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Factores clave de la masificación


Definimos la “masificación”, “escalamiento” o “territorialización” de la agroecología como un proceso que lleva a un número cada vez mayor de familias a practicar la agroecología en territorios cada vez más amplios, y que involucra a más personas en el procesamiento, distribución y consumo de alimentos producidos agroecológicamente.

La territorialización de la agroecología es multidimensional, como resultado de la convergencia de múltiples factores. A partir del análisis de cinco casos emblemáticos de masificación de la agroecología, identificamos ocho factores clave para el proceso de escalamiento:

Crisis que fomentan la búsqueda de alternativas

Los impactos negativos del modelo de desarrollo agrícola se observaron en cada uno de los casos, sin embargo, hubo características específicas de cada contexto que sirvieron como escenario favorable para el comienzo del proceso de transformación. Pero casi siempre, un estado de crisis fue la condición que motivó el cambio, aunque insuficiente por sí solo, por lo que fue absolutamente necesario que múltiples factores interactuaran para desencadenar el proceso de transformación.

Organización social y procesos sociales

La organización social es el medio cultural sobre el cual crece la agroecología, y las metodologías de proceso social aceleran este crecimiento. La experiencia de los movimientos sociales rurales, así como las organizaciones campesinas indican que el grado de organización (llamado “organicidad” por los movimientos sociales), y la forma en que las metodologías sociales horizontales basadas en el protagonismo campesino son utilizadas para construir procesos sociales colectivamente, son factores claves en la masificación y el escalamiento de la agroecología.

Prácticas agroecológicas efectivas

Las prácticas agroecológicas se basan en principios, no en recetas. La reducción de los insumos químicos (vía manejo integrado de plagas, manejo integrado de fertilidad del suelo, etc.) y la sustitución de insumos (pesticidas orgánicos, biofertilizantes) pueden ser importantes pasos iniciales en la transición hacía sistemas agroecológicos. Esto es lo que Gliessman llama nivel 2 de sustitución de prácticas convencionales por prácticas agroecológicas. Sin embargo, una transición agroecológica más profunda requiere lo que él llama nivel 3: enfocarse en la integración de los elementos del agroecosistema, la creación o el fortalecimiento de un mecanismo autónomo que permita mantener la fertilidad del suelo, regulación de hierbas y plagas, así como una complementariedad y sinergia en el uso del espacio, los nutrientes, agua y luz solar. Las prácticas agroecológicas se basan en el mantenimiento de la vida en el suelo, el mejoramiento de la agrobiodiversidad (como la integración de cultivos, bosques y ganado), y el rediseño de la finca y el paisaje (policultivos, conservación del suelo, conservación del bosque o de los parches de habitat natural).

Procesos constructivistas de enseñanza-aprendizaje

Los movimientos que han logrado el escalamiento horizontal de la agroecología comparten principios básicos en sus procesos de enseñanza-aprendizaje, se destacan dos: 1) la agroecología se basa en conocimiento tradicional/local/contemporáneo-popular, y 2) promueve la autonomía de las personas. En todos los casos, nosotros identificamos un fuerte componente en las prácticas tradicionales y locales, especialmente en el rescate de variedades de semillas nativas y de razas de animales; y aún más importante, una concepción holística del ambiente. Estos principios se expresan predominantemente a través de métodos pedagógicos constructivistas y horizontales, aunque también hay aspectos del conductismo.

Los procesos de enseñanza-aprendizaje en los casos de estudio son holísticos en dos sentidos. Primero, ellos y ellas incluyen componentes espirituales/emocionales/ideológicos a través de la formación técnica. Segundo, los programas educativos incluyen procesos para el análisis sistemático de macro niveles socioeconómicos, culturales y de contextos políticos.

Discurso movilizador

En todas las experiencias, el uso de un discurso movilizador ha sido eficaz, ya que ha hecho que los participantes en los movimientos se sienten motivados, que se opongan al sistema agroindustrial y que vean la agroecología como el camino a seguir, ya que representa la alternativa a los efectos nocivos producidos por la revolución verde. Esto ha sido posible porque se ha reconocido el valor de los campesinos e indígenas, con discursos que se basan en principios y valores cultural, espiritual y contextualmente apropiados.

