En este artículo se presenta un análisis numérico del trabajo ecológico realizado en Chiapas entre 1980 y 2021, periodo máximo histórico disponible en la Web of Science. El análisis recuperó 2485 registros con un incremento gradual del número de contribuciones por año. Dentro de las 46 disciplinas identificadas, los temas más frecuentemente abordados se relacionan en orden decreciente con la ecología y ciencias ambientales, zoología, ciencias de la vida, conservación de la biodiversidad, ciencias de las plantas, silvicultura y agricultura. Este análisis muestra el interés de la comunidad académica nacional y del extranjero para realizar diversos estudios ecológicos en Chiapas que involucran numerosas escalas espaciales, tiempos, recursos económicos y humanos.
La ciencia ciudadana está en auge en México y el mundo. Este quehacer surge en diversos contextos nacionales como respuesta a las demandas ciudadanas y movilizaciones sociales que reclaman justicia ambiental, a fin de generar evidencia empírica consistente que contradice o desafía discursos oficiales sobre la inocuidad o supuesta seguridad de proyectos de desarrollo que suponen afectaciones medioambientales y ecológicas.
La ciencia ciudadana puede ser de muchos tipos, sin embargo, en este espacio, nos centraremos en los biomonitoreos ciudadanos que suponen una alianza de saberes. Desde hace tres décadas, los biomonitoreos son instrumentos de control y participación ciudadana que logran politizar debates en torno a proyectos tecno-científicos que se presentan como políticamente neutros y científicamente irrefutables. Un excelente ejemplo de ellos son los biomonitoreos de Organismos Genéticamente Modificados (OGMs) que han revelado el flujo de transgenes de un cultivo a otro y/o la contaminación con transgenes ya sea de semillas criollas o convencionales, o de áreas donde no existen permisos para su siembra o de alimentos que se supone son libre de ellos.
En México los biomonitoreos de OGMs han implicado una alianza de saberes entre personas y colectivos con trayectorias profesionales, capitales sociales, culturales y económicos y formas de conocimiento diversas, como son campesinos, científicos y activistas. Todas las anteriores colaborando en objetivos afines en un momento dado. La alianza de saberes para los biomonitoreos ciudadanos cuestiona el supuesto según el cual el único conocimiento válido y verdadero para evaluar el riesgo medioambiental es el producido de manera exclusiva por personas que aplican un conjunto de técnicas y métodos “científicos” y son avalados por instituciones académicas. Más aún, pone al descubierto el debate contemporáneo entre diferentes comunidades científicas, o epistémicas, en torno a ciertos temas polémicos como son los riesgos que suponen los organismos genéticamente modificados para la salud humana y el medio ambiente.
Ilustración: Estelí Meza
El debate desarrollado en México en torno al maíz y soya genéticamente modificados ilustra bien la divergencia de visiones en torno a los riesgos de los OGMs. Los grupos y personas en oposición a los cultivos transgénicos tienen entre sus motivaciones los riesgos ambientales y a la salud humana que suponen estos organismos, pero sobre todo hacen una fuerte crítica al giro neoliberal de la política agrícola del gobierno mexicano que desde la firma comercial del TLCAN optó por la importación de maíz “barato y transgénico” con repercusiones claramente negativas para los pequeños productores, los modos de vida de campesinos e indígenas y el riesgo que representan a los centros de origen y diversidad de los maíces criollos.
La falta de respuesta estatal a las exigencias ciudadanas para la regulación de los OGMs siguiendo el principio precautorio y una política efectiva de bioseguridad ha generado diversas reacciones entre las organizaciones de la sociedad civil que se oponen a los transgénicos. Una de ellas ha sido, en palabras de Ana de Ita la “defensa social autónoma” . Un ejemplo muy ilustrativo fue la creación en 2002 de la coalición “En defensa del maíz”.
La coalición de organizaciones que se sumaron a la red “En defensa del maíz” tuvo entre sus objetivos realizar biomonitoreos ciudadanos en comunidades campesinas de todo el país para identificar la posible contaminación de los maíces nativos por flujo transgénico. Entre 2003 y 2005 organizaciones que participan en la Red evaluaron más de 500 parcelas con milpas campesinas en 150 comunidades de once estados de la República. Los biomonitoreos ciudadanos revelaron contaminación en parcelas de maíces nativos en 18 de las 104 comunidades muestreadas en nueve estados del país.
Otro caso de biomonitoreo ciudadano exitoso de OGMs sucede en la Península de Yucatán donde la Secretaría de Agricultura (Sagarpa), otorgó en 2012, un permiso a Monsanto para el cultivo en fase comercial de soya genéticamente modificada. Este permiso fue dado con el aval de Semarnat, instancia que ignoró los tres dictámenes negativos de las dependencias del gobierno que la conforman: el entonces Instituto Nacional de Ecología (INE), la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). Las tres instituciones dieron dictámenes negativos en los que señalaban el riesgo de contaminación del manto freático por glifosato, los daños a la biodiversidad y los riesgos de contaminación por huracanes que implicaría la siembra de soya transgénica en la Península de Yucatán.
Apicultores y grupos apícolas de Yucatán y Campeche, impugnaron el permiso y lograron en 2015 una sentencia favorable por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que estableció la suspensión del permiso hasta que se realizara una consulta libre, informada, culturalmente adecuada y de buena fe a las comunidades mayas potencialmente afectadas por la liberación de transgénicos.
