serían una importante razón. Otra es algo que mencionan algunos campesinos indígenas actuales cuando se les pregunta estando en sus milpas: “mira cómo esta planta tan hermosa con sus hojas extendidas parece una madre dispuesta a abrazar a sus hijos”.
Esto último pareciera justificar por sí mismo el que antes y después del ciclo agrícola existan más de diez momentos rituales asociados al maíz. Desde la abstinencia sexual días antes de la siembra o el pedir permiso a las mazorcas para desgranarlas un día antes de las seis de la tarde (porque el maíz “duerme después”) entre algunos pueblos de Chiapas, hasta recibir con rezos e incienso al señor maíz “en su casa”, granero o na’il ixim en la cosecha y poner abajo, en el altar a mazorcas identificadas como la mamá del maíz (Me´ixim) y su papá (Tot ixim) para que lo acompañen, junto con otras que pueden ser los “guardianes del maíz” (mayol ixim) e incluso el “corazón del maíz” (yolton ixim) entre los tsotsiles y tseltales. Esto sucede, debido a que entre estos pueblos, para los milperos más tradicionalistas, el maíz es considerado como equivalente a Jesucristo y como tal se le trata con mucho cuidado y respeto.
Otras ceremonias que no deben faltar es la petición de lluvias el 3 de mayo en Chiapas y Tabasco o durante el cha’ chaac en la Península de Yucatán durante el período canicular. También está el hanli ko’ol maya para agradecer a los dioses (Yum kaax o dueño de los montes y las milpas entre otros) por la cosecha. Finalmente está el convido de lo mejor Chomtib Chobtik entre los tsotDiversidad de maíces. Enrique Pérez S. de la cosecha anual a nuestros ancestros en el altar de muertos en la fecha de “todos santos” o el consumo obligado de tamales durante el día de la Candelaria. Además, en parte de la geografía mayense del sureste, al morir una persona se le pondrán en el féretro granos de maíz (p.e. entre los lacandones) o tortillitas rituales (entre tseltales, tsotsiles, tojolabales y ch’oles).
Finalmente, cabe decir que dada su increíble plasticidad genética, las razas de maíz que llegaron para quedarse en nuestro territorio son muchas, siendo las más sobresalientes: Nal-tel (seguramente la primera en llegar), Tuxpeño, Olotón, Comiteco, Olotillo, Tepecintle, Vandeño, Zapalote Grande, Zapalote Chico y Tehua. Como resultado de ellas y de sus cruzas, existen cientos de variedades locales cultivadas por las familias mayas a veces durante muchas generaciones, sin perder su semilla, y que a la fecha no han sido del todo identificadas y clasificadas más que por su nombre común. Esto, como ya se dijo, se encuentra asociado a cientos de platillos diferentes e incluso muchas formas de tortillas y tamales.
Tan solo entre estos últimos es de llamar la atención que en Tabasco podamos encontrar más de 11, (entre los que destacan: el de cabeza de puerco, de chipilín, de masa colada con carne de pavo, de pejelagarto, los chanchamitos, las maneas, los de carne deshebrada, los mones o tamales de pescado, los de chaya, los de frijol con chicharrón y los de masa colada con caminito o con presa de pollo o puerco), en Chiapas son más de 17 (destacan: los de cambray, de chipilín, de chipilín con camarones, de toro pinto, de santa maría, los untado, de ajonjolí, los nolochis, de elote o pictés, de azafrán, de bola, de mole, el pitubil, y el chenekwah’). En la Península de Yucatán podemos disfrutar al menos: los colados, los vaporcitos o tamales torteados, el brazo de reina, de maculán u hoja santa, el de chaya, el polkán, el de xpelón, el chachacuah o tamal enterrado y los famosos “pibipollo”, pib o mucbi-pollo.
Dicho lo anterior, adorado maíz, padre de nuestra cultura maya milenaria, bienvenido al sureste de México, porque llegaste para quedarte.
ARTÍCULO PUBLICADO EN: La Jornada del campo 19/10/24, Pag. 24
*Hugo Perales, Grupo de Agroecología El Colegio de la Frontera Sur, San Cristóbal, Chiapas hugo.perales.rivera@gmail.com
Poco más que el 20% de la siembra de maíz en México se hace bajo riego en tierras planas, en estos ambientes las semillas comerciales sí son las más comunes, como también en las tierras relativamente planas y con lluvia abundante en la temporada de crecimiento de maíz. Sin embargo, más del 80% de las siembras de temporal se tienen que hacer en ambientes con lluvia limitada o variable, o en tierras con mucha pedregosidad o pendiente y erosionadas.