Aliados externos

Los aliados externos brindan una variedad de recursos y apoyo a los procesos de escalamiento, ya sea material, en fondos, moral en forma de legitimidad ante la sociedad, socio-organizacional a través de apoyo organizativo, o humano en forma de conocimiento, habilidades y voluntarios. Los recursos provienen de diferentes áreas, desde el gobierno, medios de comunicación, academia, partidos políticos, instituciones religiosas u ONG.

Sin embargo, la relación entre las organizaciones campesinas y los aliados externos camina por una fina línea entre el mantenimiento de procesos autónomos y socialmente genuinos, o la creación de dependencias que dificultan a largo plazo llegar a transformaciones profundas.

Mercados favorables a la agroecología

La configuración de mercados y arreglos comerciales alternativos en apoyo a la agroecología ha ocurrido a diferentes escalas e involucrado diferentes articulaciones sociales, desde lo local hasta lo internacional.

Los múltiples mecanismos de mercado usados para fortalecer los movimientos agroecológicos corresponden a la necesidad de innovación social adaptada a diferentes situaciones y retos. Aunque cuestionamos si las redes alimentarias alternativas son una condición necesaria, ciertamente reconocemos que las condiciones del mercado pueden determinar el ritmo en que la agroecología va escalando. Además, existen estrategias de mercado menos visibles que contribuyen al sustento de los campesinos productores a nivel local y regional (CSM 2016). Los casos que estudiamos nos llevan a sugerir que el potencial transformador aumenta cuando el mercado es tomado como una esfera de acción socio-política. Este proceso no depende necesariamente de la intervención estatal, aunque los movimientos sociales creados alrededor de estas estrategias de mercado pueden actuar como fuerzas de incidencia sobre las prácticas estatales y las políticas públicas.

De esta forma, los mecanismos de mercado pueden ser diseñados para fortalecer los movimientos sociales, sin ser la fuerza motriz del proceso. Los mercados no han sido un factor indispensable para el incremento de la producción agroecológica. Las sinergias con los mercados surgen con la conformación de redes particulares con valores sociales o ambientales justos como elementos de vinculación.

Políticas favorables y oportunidades políticas

Las políticas, incluyendo las iniciativas de los sectores privado y público, pueden complementar y mejorar los esfuerzos de grupos involucrados en procesos de escalamiento vertical y horizontal de la agroecología. Las políticas son relevantes para el apoyo de la agroecología, sobre todo cuando implican una reformulación de las políticas que normalmente son de apoyo a la reproducción del modelo agroindustrial basado en los monocultivos y paquetes agroquímicos; hacia aquellas que reconocen la necesidad de apoyar otros caminos basados en los principios agroecológicos y son dirigidos al sector campesino.

No hay una política en particular que pueda ser identificada como único para lograr el éxito, sino que es a través de la combinación de varias políticas complementarias que se pueden abordar los diversos temas en juego a la hora de hablar sobre la transformación de los sistemas agroalimentarios. Las políticas contribuyen cuando los procesos de escalamiento ya han comenzado a fortalecer las dinámicas particulares iniciadas por los movimientos sociales. Esto sucede cuando las políticas son el resultado de las conquistas de la lucha de los movimientos sociales.



Casos emblemáticos


Presentamos cinco casos que consideramos emblemáticos de la masificación de la agroecología por su alcance territorial y las miles de familias involucradas. Estos casos nos permitieron identificar impulsores o factores clave necesarios para que la agroecología crezca más allá de experiencias aisladas y locales.