Una de las principales batallas que entablaron los integrantes de las comunidades mayas durante dicha consulta fue exigir a las autoridades que garantizaran que la soya GM no sería cultivada en el municipio de Hopelchén, en tanto la sentencia de la SCJN estuviese vigente. También pidieron colaborar con el gobierno, desde su conocimiento territorial, a la vigilancia y prevención de la siembra de soya GM. En cuatro acaloradas reuniones con funcionarios del Servicio nacional de sanidad e inocuidad y calidad agroalimentaria (Senasica) dependencia de la Secretaría de agricultura encargada de otorgar los permisos para OGMs agrícolas, representantes de las comunidades mayas hicieron una propuesta de monitoreo y exigieron información clara y oportuna sobre el trabajo de vigilancia que se venía haciendo y más importante aún, sobre las sanciones a los infractores de la prohibición.
El empuje de apicultores y demás habitantes de las comunidades de Hopelchén, en particular de mujeres mayas preocupadas por el futuro y salud de sus hijos y comunidades para abrir la discusión fue, sin embargo, rechazado por las autoridades. Desde la perspectiva de los funcionarios de Senasica y Cibiogem, de la administración anterior, la bioseguridad era una noción de carácter muy acotado e incompatible con la discusión o el acompañamiento ciudadano. En particular, resultaba inconcebible la participación ciudadana en los biomonitoreos que debía realizar Senasica, ya que ésta no estaba definida en ninguna ley. No obstante, campesinos y apicultores mayas lograron documentar en 2017 la presencia de soya GM en 23 mil hectáreas del Estado de Campeche. El hallazgo de plantas de soya GM en áreas no autorizadas obligó a que Senasica en 2018 revocara el permiso otorgado a Monsanto en todo el país. Los monitoreos ciudadanos incluso han sido más frecuentes, extensivos y eficientes que los monitoreos gubernamentales en ciertas regiones del país, logrando ser guías y referencias para los monitoreos a cargo del gobierno.
La alianza de saberes para los biomonitoreos de OGMs significa “suma de saberes complementarios” para alcanzar un fin concreto. En este caso, los saberes territoriales de campesinos e indígenas se conjugaron exitosamente al conocimiento técnico y científico que aportaron científicos con el objetivo de superar las limitaciones técnico-científicos impuestas por la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados. Las experiencias de biomonitoreos ciudadanos de OGMs en México, revelan la importancia de la participación ciudadana para velar por la bioseguridad en una región específica. Solo los habitantes de una región pueden estar al tanto de los cambios en los ecosistemas, relativos a factores exógenos como cultivos transgénicos, fumigaciones aéreas, deforestación, muerte masiva de abejas entre otros eventos de deterioro ambiental. Solo ellos, los directamente afectados, tienen la motivación y legitimidad suficiente para generar mecanismos de vigilancia y control con una cobertura suficiente que garantice, en sentido integral, la bioseguridad en un territorio rural donde las instituciones del estado ya sea que tienen poco alcance o muy poca voluntad para hacerlo.
Este último asunto es clave para comprender el fracaso de la bioseguridad en México: a pesar de la prohibición legal para cultivar soya GM en la Península de Yucatán, este cultivo persiste y aumenta. Incluso con la actual administración del gobierno federal que ha mostrado interés para erradicar la siembra de variedades de cultivos GM, la soya GM persiste en su cultivo. En este contexto se hace más necesaria que nunca una discusión y acciones concretas donde participen actores de la sociedad civil con diferentes perspectivas en torno a los OGMs.
Los biomonitoreos ciudadanos de OGMs han puesto en cuestión el enfoque de participación ciudadana pasiva implícito en el Protocolo de Cartagena de bioseguridad y en la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados y son una propuesta concreta para democratizar la política de bioseguridad en México.
Gabriela Torres-Mazuera y Eric Vides Borrell
Nota: Este texto es un extracto del artículo: “Democratizar la bioseguridad en territorios con diversidad biocultural: la apuesta por una alianza de saberes en México” fue publicado por Journal of Political Ecology (Vol 27:2). Fue escrito por los mismos autores.
Referencias
Kimura, A., Kinchy A. J. “Citizen Science: Probing the Virtues and Contexts of Participatory Research”, Engaging Science, Technology, and Society, 2016, pp. 331-336.
Bonneuil C. “Cultures épistémiques et engagement des chercheurs dans la controverse OGM”, Natures Sciences Société, 2006, 14(3), pp. 257–268.
De Ita, A. “La defensa internacional del maíz contra la contaminación transgénica en su centro de origen”, El Cotidiano (173), 2012.
Kinchy, A. J.“Anti-genetic engineering activism and scientized politics in the case of “contaminated Mexican maize”, Agriculture and Human Values, 2010
Rivera Lopez, F. Análisis de la presencia de proteínas de maíces genéticamente modificados en variedades de maíz nativo en México. (Licenciatura en Biología), Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, 2009.
Torres-Mazuera G., y Ramírez-Espinoza N. “How a Legal Fight Against Monsanto became an Indigenous Self-Determination Claim in Mexico”, Journal of Human Rights Practice. 2022.
Colín M. Bio(in)seguridad en México. Permiso de soya transgénica para Monsanto y la siembra ilegal de soya en el estado de Campeche, México, Greenpeace, 2018.