Desde hace más de 30 años en México se siembran entre 7 y 8 millones de hectáreas con maíz, en el año 2024 más de la mitad de esta tierra se cultiva con semillas de variedades tradicionales. ¿Son los agricultores mexicanos tan tradicionales que no conocen o se niegan a usar las semillas “mejoradas”?
Hay varias formas para clasificar las semillas que se usan en la agricultura. Una clasificación importante distingue entre las semillas que se producen por empresas comerciales (o instituciones) y las que producen los agricultores. Estos dos sistemas de producción de semilla, llamados formal e informal, no están realmente separados, aunque sus relaciones de intercambio de semillas son predominantemente al interior de cada uno.
Desde hace más de 7 décadas hay instituciones agrícolas y empresas comerciales desarrollando y produciendo variedades de maíz, por medio de métodos científicos y técnicos, para las condiciones de México. Las semillas que se producen por estos métodos se conocen como “mejoradas” o comerciales, o híbridos en el caso del maíz, y son importantes en algunas regiones del país.
En contraste, muchas variedades de maíz, y de otros cultivos, han sido desarrolladas y son mantenidas por los agricultores, con nula intervención técnica o institucional. Estas semillas se conocen como variedades tradicionales, o nativas, y México tiene aún muchas, en particular para los cultivos que se originaron en el país, como lo son el maíz, frijol, chile, calabaza, tomate, jícama y otros.
Aunque no tenemos medidas directas de cuántas variedades tradicionales de maíz se siembran ni en cuánta superficie, sabemos que poco menos de 30% de la superficie se siembra con semillas híbridas. Algo de esta semilla se usa más de un año y un poco también se mezcla con variedades tradicionales, estas cantidades no las conocemos, pero difícilmente representan más de 10%. El hecho es que 70% de la superficie que se siembra en México se hace con semilla que producen los agricultores, y seguMaíz bolita, Ixtenco. Marisol Reyna ramente más de la mitad de esta es de variedades tradicionales.
¿Siete décadas y sólo un 30% de la siembra de maíz con semilla comercial? ¿Cómo es posible que la semilla de variedades tradicionales siga siendo tan importante? Este es un problema que no está totalmente resuelto, pero sí conocemos varios aspectos que nos sugieren que no hay algo incoherente en las decisiones de los agricultores. Al contrario, es posible proponer que las decisiones son racionales si se describen desde la perspectiva de los agricultores.
Además, hay un conjunto de ideas que se suponen verdaderas pero que son demasiado simplistas a este respecto. Por ejemplo, el discurso convencional supone que las variedades “mejoradas” son superiores a las tradicionales en rendimientos y otras características. Si bien esto es cierto para algunos ambientes de México, actualmente no es un hecho en todos, ni para todas las características. Poco más que el 20% de la siembra de maíz en México se hace bajo riego en tierras planas, en estos ambientes las semillas comerciales sí son las más comunes, como también en las tierras relativamente planas y con lluvia abundante en la temporada de crecimiento de maíz. Sin embargo, más del 80% de las siembras de temporal se tienen que hacer en ambientes con lluvia limitada o variable, o en tierras con mucha pedregosidad o pendiente y erosionadas. Bajo este tipo de condiciones las semillas comerciales rara vez tienen ventajas sobre las tradicionales, en estos ambientes las variedades nativas son iguales o mejores que las semillas comerciales disponibles.
Además, no todas las características de las semillas comerciales son sobresalientes. Por ejemplo, para familias que consumen su producción las variedades comerciales se pican mucho más por daño de insectos cuando son almacenadas en los hogares. Es muy común que el totomoxtle (o joloche) de los híbridos no cubre bien la mazorca y presentan fácil entrada de los insectos. Aunque las variedades híbridas se pueden usar para tortillas y otras preparaciones, no han sido diseñadas para su calidad en platillos importantes de la cocina mexicana, incluyendo tortillas.