Movimiento Campesino a Campesino en Mesoamérica
ANAP y la revolución agroecológica en Cuba
Auge del café orgánico en Chiapas, México
Agricultura Natural de Presupuesto Cero (ANPC) en India
Rede Ecovida en el sur de Brasil

Referencias

Movimiento Campesino a Campesino en Mesoamérica

El movimiento Campesino a Campesino (CaC) nació a principios de la década de 1970 en Chimaltenango, Guatemala como un esfuerzo de agricultores mayas Kaqchikel con algo de apoyo por parte de OXFAM y World Neighbors. Su surgimiento partió del reconocimiento de la tradición del trabajo compartido y la cultura indígena a la que pertenecían, fortalecido con prácticas de pedagogía horizontal basadas en la praxis “acción-reflexión-acción” de Paulo Freire, la educación popular latinoamericana y la teología de la liberación. Las agricultoras y agricultores indígenas utilizaron visitas de intercambio, parcelas demostrativas y experimentos a pequeña escala para enseñarles a otras familias campesinas técnicas de conservación de suelos y agua como el uso de abonos verdes, la creación de barreras vivas y no vivas, la diversificación de cultivos y la bio-horticultura intensiva.

Las mejoras agronómicas junto con la creación de la cooperativa Kato-Ki conllevaron a un aumento de la producción y ganancias que motivaron a los campesinos/as Kaqchikel a liberarse del trabajo en las plantaciones para comprar y redistribuir las tierras de fincas cafetaleras cercanas. Incluso empezaron a capacitar agricultores y agricultoras de los países vecinos. Sin embargo, durante la brutal represión de la década de 1980 los latifundistas pidieron al ejército guatemalteco arrasar con Kato-Ki.   Muchos de los agricultores-extensionistas huyeron, y con ayuda de distintas ONGs, encontraron trabajo dentro de proyectos de base en México, Honduras y Nicaragua donde ampliaron su experiencia con la agricultura sustentable, así como sus habilidades organizativas.

Producto de esta diáspora, la metodología CaC se expandió por diversas organizaciones en toda la región, algunas de las experiencias más exitosas fueron las organizaciones campesinas mexicanas Centro de Desarrollo Integral Campesino de la Mixteca (CEDICAM) en Oaxaca y el Grupo Vicente Guerrero en Tlaxcala. Estos grupos adaptaron la metodología guatemalteca a sus propios contextos sociales y desarrollaron un amplio repertorio metodológico y técnico. Hacia 1986, los/as agricultores/as de Vicente Guerrero junto con varias ONGs y el leve apoyo del gobierno Sandinista llevaron su metodología a la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG) de Nicaragua, uno de los miembros fundadores del movimiento campesino transnacional La Vía Campesina (LVC). En este país el CaC se convirtió en un movimiento de base para el cambio social; basado en la agricultura campesina sustentable (agroecología), integrando a 30,000 familias campesinas de gran parte del país y más allá. Este “movimiento de resistencia” como fue definido por sus actores, reforzó la lucha del campesinado contra las amenazas de industrialización agrícola, promoviendo la agricultura social, cultural, económica y ambientalmente sustentable.

ANAP y la revolución agroecológica en Cuba

    

La agroecología jugó un papel crucial en la supervivencia de Cuba ante la crisis causada por el colapso del bloque socialista en Europa durante 1989-1990 y el reforzamiento del embargo impuesto por Estados Unidos. Las campesinas y campesinos cubanos fueron capaces de producir alimentos sin necesidad de los escasos y costosos agroquímicos importados, sustituyéndolos inicialmente por insumos más ecológicos y posteriormente haciendo una transición hacia sistemas agrícolas más agroecológicamente integrados y diversificados. Las prácticas claves incluyeron la conservación de suelos, abonos verdes y compost, rotación de cultivos, policultivos, agroforestería, control biológico de plagas, integración del ganado con los cultivos y diversificación.

Esta rápida transición fue posible gracias a la disponibilidad de alternativas apropiadas, pero ante todo por el aprendizaje y adaptación de la metodología CaC mesoamericana por parte de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) – miembro de LVC – para la construcción de un movimiento agroecológico de base. Entre 1997, cuando la metodología fue introducida, y 2010, cerca de un tercio de todas las familias campesinas cubanas llegaron a participar en el “Movimiento Agroecológico de Campesino a Campesino” dentro de la ANAP. Desde entonces el movimiento ha crecido hasta incluir alrededor de 200,000 familias campesinas, la mitad del campesinado cubano.

