El Golfo de México es una de las regiones de mayor producción de petróleo en el mundo, por lo que es necesario determinar el impacto de un derrame de hidrocarburos sobre la biodiversidad marina, la cual brinda servicios ambientales relacionados con el turismo, la pesca y la captura de carbono, entre otros, y generar estrategias de respuesta y mitigación.
Rossanna del Pilar Rodríguez Canul, Jorge Herrera Silveira, investigadores del Departamento de Recursos del Mar del Cinvestav Unidad Mérida, y Daniel Pech, de El Colegio de la Frontera Sur Unidad Campeche, participaron en un estudio para evaluar, en condiciones experimentales, la vulnerabilidad de dos especies de peces y de comunidades de fitoplancton que fueron expuestas a diferentes concentraciones de hidrocarburos.
En el caso de los peces, el grupo de investigación trabajó con el lenguado (Achirus lineatus) que habita el fondo marino y la corvina roja (Sciaenops ocellatus) presente en la columna de agua. En los experimentos se identificó que conforme aumenta la concentración de hidrocarburos y el tiempo de exposición, también incrementa la vulnerabilidad de ambas especies.
Además, registraron alteraciones en la expresión de genes relacionados con la respuesta a contaminantes, cambios en el núcleo de las células (microcitos y micronúcleos), daños en branquias, gónadas e hígado; impactos que se vuelven más graves e incluso irreversibles a mayor tiempo de contacto con el petróleo.
Rodríguez Canul explicó que los lenguados (A. lineatus) son más resistentes al petróleo; en cambio las corvinas (S. ocellatus) tuvieron alrededor de 10 por ciento de mortalidad a ocho horas de la exposición inicial.
La exuberante selva maya, en la que han interactuado sus habitantes por miles de años, pasa por una de las etapas más cruciales debido a diversos factores como el imparable saqueo maderero y de otros recursos, o el cambio climático.
Lee la nota completa de la entrevista realizada a la Dra. Ligia Esparza, investigadora de la Unidad Campeche, por el periódico la voz del caracol, donde nos cuenta como el uso y manejo de la biodiversidad de la selva maya, forma parte de nuestra herencia y se refleja en el uso de especies vegetales que nos sirven de sustento o para prácticas de uso medicinal.
Escrito por Yensi Recinos-Aguilar y Julio C. Rojas
Los insectos han demostrado tener las cualidades y características necesarias para aportar información relevante durante una escena forense. Su gran abundancia, su pequeño tamaño, su fácil acceso a casi cualquier escenario y su capacidad de localizar restos en descomposición, los ha situado como agentes potenciales para estimar el tiempo transcurrido desde su llegada a un cadáver y su hallazgo, conocido como intervalo post mortem mínimo. Además, se ha demostrado que los insectos son piezas claves en el establecimiento de posibles situaciones y causas asociadas a la muerte. Por ejemplo, en el traslado de un cuerpo, al encontrarse evidencias entomológicas que no corresponden con el sitio del hallazgo, evidencia de sustancias tóxicas o drogas en el contenido gástrico de las larvas que se alimentan directamente del cadáver o, incluso algunas situaciones de maltrato y negligencia en el cuidado de adultos mayores y niños.
Es así que, la entomología forense, dentro del área médico-legal, se ha situado como una rama de las ciencias forenses encargadas de estudiar aquellos insectos asociados directamente con el proceso de descomposición de un cadáver y su utilidad en la resolución de casos judiciales.
Pero, ¿cómo los insectos pueden localizar un cadáver a kilómetros de distancia?
Los insectos poseen receptores quimio-sensoriales ubicados prácticamente en todo el cuerpo, pero estos ocurren más frecuentemente en las antenas, que equivalen a la nariz en los insectos. Las neuronas olfativas están invaginadas en los pelos (sénsulos) de las antenas, en donde puede haber hasta miles de estos, como es el caso de las antenas de la mosca Calliphora sp., una especie encontrada al inicio de la descomposición del cadáver. Este tipo de neuronas son las responsables de dotar a los insectos de esa capacidad infalible para detectar un cadáver a partir del olor que el cuerpo comienza a liberar una vez se ha producido el deceso.
La mayoría de los componentes del olor de la muerte son compuestos químicos volátiles, es decir, que se propagan fácilmente a través del aire, llevando información esencial o útil para los insectos atraídos a este tipo de recursos en donde encontrarán sitios de alimentación, parejas o lugares para la oviposición.
Los insectos, en general, interactúan diariamente con un gran número de olores producidos por los diferentes organismos de su medio (plantas, otros insectos y otros organismos). De esta gama de compuestos volátiles, ellos son capaces de identificar y responder únicamente a aquellos que les son ecológicamente relevantes, generando en ellos una respuesta específica en su comportamiento o en su fisiología.