“Lo que más me gusta de Tapachula, es el calor, la fruta y comer platano verde, me recuerda a mi familia en Haití” (Louis, migrante haitiano)
En Tapachula, Chiapas, algunos solicitantes de la condición de refugio han encontrado diversas formas de vivir en este lugar mientras esperan resolver su situación migratoria, otros y otras que han decidido habitar la ciudad por tiempo indefinido, venden comida en las calles, o atrás del parque Benito Juárez en el corazón de la ciudad. Mujeres haitianas ofrecen productos diversos en carretas móviles, muchos de los cuales son ingredientes cotidianos de la dieta haitiana, a ellas la población local las llama o identifica como “las mujeres de las carretas” o “las negritas de las carretas”, también algunos hombres improvisaron pequeños negocios.[1]
Uno de los productos más demandados es el platano verde o bannann vét como se diría en creole; me atrevería a decir que esta fruta es la base de la comida haitiana y de buena parte de la región del Caribe. La migración trajo no solo consigo a las personas, también sus formas de alimentación, y sus culturas; en Tapachula por ejemplo, la venta y demanda del plátano verde fue en aumento, por lo que poco a poco se fue abriendo su oferta, primero en los mercados de San Sebastián al norte de la ciudad y en el 5 de Mayo en el centro, y luego en muchas tienditas de abarrotes en colonias donde hábitan haitianos y haitianas.
Respecto a ello, una vendedora del mercado San Sebastián comentó:
“El plátano verde ya es un negocio, antes lo compraban algunos hondureños, pero no había mucha gente que vendiera aquí, pero ahora llegaron los haitianos se vende más, ellos consumen mucho, acá nosotros en Tapachula más consumimos el platano maduro, también es sabroso”. (Tapachula, Chiapas, comunicación personal)
Otra vendedora refiere:
“Sí, el consumo del plátano verde ha incrementado, antes se vendía poco, a veces sólo dos personas se conocía que vendían acá en el mercado y tienen sus puestos ahí por donde vende gallinas, pero ahora hay más demanda, hasta el precio ya subió, ahorita ya hasta se ve que los mismos haitianos ya lo venden, dicen que van a comprar a las bodegas de plátano, allá por el sur, ya directamente con los que cosechan”. (Tapachula, Chiapas, comunicación personal)
Antes de la llegada masiva de haitianos y haitianas, el platano verde se vendía solamente a las y los hondureños para que hicieran los tostones, las tajadas, o el tradicional platillo hondureño conocido como Machuca. Sin embargo, el consumo se incrementó considerablemente desde 2018, así como su precio. La docena de plátano verde pasó de venderse en $15 o $20 pesos mexicanos en 2018, a $30 o $35 pesos en la actualidad. En algunas bodegas de Tapachula que comercializan plátanos y guineos, el plátano verde a ganado demanda en el cosumo local. En este sentido, Louis un vendedor haitiano comenta:
“El plátano verde para nosotros es importante, como la tortilla para ustedes, lo consumimos acompañado de pescado y pollo, en otras comidas también, yo me gusta mucho y muchos haitianos son felices de encontrarlo acá, porque no siempre se consigue por donde vamos migrando, en Brasil y en Colombia sí, pero en Chile o en Argentina no se consigue. Yo vendo plátanos y vendo bien, a veces llego a vender más de 10 dócenas en un día, pero ahora ya hay muchos haitianos que venden también, lo que yo aprendí es ir a comprarlo en las bodegas es más barato y le ganas un poco más, me voy temprano para alcanzar buenos plátanos.” (Tapachula, Chiapas, comunicación personal)
La comida es también parte de ese reportorio en la movilidad y el desplazamiento donde las definiciones se tornan inevitables: continuar portando el menú de la cultura “migratoria”. En la comida también econtramos relaciones sociales, nostalgías del lugar donde se salió, emociones, recuerdos y memorias. Según Noelia Carrasco “El trasfondo último de este concepto (comida) es su potencial de revelarnos la dinámica social que subyace a la acción de alimentarse, toda vez que el hecho alimentario se organizaría según estructuras sociales locales, refiriendo roles y estatus, además de la propia concepción cultural del comer.” (2007:85)
Armar el rompecabezas de la ciudad de Tapachula es un gran reto, pues existe una amplia diversidad de historias, comidas, encuentros y desencuentros de las personas que pasan por esta frontera, que dejan huella, que hacen que disfrutemos de la gastronomía diversa en esta ciudad fronteriza…
Bibliografía
Goody, Jack (1995). «Cocina, cuisine y clase». Estudio de sociología comparada. Barcelona, Editorial Gedisa.
Carrasco, Enriquez Noelia (2007). Desarrollo de la antropología de la alimentación en América Latina. Hacía el estudio de los problemas alimentarios contemporáneos. En revista Estudios Sociales, CIAD AC., volumen 16, número 30. México.
[1] En su mayoría haitianos con hieleras en los hombros o en carretas, al preguntarles comentan que han comprado hieleras de unicel y plástico, hielo en las tiendas y se dedican a la venta de refrescos fríos, aguas y otros productos. (Diario de campo, agosto de 2019).
San Juan Cancuc y Chanal son dos municipios chiapanecos que se encuentran entre los diez municipios con mayor cantidad de población en situación de pobreza, 99.3 y 99.1% respectivamente (Coneval, 2020). No es casual que en ambos municipios 98% de su población sea hablante de una lengua indígena (INEGI, 2020). Tzeltales en su mayoría, se enfrentan día a día a limitaciones económicas que les impiden ejercer derechos básicos como salud, educación, empleo digno, alimentación y el bienestar en general.
En ambos municipios, las niñas, los niños y las/os adolescentes ven limitado su derecho a la educación pues no existe suficiente oferta de bachilleratos, la educación secundaria es lo máximo a lo que se puede acceder, más aún si se pertenece a localidades alejadas de las cabeceras municipales.