Hay otras razones por las que las semillas comerciales no son dominantes. Tal vez la más importante es que para muchos agricultores y sus familias el maíz es una activi19 lucionando. Se ha debatido si las variedades tradicionales deben mantenerse bajo las mismas condiciones de manejo en que fueron creadas y, relativamente, idénticas a como se conocieron. Sin entrar en los detalles del debate, un aspecto ineludible es que las condiciones ambientales y sociales no son estáticas y si las variedades tradicionales pueden seguir siendo viables como semillas requieren adaptarse a los cambios. dad económica para la seguridad alimentaria de los hogares, y no una actividad netamente comercial, aunque se venda una parte de la producción. Más del 80% de unos 2.7 millones de hogares que producen maíz no están enfocados en el objetivo agronómico clásico de máximo rendimiento. Una producción que ayude a la seguridad alimentaria del hogar a un costo bajo es más importante que el máximo rendimiento, o el máximo ingreso neto monetario.
¿Qué implica lo anterior?
En muchas regiones y ambientes de México las semillas de variedades tradicionales son las únicas disponibles que están adaptadas al ambiente local y social. Aunque desde el punto de vista científico y técnico siempre se puede proponer que se podría hacer mejor, el hecho es que esto no ha sido el caso. Por otro lado, es difícil imaginar que la oferta de semillas comerciales pueda ser suficiente o adecuada para un país con la complejidad ambiental y social de México, y en un cultivo tan variable y con usos culturales ancestrales. La industria de semillas comerciales tiene interés en ofertar grandes cantidades de semilla de pocas variedades que son adecuadas en macro-ambientes extensos. La oferta de semilla para los múltiples microambientes y usos del maíz en México muy posiblemente se tiene que resolver por el camino de semillas producidas por los agricultores.
Un aspecto fundamental es que para que las variedades tradicionales sigan siendo vitales y se conserven requieren seguir evolucionando. Se ha debatido si las variedades tradicionales deben mantenerse bajo las mismas condiciones de manejo en que fueron creadas y, relativamente, idénticas a como se conocieron. Sin entrar en los detalles del debate, un aspecto ineludible es que las condiciones ambientales y sociales no son estáticas y si las variedades tradicionales pueden seguir siendo viables como semillas requieren adaptarse a los cambios.
Adaptamos nuestros cultivos con variabilidad genética, generalmente cruzando variedades y seleccionando la descendencia para distintos ambientes y propósitos. Esto también sucede en las variedades tradicionales. Aunque no se haga metódicamente, cuando se cruzan variedades entre parcelas vecinas, o entre las variedades de un mismo agricultor, o al introducir semillas de otras comunidades o regiones el proceso de fondo es el mismo, cruzamiento y selección. El libre intercambio de semillas está en la base del proceso evolutivo que permite el éxito de las variedades nativas mexicanas. Aunque no existe un impedimento al libre intercambio de semillas de variedades nativas, el persistente aumento de los derechos intelectuales de la industria de semillas comerciales constituye una limitante indirecta que requiere acotación.
México es distinto a otros países en su relación con el maíz. Al ser el centro de origen de la especie los pobladores de México tienen una relación ancestral, y las características del maíz lo hicieron fundamental en la alimentación a través de todo el territorio. Aunque aun no conocemos los detalles del proceso es muy posible que el ser cultivado en muchos ambientes, por muchos hogares y para múltiples propósitos y, con una base genética muy amplia, ha permitido que el maíz nativo mexicano siga evolucionando y siga siendo de gran importancia en la alimentación del país. Consumamos productos elaborados con nixtamal fresco.
ARTÍCULO PUBLICADO EN: La Jornada del campo 19/10/24, Pag. 19
*Alba González Jácome Profesora Visitante del Departamento de Agroecología de la Universidad Autónoma Chapingo e Investigadora Emérita del S.N.I. gonzalez.jacome@yahoo.com **Ramón Mariaca Méndez Investigador Titular de El Colegio de la Frontera Sur rmariaca@aflores
Al comenzar a sembrar y cosechar semillas de maíz, junto con otras plantas como calabazas, chiles, guajes, frijoles, amarantos, ciruela mexicana, entre otras, se produjo un incremento relativamente lento pero progresivo en el tamaño de las mazorcas y de sus granos, al grado de poder comenzar a molerse para generar harinas.