En este mismo periodo se ha visto un incremento en la contribución del campesinado a la producción nacional de alimentos en Cuba, producto en parte del movimiento. Esta experiencia revela que 1) la expansión de la agroecología fue rápida y exitosa en gran medida gracias a la metodología social empleada y las dinámicas de movimiento social que fueron creadas, 2) las prácticas agroecológicas evolucionaron con el tiempo y contribuyeron al incremento significativo de la producción relativa y absoluta por parte del sector campesino, 3) estas prácticas generaron beneficios adicionales, como por ejemplo la resiliencia al cambio climático.

Auge del café orgánico en Chiapas, México

El Estado de Chiapas en el sur de México, ofrece una importante experiencia de producción orgánica de café por parte del campesinado indígena que suple los mercados de exportación. El proceso ha sido fuertemente influenciado, dirigido y apoyado por la Teología de la Liberación y la Teología Indígena de la iglesia católica con su vocación por la pobreza. Este proceso se centró en la recuperación del conocimiento popular y ancestral asociado a la cosmovisión Maya, prácticas agroecológicas, la diversificación de cultivos, el reforzamiento de la identidad indígena, la creación de cooperativas y la vinculación con el comercio justo a través de distintos sellos como el Max Havelaar. El punto de inflexión que condujo a la transición de la cafeticultura convencional hacia la cafeticultura orgánica fue la clausura en 1989 del Instituto Mexicano del Café (IMECAFE) que controlaba la exportación de café. Además, Su desmantelamiento coincidió con la caída del precio internacional y la pérdida de rendimiento y rentabilidad de los cultivos, constituyendo tanto una crisis como una oportunidad para las familias campesinas indígenas.

Gracias a la presencia de diversas cooperativas respaldadas en la Teología de la Liberación, así como por la presencia de grupos políticos de izquierda desde la década de 1970,  algunas más apoyadas por el IMECAFE durante tres décadas e incluso varias cooperativas auto-organizadas, fue posible el surgimiento de un proceso organizativo y de comercialización de café orgánico bajo esquemas de comercio orgánico y justo que garantizaron a las familias productoras un mejor precio. Otros elementos importantes fueron la preexistencia de infraestructura física creada por el IMECAFE, el vínculo con la experiencia de comercialización de café orgánico de la Unión de Comunidades Indígenas de la Región Istmo (UCIRI) en Oaxaca, el ejemplo exitoso de la experiencia agroecológica en la finca Irlanda, la existencia de prácticas agroforestales efectivas, el apoyo de los promotores agroecológicos guatemaltecos desplazados por la guerra y el intercambio espontáneo entre el campesinado. Ahora nos encontramos frente a un movimiento fuerte vinculado a la exportación mediante sellos de certificación orgánica que actualmente agrupa 31,000 familias campesinas, la mayoría indígenas, trabajando en un área de aproximadamente 72,000 has (Consejo Estatal de Café 2014). Martínez-Torres presenta datos que muestran que los productores de café orgánico producen aproximadamente con los mismos rendimientos  que los agricultores convencionales, con gastos menores y mayores márgenes de ganancia.

Agricultura Natural de Presupuesto Cero (ANPC) en India

La Agricultura Natural de Presupuesto Cero (ANPC) es un conjunto de métodos agrícolas armados por el agrónomo Subhash Palekar basado en la agroecología y las prácticas tradicionales, que se ha convertido en la base de un movimiento campesino que se ha expandido por varios Estados de la India. La ANPC alcanzó gran éxito primero en el Estado sureño de Karnataka donde encontró terreno fértil dentro del paisaje organizativo agrícola.

La asociación (KRRS), miembro de LVC, ha estimado que solo en Karnataka hay 100,000 familias campesinas asociadas, mientras que a nivel nacional los líderes de la ANCP afirman que el número puede llegar a millones. Este proceso se ha desarrollado sin la existencia de una organización formal, personas contratadas o incluso una cuenta bancaria. El movimiento se beneficia del espíritu de voluntariado de sus miembros campesinos que son los principales protagonistas. Parte del atractivo para los campesinos proviene de la poderosa mezcla creada por Palekar entre la cosmología Hindú y la resistencia frente las corporaciones transnacionales y la revolución verde.