Para el caso de las niñas y las adolescentes la situación se profundiza. El acceso a la educación es más complicado ya que por su condición de edad y de género se enfrentan a mayores obstáculos derivados de la falta de infraestructura, como alumbrado público, lo que les genera sensación de inseguridad para ir y regresar de la escuela, así como algunos aspectos culturales que favorecen la creencia de que las mujeres pertenecen al espacio privado y deben mantener el orden de género vinculado al trabajo reproductivo y de cuidados.
De ahí que San Juan Cancuc y Chanal sean de los principales municipios proveedores de fuerza de trabajo de servicio doméstico para los centros urbanos del estado de Chiapas, incluso de otras entidades federativas. Desde muy temprana edad (8 o 9 años), las niñas y las adolescentes migran hacia las ciudades de San Cristóbal de las Casas y Tuxtla Gutiérrez a buscar empleo como trabajadoras del hogar. Su incorporación a este tipo de trabajos se da de formas muy diversas, que van desde adopciones informales que implican llegar a un hogar de terceros para recibir comida y sustento a cambio de trabajo doméstico hasta un trato directo entre las empleadoras/es y las niñas y adolescentes sin que medie otro adulto o algún tipo de coacción (Miranda, 2018).
En este contexto, es muy difícil conocer la cifra exacta de cuántas niñas y adolescentes estén trabajando a puerta cerrada bajo eufemismos tales como ahijadas, entenadas, sobrinas e hijas. Lo que se sabe es que el estado de Chiapas detenta el segundo lugar a nivel nacional de mujeres de 15 a 17 años que trabajan como empleadas en una vivienda particular o casa ajena con 30% frente a 11.8% a nivel nacional (INEGI, 2016).
En una investigación que realicé entre 2017 y 2018 titulada “Migración, trabajo doméstico y violencia de género. Niñas, niños y adolescentes en el sureste de México”, se encontraron algunos elementos sobre la forma en que estas niñas y adolescentes experimentan cotidianamente varias opresiones. En sus comunidades de origen sufren marginación y pobreza; en sus hogares están expuestas a violencias intrafamiliares derivadas de la fuerte persistencia del alcoholismo en los hombres, además, tienen escasas posibilidades de estudiar y trabajar, por lo que muchas de ellas deciden migrar para ahorrar dinero y poder seguir con sus estudios (Miranda, 2018).
Lamentablemente, al llegar a trabajar a las ciudades encuentran nuevas formas de opresión vinculadas con ser niñas o adolescentes, ser pobres, ser indígenas y ser migrantes. En sus estancias en hogares de terceros se enfrentan a humillaciones, violencias y explotación económica. Se les raciona la comida, se les somete a horarios extensos de trabajo, sufren acoso sexual, en ocasiones se les encierra bajo llave y es común que les queden a deber el pago por los servicios prestados.
Algunas de ellas expresan malestar por los insultos, las burlas y los regaños que les propinan los miembros de las familias para quienes trabajan, tales humillaciones son el resultado de las estructuras machistas, racistas, clasistas y adultocéntricas que persiste en la actualidad y que permean todos los aspectos de la vida social.
Un ejemplo de ello es el siguiente relato de Luz,[2] una niña de 12 años originaria de Chanal y hablante de tzeltal. Luz expresa lo siguiente ante la pregunta de qué es lo que no le gusta de su trabajo: “no me gusta que me burlen de mis ropas, ni de mis enaguas, nos burlan de ser de Chanal, me dicen la chanela y me gritan que haga bien las cosas, si las de chanal somos sirvientas” (Luz, 12 años, 2018).
Foto: Sarai Miranda Juárez.
Por su parte Mariela, también tzeltal, subraya que preferiría poder salir los domingos como sus primas que trabajan en otras casas y a quienes sí se les permite tener un día de descanso. Mariela proviene de San Juan Cancuc, llegó a Tuxtla Gutiérrez por invitación de una profesora de la escuela primaria de su comunidad para que le ayudara a cuidar a dos bebés. Dado que sus primas tuvieron la misma experiencia desde muy jóvenes, Mariela decidió seguir el mismo camino a los 13 años, una vez terminada la educación primaria. No obstante, ha permanecido encerrada tres meses en la vivienda donde trabaja debido a que sus empleadores le expresan preocupación porque se vaya a ir y los deje abandonados con el trabajo de cuidados que realiza. Así, la estrategia es no permitirle salir:
no he salido desde que llegué, sólo a veces me viene a ver mi prima, pero no tengo permiso de salir, no me deja la señora, no puedo llevar nada de aquí, me dijo la señora que puedo robar algo o irme y no regresar y ella no puede con todo el trabajo… dice que me va a pagar cuando termine de las cosas que hago (Mariela, 13 años, 2018).
Ante estos abusos y humillaciones y a pesar de toda la estructura social que permite la práctica del trabajo infantil y adolescentes sin vigilancia ni control por parte del Estado, las niñas y las adolescentes son capaces de ejercer su agencia y decidir sobre su presente y su futuro. El caso de Luz es ejemplificador.