Las evidencias arqueobotánicas actuales, indican que el maíz inició un largo viaje al sureste de lo que hoy es México, acompañando a grupos de cazadores-recolectores e incipientes cultivadores desde la cuenca media del Río Balsas -donde se originó-, mutando de la combinación entre el teocinte (var. parviglumis) y el maíz (Zea), aportando algunos elementos alimenticios que se consumían hervidos y la savia dulce de sus tallos jóvenes.
Hace unos 8,890 años AP (La abreviatura AP refiere Antes del Presente año actual), los pobladores contaban con pequeñas mazorcas de pocos centímetros de largo, con un raquis (olote) delgado y pocos granos cubiertos por un pericarpio duro (glumen) que los cubrían casi por completo, dificultando su consumo humano. La selección de mazorcas y granos incrementó el tamaño de las mazorcas y del raquis, además de reducir el pericarpio que cubría los granos que se modificaron por la acción humana. Esta modificación facilitó el consumo del maíz, que también se fue adaptando a las condiciones de inclinación de los lugares, cercanía a fuentes de agua, humedad, tipo de suelos, temperaturas y otras condiciones de cultivo.
Su recorrido comenzó en la cuenca media del río Balsas, cerca de Iguala Guerrero, entre Teloloapan, Arcelia y Valle de Bravo, región cuya altitud va de los 900 a 1,400 msnm. Ahí en el abrigo rocoso de Xihuatoxtla, se descubrieron restos fosilizados de maíz, fechados en 8,890 años AP. De aquí el maíz se difundió poco a poco a los valles centrales de Oaxaca. En la Cueva Guilá Naquitz y el refugio rocoso Sylvia se encontraron varias plantas domesticadas y maíz con una antigüedad de 8,250 años AP. Al parecer de ahí se llevó maíz al Valle de Tehuacán, cuya datación en la cueva San Coxcatlán es de 7,310 años AP
Al comenzar a sembrar y cosechar semillas de maíz, junto con otras plantas como calabazas, chiles, guajes, frijoles, amarantos, ciruela mexicana, entre otras, se produjo un incremento relativamente lento pero progresivo en el tamaño de las mazorcas y de sus granos, al grado de poder comenzar a molerse para generar harinas. Ese inicio de su domesticación por el ser humano, también le quitó su capacidad de reproducirse por sí mismo, teniendo entonces sus nuevos cultivadores y cultivadoras, la responsabilidad de guardar semillas para ser sembradas en la próxima temporada de lluvia.
De esta forma, el maíz comenzó a viajar junto con pequeñas bandas de emigrantes al sur, a través de selvas bajas pasando de Oaxaca a territorios chiapanecos, habiéndose encontrado vestigios de plantas cultivadas –maíz principalmente- fechados alrededor de 6,400 años AP., según hallazgos arqueobotánicos, realizados en varios puntos del Soconusco y en el Tlacuachero, en el actual municipio de Acapetahua. De ahí la información arqueológica y paleobotánica indica que el maíz fue llevado a los Altos de Guatemala y fue descendiendo hasta el Petén guatemalteco y Belice donde llegó hace 5,575 años AP. También se han encontrado restos de polen muy antiguos en el oeste de Tabasco, en un sitio denominado San Andrés que data de hace 5,100 años AP. Asimismo viajó hacia Centro y Sur América donde hace 3,000 años ya estaba presente en Colombia y hace 2,700 años en el Perú.
Regresando al sureste de México, donde la población inicialmente se alimentaba de la cacería, la pesca y del consumo de frutales, raíces y tubérculos principalmente, se sabe que hacia el año 3,000 AP, comienzan a establecerse las primeras aldeas permanentes que con el paso de los años dieron lugar a grandes urbes durante el período formativo o preclásico, siendo San Lorenzo Tenochtitlan, en el sureste de Veracruz, el primer centro Olmeca importante durante el periodo Preclásico (3,500-2,900 AP); la primera ciudad maya, recientemente descubierta en 2017, fue Aguada Fénix en el municipio de Balancán, Tabasco y cuya antigüedad se ha fijado en el 3,000 AP. Después aparecieron otras importantes urbes como La Venta en el Tabasco Olmeca, Ceibal en el Petén Guatemalteco (2,400 AP – 1,800 AP), Cuello en Belice (2,900 AP) y Rosario Izapa, cercano a Tapachula y cuyo esplendor se dio entre 2,650 y 1,900 AP. Es obvio decir que estas ciudades fueron primero pequeños asentamientos cuya antigüedad se remontaba a varias centurias atrás.