A nivel local, el movimiento tiene una dinámica autoorganizada  y funciona de forma informal. La mayoría de campesinas y campesinos que practican la ANPC se conectan informalmente entre sí y llevan a cabo intercambios horizontales de manera organizada o espontánea, al estilo campesino a campesino. Los líderes surgen naturalmente desde las bases y todas sus actividades son realizadas de forma voluntaria. Cada distrito tiene su propio estilo de organización y realiza sus actividades de manera autónoma sin depender de un control centralizado.

La principal actividad organizada de forma centralizada a nivel estatal son los campamentos de entrenamiento, dirigidos por Palekar. Estos campamentos duran hasta cinco días, con cerca de ocho horas de clases por día y la participación ronda entre los 300 y 5000 agricultores y agricultoras. Dentro de los campamentos se forman redes campesinas, que planean visitas de intercambio y establecen relaciones con campesinos/as-mentores/as.

Una encuesta desarrollada por algunos de nosotros encontró que los trabajos de la ANPC no son vistos únicamente en términos agronómicos, sino que también brindan una variedad de beneficios sociales y económicos. La mayoría de los entrevistados indicaron que tras la adopción de prácticas de ANPC como biofertilizantes, control biológico de plagas, siembra en contornos, policultivos y paja de arroz; vieron mejoras en el rendimiento, conservación de suelos, diversidad de semillas, calidad en la producción, autonomía alimentaria en los hogares, mejores ingresos y salud. Asimismo, las motivaciones más citadas por los agricultores para participar en el movimiento de ANPC, incluyen la salud de sus familias, la autosuficiencia alimentaria y la reducción en los costos de producción. La mayoría experimentó una reducción en los gastos agrícolas y por tanto una menor necesidad de créditos, una de las principales problemáticas del campesinado indio.

Rede Ecovida en el sur de Brasil

    

La creación formal de la Rede Ecovida fue en 1998.  Sin embargo, su formación puede ser trazada a las décadas de 1970 y 1980, momento en que los movimientos sociales confrontaban la concentración de la tierra y al mismo tiempo los efectos negativos socioeconómicos y ambientales de la agricultura moderna basada en agroquímicos. Esto generó las condiciones para la creación de varias iniciativas para una agricultura alternativa, que después comenzó a ser llamada “agroecología”. Las crecientes experiencias se fueron vinculando con la formación de la Rede Tecnologia Alternativa-Sul (Red de tecnologías alternativas-sur, Rede TA-Sul) ligada con la red nacional Rede Projeto em Tecnologia Alternativa (Rede PTA), y otros procesos promovidos por la Pastoral de la Tierra de la iglesia católica, basada en la teología de la liberación, y otras organizaciones locales en busca de alternativas. Ecovida actualmente se compone de nuevos grupos, cooperativas y organizaciones campesinas agroecológicas, cooperativas de consumidores y ONGs, a partir de una estructura descentralizada en 150 municipios de tres estados del sur de Brasil: Rio Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná. El movimiento se ha expandido a 29 organizaciones campesinas, 2700 familias de agricultores, 10 cooperativas de consumidores, 25 asociaciones y 30 agroindustrias localizadas en 18 municipios, con más de 180 mercados campesinos (Ecovida, 2017).

Aunque la red Ecovida tiene un enfoque centralizado en los mercados alternativos, las actividades de sus miembros están arraigadas en prácticas agroecológicas y operan con principios de horizontalidad, solidaridad, justicia y cuidado de la naturaleza que permean la lógica de funcionamiento a través de sus actividades, y les permite ir más allá del mercadeo y de la obtención de ganancias. Su programa de certificación participativa fue una respuesta a la intención del gobierno de regular la producción orgánica a final de la década de 1990 y es un ejemplo de los procesos horizontales que caracterizan a esta red, así como el enfoque pedagógico orientado al aprendizaje transformador. Ecovida sigue un entendimiento sistémico de la agroecología, la promoción de una economía solidaria entre productores y consumidores y una estructura que permite la existencia de diferentes configuraciones de mercados, que van desde la venta puerta a puerta, mercados campesinos, comedores comunitarios, grupos de consumidores, ventas a restaurantes, así como  un circuito de comercialización inter-mercados dentro de los tres Estados.

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