Luz cuenta que decidió trabajar desde los 8 años con una señora en su comunidad. Así podía comprar sus útiles escolares y no pedirle a su mamá. Durante los periodos vacacionales trabajaba en la casa y la tienda de la señora, y recibía un salario de 60 pesos a la semana, con eso compraba lápices, colores y libretas. Una vez que terminó la primaria su padre le prohibió ir a la secundaria, temía que le pasara algo en el trayecto pues sólo pasaba una combi a las 9 de la mañana y las clases iniciaban a las 7 de la mañana. Ante un evento de violencia familiar y sin posibilidades de asistir a la escuela secundaria, Luz, a los 11 años de edad, decidió migrar al igual que otras adolescentes de Chanal. Había escuchado que podía tomar un taxi colectivo hacia San Cristóbal de las Casas y así lo hizo. Tomó una bolsa de plástico, guardó una falda, una blusa y unas pastillas para el dolor de estómago y fue en busca de trabajo en casa, su objetivo era trabajar para ahorrar dinero y poder estudiar la secundaria en San Cristóbal.
Durante un año, Luz cambió de trabajo en varias ocasiones, no le gusta que la maltraten y que le queden a deber dinero. Cuando no desea tolerar groserías y malos tratos busca nuevo trabajo en los mercados. A decir de la propia Luz: “si vas al mercado, le dices a las señoras si necesitan una muchacha y ahí encuentras otro trabajo, también hay letreros en las carnicerías” (Luz, 12 años, 2018).
Luz logró hacerse de algunos ahorros que le permitieron inscribirse en el sistema de secundaria abierta. Dice que le gusta estudiar matemáticas. En ese entonces sus tareas escolares las iniciaba a las 9 o 10 de la noche, justo cuando terminaba su jornada laboral. Luz ha logrado negociar con varias empleadoras para que pueda salir tres días a la semana de las 16 a 18 horas a las asesorías que le brindan en la escuela abierta. Ha comprado sus libros y cuadernos y en las fiestas navideñas fue a Chanal a visitar a su mamá, le pudo llevar un poco de dinero para ayudarla.
Ante la pregunta sobre de dónde sacó valor para viajar tan joven desde su pueblo, Luz contestó: “no tenía mucho miedo, he trabajado en casa desde niña, me encomiendo a Dios y ya”. En la actualidad, Luz ha logrado pasar ocho materias de la secundaria abierta, pero también ha tenido que pasar algunos periodos sin trabajo pues no está dispuesta a tolerar que la insulten o la humillen por provenir de Chanal.
El ejercicio de su agencia ha estado presente desde una edad muy temprana en su vida. Ha aprendido a desplegar estrategias para hacer frente a las desigualdades de poder a las que se enfrenta en los hogares donde trabaja, sin ningún apoyo del Estado o de su familia, Luz ha construido redes de apoyo con otras jóvenes en similares circunstancias.
Como afirma Pavez (2017), las niñas y adolescentes cuentan con capacidad de agencia y participan de relaciones de poder generacionales y de género con otros actores sociales, ya sea en sus familias o en los espacios que habitan. Bajo esta premisa, las distintas estructuras de opresiones que enfrentan las niñas y adolescentes indígenas de Chanal y San Juan Cancuc las llevan a optar por la migración y el trabajo en hogares de terceros desde la niñez.
Pero el hecho de que sean sujetas activas, capaces de elegir y desplegar estrategias no elimina las limitaciones que les impone el contexto histórico y espacial donde se desenvuelven. Una lacerante realidad para las niñas y adolescentes indígenas tzetales es que tiene que trabajar largas y extenuantes jornadas laborales bajo tratos inhumanos que les vuelven mucho más complicado construir trayectorias educativas con posibilidades de movilidad social ascendente.
Los casos de Luz y Mariela muestran la situación de vulnerabilidad frente a violencias estructurales debido a su género, su condición de clase, su origen indígena y su edad. Nacieron en contextos locales y regionales marcados por bajos niveles de bienestar y escasas ofertas educativas. Su condición de indígenas las coloca en un sector de la población que históricamente se ha incorporado a empleos relacionados con tareas domésticas y de cuidados, con condiciones de informalidad y expuestas a malos tratos y abusos por parte de los empleadores.
Ante ello, cabe reflexionar sobre la deuda histórica que mantiene la sociedad mexicana frente a las niñas y las adolescentes indígenas que experimentan múltiples subordinaciones, en una sociedad adultocéntrica, patriarcal, racista, y con graves niveles de violencia y desigualdad.
Bibliografía
Coneval (2020), Medición de la pobreza 2016-2020, México.
INEGI (2020), Censo de Población y Vivienda 2020, México.
——————- (2016), Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016, México.
Pavez Soto, Iskra (2017), “La niñez en las migraciones globales: perspectivas teóricas para analizar su participación”, en Tla-melaua. Revista de Ciencias Sociales, vol. 10, núm. 41, pp. 96-113.
Miranda, Sarai (2018), “Ser niña, indígena y migrante. Curso de vida y agencia en contextos sociales signados por la violencia de género y la desigualdad. El caso de una niña tsotsil originaria de los Altos de Chiapas”, en Journal de Ciencias Sociales, vol. 5, núm. 11, pp. 52-73.
La cotidianidad de la violencia puede anestesiar a la opinión pública, pero no a quienes la sufren todos los días. No pasa uno sin que se sucedan baños de balas contra más de una decena de comunidades tsotsiles del municipio de Aldama, en los Altos de Chiapas. Sólo el 27 de febrero, La Jornada recibió el reporte, en tiemporeal, de 31 agresiones armadas desde la comunidad de Santa Martha, en el vecino Chenalhó. En enero de 2022 fueron 230 ataques. Es posible que al terminar febrero alcancen el medio millar.