Un aspecto que es de llamar la atención es que, siendo el maíz una planta llegada de afuera, desde tiempos muy tempranos se apoderó de la vida y corazón de los habitantes de estas zonas, al grado de convertirlo en una planta sagrada desde entonces. Esto lo sabemos porque en un sitio arqueológico del Petén guatemalteco llamado San Bartolo, al noreste de Tikal, se encontraron unos frescos o pinturas murales fechadas hace 2,100 años AP, donde entre otras cosas aparece el drama de Hu nal ye’ o Señor del maíz de la manera como unos 1,500 años después sería plasmado en el códice Dresde y el Popol Vuh y sigue vigente en la tradición oral de muchos pueblos de las alrededor de 32 lenguas mayas actuales ¡2,100 años después!
ARTÍCULO PUBLICADO EN: La Jornada del campo 19/10/24, Pag. 15
Entrevista realizada a Antonio Saldivar Moreno, director General de ECOSUR, sobre el 30 aniversario de El Colegio de la Frontera Sur, en Suprema Radio.
Investigadores de diferentes instituciones de educación superior e investigación y posgrados capacitaron a hombres y mujeres de la ranchería El Topón, en el municipio de Pijijiapan, dedicados principalmente a la pesca, en temas como cambio climático y conservación de manglares.
El taller “Sistemas de manglares ante el cambio climático: estrategias comunitarias para su conservación”, fue realizado con el objetivo de analizar de manera colectiva, conceptos, características y principales problemas que afectan a esta especie arbórea; discutir aspectos de gobernanza comunitaria, batimetría y ecología trófica.
Participaron 33 personas (23 hombres y 10 mujeres) de la Cooperativa Agostaderos de Topón, así como instituciones federales y municipales.
Fue organizado por Víctor Manuel Velázquez Durán, investigador posdoctoral del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), Unidad Tapachula, y Raimunda Santana, del Instituto Trilhas de San Cristóbal de Las Casas.
Emilio Romero Berny, investigador del Instituto de Ciencias Biológicas de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), explicó cómo afecta la profundidad a la pesca y mostró, mediante ilustraciones, el ciclo de vida de los pargos y camarones en los manglares, zacates, arrecifes profundos y en el mar abierto.
Detalló el concepto de batimetría y sus usos en diferentes profundidades. Además, presentó un estudio realizado en el sistema de Carretas-Pereyra.
Jesús Manuel López Vila, investigador del Centro de Investigaciones Costeras-Laboratorio Interdisciplinario de Ecología Costera de la Unicach, Campus Tonalá, habló sobre la importancia de las lagunas costeras, el concepto de ecología trófica, y la medición y cuantificación de la alimentación de los animales.
Hizo referencia a los modelos tróficos, que son representaciones gráficas de fenómenos, sistemas o procesos que sirven para analizar, describir, explicar y simular su funcionamiento.
NOTA PUBLICADA EN https://www.cuartopoder.mx/chiapas/capacitan-a-pescadores-sobre-importancia-de-los-manglares/509550
El maíz es el alimento básico del pueblo de México, y en Campeche se han hallado más de 16 razas nativas en la última década, la más importante del país, pero varias han desaparecido y otras están en vías de extinción, pese a su mayor contenido nutricional y resistencia a la sequía que el ‘mejorado’, del que se han apropiado las grandes empresas.
De acuerdo con El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), investigadores han recorrido por más de 10 años muchas comunidades originarias de la zona norte del Estado, específicamente las aledañas a la Reserva de la Biósfera de Los Petenes, encontrando estas sorprendentes variedades del llamado ‘oro mexicano’.
No obstante, para este centro de investigación es ‘preocupante’ que algunas están a punto de desaparecer y otras están prácticamente extintas, como el Sak Wo’ Nal que se logró rescatar el año pasado en el municipio de Hecelchakán y fue llevado al banco de germoplasma del Centro de Investigación de la Península de Yucatán para su estudio.
Otras variedades en peligro de extinción, son las llamadas Gallito Blanco y Amarillo, aunque esta última corre más peligro, ya que ha dejado de ser cultivada y producida por los hombres del campo en estas regiones.