La investigadora Carla Zamora Lomelí, con muchos años de trabajo académico en los Altos de Chiapas, al documentar la violencia sin freno en San Cristóbal de Las Casas, apunta: Es claro que existe una disputa por el control territorial de grupos asociados con la delincuencia organizada. Las casas de seguridad que resguardan a centenares de migrantes (como quedó evidenciado luego del accidente carretero que cobró la vida de56 personas en diciembre) operan en completa impunidad, mientras el acceso al mercado de armas es sencillo. Zamora Lomelí concluye: En Chiapas la guerra parece perpetuarse y la justicia es cada vez más difusa.
El Golfo de México es una de las regiones de mayor producción de petróleo en el mundo, por lo que es necesario determinar el impacto de un derrame de hidrocarburos sobre la biodiversidad marina, la cual brinda servicios ambientales relacionados con el turismo, la pesca y la captura de carbono, entre otros, y generar estrategias de respuesta y mitigación.
Rossanna del Pilar Rodríguez Canul, Jorge Herrera Silveira, investigadores del Departamento de Recursos del Mar del Cinvestav Unidad Mérida, y Daniel Pech, de El Colegio de la Frontera Sur Unidad Campeche, participaron en un estudio para evaluar, en condiciones experimentales, la vulnerabilidad de dos especies de peces y de comunidades de fitoplancton que fueron expuestas a diferentes concentraciones de hidrocarburos.
En el caso de los peces, el grupo de investigación trabajó con el lenguado (Achirus lineatus) que habita el fondo marino y la corvina roja (Sciaenops ocellatus) presente en la columna de agua. En los experimentos se identificó que conforme aumenta la concentración de hidrocarburos y el tiempo de exposición, también incrementa la vulnerabilidad de ambas especies.
Además, registraron alteraciones en la expresión de genes relacionados con la respuesta a contaminantes, cambios en el núcleo de las células (microcitos y micronúcleos), daños en branquias, gónadas e hígado; impactos que se vuelven más graves e incluso irreversibles a mayor tiempo de contacto con el petróleo.
Rodríguez Canul explicó que los lenguados (A. lineatus) son más resistentes al petróleo; en cambio las corvinas (S. ocellatus) tuvieron alrededor de 10 por ciento de mortalidad a ocho horas de la exposición inicial.
La exuberante selva maya, en la que han interactuado sus habitantes por miles de años, pasa por una de las etapas más cruciales debido a diversos factores como el imparable saqueo maderero y de otros recursos, o el cambio climático.
Lee la nota completa de la entrevista realizada a la Dra. Ligia Esparza, investigadora de la Unidad Campeche, por el periódico la voz del caracol, donde nos cuenta como el uso y manejo de la biodiversidad de la selva maya, forma parte de nuestra herencia y se refleja en el uso de especies vegetales que nos sirven de sustento o para prácticas de uso medicinal.
Escrito por Yensi Recinos-Aguilar y Julio C. Rojas
Los insectos han demostrado tener las cualidades y características necesarias para aportar información relevante durante una escena forense. Su gran abundancia, su pequeño tamaño, su fácil acceso a casi cualquier escenario y su capacidad de localizar restos en descomposición, los ha situado como agentes potenciales para estimar el tiempo transcurrido desde su llegada a un cadáver y su hallazgo, conocido como intervalo post mortem mínimo. Además, se ha demostrado que los insectos son piezas claves en el establecimiento de posibles situaciones y causas asociadas a la muerte. Por ejemplo, en el traslado de un cuerpo, al encontrarse evidencias entomológicas que no corresponden con el sitio del hallazgo, evidencia de sustancias tóxicas o drogas en el contenido gástrico de las larvas que se alimentan directamente del cadáver o, incluso algunas situaciones de maltrato y negligencia en el cuidado de adultos mayores y niños.
Es así que, la entomología forense, dentro del área médico-legal, se ha situado como una rama de las ciencias forenses encargadas de estudiar aquellos insectos asociados directamente con el proceso de descomposición de un cadáver y su utilidad en la resolución de casos judiciales.
Pero, ¿cómo los insectos pueden localizar un cadáver a kilómetros de distancia?
Los insectos poseen receptores quimio-sensoriales ubicados prácticamente en todo el cuerpo, pero estos ocurren más frecuentemente en las antenas, que equivalen a la nariz en los insectos. Las neuronas olfativas están invaginadas en los pelos (sénsulos) de las antenas, en donde puede haber hasta miles de estos, como es el caso de las antenas de la mosca Calliphora sp., una especie encontrada al inicio de la descomposición del cadáver. Este tipo de neuronas son las responsables de dotar a los insectos de esa capacidad infalible para detectar un cadáver a partir del olor que el cuerpo comienza a liberar una vez se ha producido el deceso.
La mayoría de los componentes del olor de la muerte son compuestos químicos volátiles, es decir, que se propagan fácilmente a través del aire, llevando información esencial o útil para los insectos atraídos a este tipo de recursos en donde encontrarán sitios de alimentación, parejas o lugares para la oviposición.
Los insectos, en general, interactúan diariamente con un gran número de olores producidos por los diferentes organismos de su medio (plantas, otros insectos y otros organismos). De esta gama de compuestos volátiles, ellos son capaces de identificar y responder únicamente a aquellos que les son ecológicamente relevantes, generando en ellos una respuesta específica en su comportamiento o en su fisiología.
En el caso de las moscas necrófagas, se ha demostrado que la actividad de algunas de sus neuronas olfativas, responden de manera inmediata ante el estímulo de un determinado olor, generando un espectro de respuestas fisiológicas y que eventualmente, junto con la integración de otros estímulos en el cerebro, desencadenan el comportamiento del insecto, mientras que otras neuronas prácticamente no muestran señal de actividad. Este comportamiento peculiar a determinadas moléculas de olor, representa una ventaja para estas moscas al momento de evaluar las condiciones del cadáver, identificando a distancia, si el cadáver presenta las condiciones necesarias para que sus larvas puedan alimentarse sin competencia o sin correr el riesgo de ser depredadas por otros organismos, es decir, las moscas tienen la capacidad de reconocer si el cadáver se encuentra al inicio o al final de la descomposición.
La respuesta específica de las moscas a algunos de los compuestos volátiles emitidos por el cadáver, puede ser uno de los principales factores involucrados en la sucesión de insectos que se observa a lo largo de la descomposición de un cadáver, facilitando a los investigadores asociar el tiempo de llegada de estos insectos con el tiempo de muerte.
Ejemplar de mosca macho de la familia Sarcophagidae. Los miembros de esta familia generalmente son observados sobre restos en descomposición. Fotografía: Eduardo Rafael Chamé Vázquez.
Entonces, ¿a qué huele la muerte?
Una vez que la muerte se produce, inmediatamente una serie de procesos bioquímicos tienen lugar a nivel celular. La autolisis generalizada que va presentado el cadáver, propicia que las barreras tisulares que mantenían al margen a los microbios como Lactobacillus, Clostridia, Streptococcus, Coliformes, Proteus, Pseudomonas, entre otros más, presentes en el cuerpo, principalmente el sistema digestivo, se dispersen y degraden carbohidratos, proteínas y lípidos, produciendo diferentes compuestos químicos responsables de los cambios de color, olor y consistencia de un cadáver.
Durante el primer estado de putrefacción, se libera una gran cantidad de compuestos volátiles al ambiente, y aunque aún no se han caracterizado todos, la mayoría de los estudios enfocados en este campo, coinciden en que los responsables de este olor particular, se debe a las grandes cantidades de compuestos sulfurados (dimetil sulfuro, dimetil disulfuro y dimetil trisulfuro), así como a compuestos productos de la fermentación (metano, hidrógeno, sulfuro de hidrógeno y dióxido de carbono). Algunos otros compuestos de importancia forense son producto de la fermentación de alcoholes (etanol y butanol), acetona, y aquellos compuestos producto de la desnaturalización de proteínas (putrescina y cadaverina).
Sin embargo, como se mencionó anteriormente, el perfil de olores va cambiando, ya que la descomposición es un proceso dinámico, por lo que estas moléculas nunca se encuentran en la misma concentración y proporción. Se ha demostrado que el olor de la muerte es responsable de la atracción principalmente de moscas de la familia Calliphoridae, Sarcophagidae y Muscidae. Pero es interesante saber, que no todas son atraídas al mismo tiempo o con el mismo propósito, ya que al cadáver pueden llegar hembras grávidas, no grávidas y machos. Por lo tanto, es importante analizar cuáles y en qué concentración estas moléculas desencadenan la atracción de una especie en un estado fisiológico determinado.
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Es importante saber que esta mezcla de compuestos que se liberan constantemente durante la descomposición de un cadáver, está influenciada principalmente por varios factores ambientales como la temperatura y la humedad. Se ha observado que ambos factores abióticos juegan un papel importante en la velocidad de desarrollo de los microorganismos que se alimentan directamente del tejido en descomposición. Las bajas temperaturas, generalmente ralentizan el metabolismo y la proliferación de los microorganismos en el cadáver, propiciando una degradación inicial lenta de los tejidos.
Esta desacelerada participación de los microorganismos en la destrucción de las macromoléculas, evita que los compuestos volátiles, productos de estas reacciones primarias, sean liberados al ambiente en grandes cantidades, como sucede en condiciones de temperatura y humedad elevadas. Sin embargo, aunque las moléculas volátiles se liberen lentamente y el olfato humano no sea capaz de percibir la presencia de un cadáver bajo estas condiciones, se ha observado que las neuronas olfativas de los insectos han evolucionado para detectar estas pequeñas trazas de olor difundidas en el ambiente.
No obstante, es necesario también considerar que, durante la descomposición de un cadáver, participan una variedad de factores bióticos que pueden interferir en el proceso de atracción de las moscas. Ejemplo de esto, es la misma actividad de las especies que llegan al cadáver, en consecuencia, existe un momento en que es visible una gran cantidad de larvas sobre el cadáver, evitando que las moscas adultas realicen nuevas puestas de huevos sobre el tejido restante. Estas observaciones, hacen suponer que en estas condiciones, se emiten compuestos volátiles que inhiben a las hembras para nuevas puestas de huevo y, por consiguiente, a los machos para la búsqueda de pareja.
Por otra parte, se pueden mencionar los casos de depredación o parasitismo en cuerpos en descomposición como ocurre con las avispas parasitoides (Alysia manducator, Hymenoptera: Braconidae), que parasitan huevos de la mosca azul (Calliphora vicina, Diptera: Calliphoridae), por lo que se les ha visto presentes sobre el cadáver, una vez que estas moscas han colocado sus huevos. Sin embargo, en estos casos, los compuestos químicos que atraen a estos parasitoides, aún no se han identificado. Además, se desconoce si son volátiles liberados por el cuerpo en descomposición o si son producidos por las moscas durante su actividad sobre el cadáver.