Juan Manuel Paat Hernández, investigador de Ecosur, explicó que en Campeche existe el Éek’jub, que es una variedad de color que expresa muchas cualidades, entre ellas su pigmentación y tamaño, y que posee una importante cantidad de antioxidantes buenos para la salud humana.
Los maíces nativos -explicó- poseen muchas más propiedades que los mejorados, pero la modernización del campo vino a sustituirlos porque, supuestamente, son menos productivos, pero se adaptan más a las condiciones climáticas, a la sequía, a suelos no aptos para la agricultura, como los pedregosos, que abundan en la Península de Yucatán.
Algunos campesinos de la región norte de Campeche continúan cultivando los maíces nativos, pero solo para autoconsumo, conscientes de que poseen muchas propiedades benéficas para la salud, duran más tiempo almacenados, y son más resistentes a la sequía y a las plagas como el gorgojo, que acaba con los ‘híbridos’, que son la cruza de dos líneas puras del grano.
“Si el maíz es la alimentación del pueblo mexicano, hay que rescatarlo y preservarlo, con las políticas públicas del Gobierno Federal, porque tiene muchas cualidades para la salud, y no solo sirve para el consumo humano sino como alimento para animales, el rastrojo, inclusive, en una época fue la base de la economía de la familia maya y actualmente es complemento de los ingresos de la familia maya”, subrayó el investigador.
Nota publicada en: https://www.poresto.net/campeche/2024/10/18/maiz-nativo-en-riesgo-de-desaparecer-en-campeche-por-el-poco-interes-de-cultivarlo.html
Escucha la entrevista realizada en la Radio La Popular a la Dra. Anne Damon, investigadora del Departamento de Ciencias de la Sustentabilidad, Unidad Tapachula, con el tema Jardín Etnobiológico Tapachula.
En México, el 85 % de la población toma de una a tres tazas de café al día y es una de las bebidas más populares y apreciadas en todo el mundo. Se cultiva en más de 70 países, principalmente en regiones tropicales de América, África y Asia. En el país azteca se cosechan dos variedades: la arábica y robusta.
Obeimar Balente Herrera Hernández, investigador de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), unidad San Cristóbal, comentó que fue Veracruz, en 1790, el estado donde se plantó el primer cafeto, para después expandirse al centro y sur. En Chiapas se plantaron las primeras plantas de café provenientes de Guatemala.
Cosecha
La cosecha de este aromático grano ha sido influida por el cambio climático, sobresaliendo algunas variedades por su resistencia. Se han distribuido según los climas que dominan en cada región. A pesar de esos cambios Chiapas es el principal productor después de Veracruz, Oaxaca, Puebla y Nayarit.
En la entidad se cultiva robusta y arábica, en el Soconusco domina la primera, mientras que en territorios como la Sierra Madre se trabaja más con la segunda. El cambio climático sin duda obligará a hacer cambios en esa distribución.
Déficit
En el 2022 se produjo más de un millón de toneladas de café cereza, de las cuales la mitad se consumen en México formalmente, aunque según lo que no se documenta se consume lo mismo que se produce, entonces lo que se exporta, alrededor de 430 mil toneladas, es un déficit, que se compensa con importación.
Ese déficit se importa de países que producen mucho más barato que México, como Brasil y Vietnam, dos grandes productores, pero de menor calidad, que no se ven porque se venden en café soluble o muy tostado, lo que esconde la baja calidad.
En el 2011-2012 se activó la plaga de la roya del café en el país, que llegó desde los 70. Las condiciones ambientales fueron favorables para que la enfermedad se activara y propagara. Eso provocó también cambios en el cultivo, al sembrar variedades tolerantes.
NOTA PUBLICADA EN: https://www.cuartopoder.mx/chiapas/deficit-de-cafe-en-mexico-dice-investigador/508643
El zopilote o buitre Cathartes Aura es un animal que suele ser desagradable para ser humano debido a su vida carroñera, pero es importante para el equilibrio natural.
José Rogelio Cedeño Vázquez, profesor investigador del Departamento de Sistemática y Ecología Acuática El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Chetumal, dio a conocer que esta ave cuenta diferentes nombres comunes como Zopilote aura, Aura gallipavo, Aura tiñosa, Cuervo cabeza roja, Gallinazo cabecirrojo, Gallinazo de cabeza roja, Guala cabecirroja, Jote cabeza colorada, Jote de cabeza colorada, Laura, Maura, Zonchiche, Zopilote cabecirrojo, Chombo (maya, península de Yucatán).