Si bien, los compuestos volátiles producto de la actividad de los microbios han sido estudiados durante mucho tiempo, no se sabe casi nada sobre el impacto de la alimentación y actividad de los insectos en la emisión de compuestos, que pudiera influir directamente en la llegada de especies posteriores.
¿Qué estudios se hacen en México sobre este tema?
En México, actualmente el estudio de insectos está principalmente enfocado en solucionar problemas asociados con la sanidad vegetal y vectores transmisores de enfermedades, como mosquitos y chinches hematófagas. No obstante, aunque la entomología forense cobró interés a finales de los 90 del siglo pasado, los estudios se han centrado en la caracterización de la entomofauna asociada a los cadáveres. Los primeros estudios fueron realizados por el personal del Servicio Médico Forense y de Antropología Forense de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México. Siguiendo algunas universidades y procuradurías ubicadas en los estados de Baja California, Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila, y recientemente se han unido algunas instituciones del sur del país.
En el caso específico del estudio y análisis de los compuestos volátiles liberados durante la descomposición de un cadáver, únicamente se han realizado estudios en El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Tapachula, Chiapas. Los resultados de estos estudios han demostrado la presencia de seis compuestos químicos volátiles (dimetil disulfuro, dimetil trisulfuro, dimetil tetrasulfuro, fenol, indol, p-cresol), emitidos en diferentes cantidades relativas según el tiempo de descomposición. De estos compuestos, se observó una asociación aparente entre los momentos de su mayor emisión con la presencia de moscas de interés forense (ρ-cresol con Lucilia eximia, fenol, dimetil disulfuro y dimetil trisulfuro con Chrysomya rufifacies e indol con Cochliomyia macellaria). Además, se demostró que los compuestos azufrados (dimetil disulfuro y dimetil trisulfuro), estuvieron presentes durante todo el proceso de descomposición, independientemente de la presencia de larvas de moscas sobre los cadáveres. También se logró identificar que el mayor porcentaje de moscas que visitan un cuerpo en descomposición son hembras grávidas, siendo más abundantes en los restos con un mayor tiempo de descomposición.
Aunque las investigaciones aún son escasas, el panorama es alentador, y se espera que en un futuro cercano los estudios se incrementen y su aplicabilidad pueda ser parte de los procesos legales en el país.
Para Saber Más:
Espinoza-Diaz C., Verdugo-Guilcaso A., Saquipay-Ortega H., Velásquez-Zambrano C., Ganan-Perrazo J., Falconez-Cobeña K., Nuñez-Pérez M. y Morales-Carrasco A. (2020). «La entomología forense en Latinoamérica». Archivos Venezolanos de Farmacología y Terapéutica, 39(1), 29-34. http://revistaavft.com/images/revistas/2020/avft_1_2020/8_entoma.pdf
Recinos-Aguilar Y.M., García-García M.D., Malo E.A., Cruz-López L., Cruz-Esteban S. y Rojas J.C. (2020). «The succession of flies of forensic importance is influenced by volatiles organic compounds emitted during the first hours of decomposition of chicken remains». Journal of Medical Entomology, 57(5), 1411-1420. DOI: 10.1093/jme/tjaa064
Recinos-Aguilar Y.M., García-García M.D., Malo E.A., Cruz-López L. y Rojas J.C. (2019). «The colonization of necrophagous larvae accelerates the decomposition of chicken carcass and the emission of volatile attractants for blowflies (Diptera: Calliphoridae)». Journal of Medical Entomology, 56(6), 1590-1597. DOI: 10.1093/jme/tjz104
Yensy Recinos-Aguilar. Grupo de Ecología de Artrópodos y Manejo de Plagas, El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Tapachula, Chiapas.
Unos 25 ejemplares de Manatíes serán marcados para monitorear sus comportamientos y la vida que llevan en las costas quintanarroenses, como parte de las investigaciones que se llevan a cabo para ayudar a la preservación de estas especies.
Los estudios forman parte del proyecto denominado “Estado de conservación de la población de Manatíes en Quintana Roo y la conectividad de las poblaciones en la zona costera”, a cargo de investigadores en El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) Unidad Chetumal y Sac-Tun, quienes pretenden obtener mayor información de estos animales característicos de la zona.
El profesor Benjamín Morales Vela, investigador de Ecosur informó que este importante proyecto pretende recabar la mayor información respecto a la población de estos mamíferos, específicamente en la Bahía de Chetumal, que es un área natural protegida y denominada “Santuario del Manatí” desde el 24 de octubre de 1996.
“Los dispositivos nos proporcionarán información muy importante acerca de estos ejemplares y sus grupos con los que acostumbran a interactuar, como por ejemplo los lugares por donde se desplazan, las distancias que recorren, dónde se alimentan y dónde pasan la mayor parte del tiempo”, lo cual les ayudará a colaborar para la preservación de esta especie.
Dijo que pretenden conocer también historias de vida de cada uno de esos 25 ejemplares que serán monitoreados diariamente, conocer e identificar sus comportamientos de cada uno y también estar al tanto de sus estados de salud.
Aunque no se especificó si se tienen algunas características especiales de los animales que se van a elegir para estudiar, indicó que esto representará un gran avance dentro de los trabajos que se hacen en cuanto a esta especia, así como para promover y ayudar a la conservación y cuidados de estos carismáticos y amigables mamíferos que tienen su hogar en las aguas del caribe mexicano.
Recientemente, los investigadores dieron a conocer que en las costas quintanarroenses habitan más de 150 ejemplares, lo que representa una cifra bastante positiva.