Detalló que es el buitre más abundante en el continente americano, con una amplia distribución geográfica, que va desde el sur de Canadá hasta Cabo de Hornos en el sur de Chile.
Dijo que el zopilote aura adulto tiene un tamaño de 66 a 81cm, una envergadura de 173 a 183 cm y un peso de 850 gramos a 2.26 kilogramos.
Expuso que tanto la hembra como el macho son casi idénticos, con el plumaje y la coloración, aunque la hembra es ligeramente más grande. Las plumas del cuerpo son en su mayoría de color marrón-negruzco.
Además, la superficie inferior de las plumas de vuelo de las alas es de color gris, creando contraste con los lineamientos alares más oscuros.
Comentó que la cabeza es pequeña en proporción al cuerpo y no tiene plumas; en los adultos es rojiza y en los juveniles es gris oscuro. Tiene un pico relativamente corto, ganchudo, de color marfil.
Informó que como parte de la formación de la pareja, varios individuos se reúnen en un círculo en el suelo y se desplazan saltando alrededor del círculo a modo de ritual con las alas parcialmente extendidas.
Explicó que en el aire, un ave puede seguir de cerca a la otra, mientras ambas aletean y descienden en picada.
Manifestó que construyen muy poco en sus nidos o directamente no nidifican, y ponen los huevos sobre desechos o sobre la parte inferior plana del lugar de nidificación, el cual puede ubicarse en huecos en árboles o troncos, en grietas de acantilados, debajo de las piedras, en cuevas, dentro de matorrales densos o en edificaciones viejas.
Señaló que producen de uno a tres huevos color blancuzco, con manchas marrón y lavanda, mientras que la incubación dura 34 y 41 días y ambos padres participan.
El especialista indicó que al eclosionar, uno de los padres permanece con la cría la mayor parte del tiempo, donde ambos padres alimentan a la cría mediante regurgitación.
Declaró que en este proceso, el ave progenitora come y digiere parcialmente una comida rica en proteínas, luego regresa al nido y saca la comida parcialmente digerida y blanda de su estómago, alimentando así a las crías en pequeñas cantidades.
Apuntó que si alguna amenaza se aproxima a la cría, se defienden a sí mismos mediante silbidos y regurgitación. El primer vuelo de la cría ocurre a las nueve o 10 semanas de edad.
Informó que habita principalmente en campo abierto a pocos kilómetros de zonas rocosas o boscosas que ofrezcan sitios de nidificación seguros, pero también se le encuentra en bosques, desiertos y estribaciones de montañas y evita zonas densamente boscosas.
Expuso que a diferencia del buitre negro americano (Coragyps atratus), busca alimento en pequeñas islas a lo largo de la costa. Es un ave gregaria que pasa la noche en grupos comunitarios, aunque suele buscar alimento individualmente durante el día.
Dijo que hasta varios cientos de individuos pueden agruparse para pasar la noche y a diferencia de la mayoría de las aves, tiene un sentido del olfato bien desarrollado, busca carroña elevándose por encima de campos abiertos o parcialmente boscosos y observando el suelo y las acciones de otros animales carroñeros.
Sostuvo que por ser una especie carroñera, se alimenta principalmente de animales muertos, preferentemente los que han muerto recientemente, es decir, carroña relativamente fresca.
Para su ubicación, comentó que localiza los cadáveres con su aguda visión y su sentido del olfato, volando a una altura suficientemente baja para detectar los gases producidos por los inicios del proceso de descomposición de los animales muertos. Ocasionalmente, se alimenta de materia vegetal en descomposición, insectos o peces que se encuentren en estanques a punto de secarse.
Expuso que tiene pocos depredadores naturales, pero pueden caer presa de águilas reales, águilas, y búhos cornudos. Incluso los huevos y polluelos pueden ser consumidos por mamíferos como mapaches, tlacuaches y zorros.
Finalmente, dio a conocer que se cree que las poblaciones de esta especie disminuyeron durante el siglo XX en algunas partes de los Estados Unidos, pero actuales aparentemente son estables. En México, esta especie no tiene ninguna categoría de protección en la NOM-059-Semarnat-2010. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la coloca en la categoría de Preocupación Menor en la lista roja de especies amenazadas.