En el caso de las moscas necrófagas, se ha demostrado que la actividad de algunas de sus neuronas olfativas, responden de manera inmediata ante el estímulo de un determinado olor, generando un espectro de respuestas fisiológicas y que eventualmente, junto con la integración de otros estímulos en el cerebro, desencadenan el comportamiento del insecto, mientras que otras neuronas prácticamente no muestran señal de actividad. Este comportamiento peculiar a determinadas moléculas de olor, representa una ventaja para estas moscas al momento de evaluar las condiciones del cadáver, identificando a distancia, si el cadáver presenta las condiciones necesarias para que sus larvas puedan alimentarse sin competencia o sin correr el riesgo de ser depredadas por otros organismos, es decir, las moscas tienen la capacidad de reconocer si el cadáver se encuentra al inicio o al final de la descomposición.
La respuesta específica de las moscas a algunos de los compuestos volátiles emitidos por el cadáver, puede ser uno de los principales factores involucrados en la sucesión de insectos que se observa a lo largo de la descomposición de un cadáver, facilitando a los investigadores asociar el tiempo de llegada de estos insectos con el tiempo de muerte.
Ejemplar de mosca macho de la familia Sarcophagidae. Los miembros de esta familia generalmente son observados sobre restos en descomposición. Fotografía: Eduardo Rafael Chamé Vázquez.
Entonces, ¿a qué huele la muerte?
Una vez que la muerte se produce, inmediatamente una serie de procesos bioquímicos tienen lugar a nivel celular. La autolisis generalizada que va presentado el cadáver, propicia que las barreras tisulares que mantenían al margen a los microbios como Lactobacillus, Clostridia, Streptococcus, Coliformes, Proteus, Pseudomonas, entre otros más, presentes en el cuerpo, principalmente el sistema digestivo, se dispersen y degraden carbohidratos, proteínas y lípidos, produciendo diferentes compuestos químicos responsables de los cambios de color, olor y consistencia de un cadáver.
Durante el primer estado de putrefacción, se libera una gran cantidad de compuestos volátiles al ambiente, y aunque aún no se han caracterizado todos, la mayoría de los estudios enfocados en este campo, coinciden en que los responsables de este olor particular, se debe a las grandes cantidades de compuestos sulfurados (dimetil sulfuro, dimetil disulfuro y dimetil trisulfuro), así como a compuestos productos de la fermentación (metano, hidrógeno, sulfuro de hidrógeno y dióxido de carbono). Algunos otros compuestos de importancia forense son producto de la fermentación de alcoholes (etanol y butanol), acetona, y aquellos compuestos producto de la desnaturalización de proteínas (putrescina y cadaverina).
Sin embargo, como se mencionó anteriormente, el perfil de olores va cambiando, ya que la descomposición es un proceso dinámico, por lo que estas moléculas nunca se encuentran en la misma concentración y proporción. Se ha demostrado que el olor de la muerte es responsable de la atracción principalmente de moscas de la familia Calliphoridae, Sarcophagidae y Muscidae. Pero es interesante saber, que no todas son atraídas al mismo tiempo o con el mismo propósito, ya que al cadáver pueden llegar hembras grávidas, no grávidas y machos. Por lo tanto, es importante analizar cuáles y en qué concentración estas moléculas desencadenan la atracción de una especie en un estado fisiológico determinado.
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Es importante saber que esta mezcla de compuestos que se liberan constantemente durante la descomposición de un cadáver, está influenciada principalmente por varios factores ambientales como la temperatura y la humedad. Se ha observado que ambos factores abióticos juegan un papel importante en la velocidad de desarrollo de los microorganismos que se alimentan directamente del tejido en descomposición. Las bajas temperaturas, generalmente ralentizan el metabolismo y la proliferación de los microorganismos en el cadáver, propiciando una degradación inicial lenta de los tejidos.
Esta desacelerada participación de los microorganismos en la destrucción de las macromoléculas, evita que los compuestos volátiles, productos de estas reacciones primarias, sean liberados al ambiente en grandes cantidades, como sucede en condiciones de temperatura y humedad elevadas. Sin embargo, aunque las moléculas volátiles se liberen lentamente y el olfato humano no sea capaz de percibir la presencia de un cadáver bajo estas condiciones, se ha observado que las neuronas olfativas de los insectos han evolucionado para detectar estas pequeñas trazas de olor difundidas en el ambiente.
No obstante, es necesario también considerar que, durante la descomposición de un cadáver, participan una variedad de factores bióticos que pueden interferir en el proceso de atracción de las moscas. Ejemplo de esto, es la misma actividad de las especies que llegan al cadáver, en consecuencia, existe un momento en que es visible una gran cantidad de larvas sobre el cadáver, evitando que las moscas adultas realicen nuevas puestas de huevos sobre el tejido restante. Estas observaciones, hacen suponer que en estas condiciones, se emiten compuestos volátiles que inhiben a las hembras para nuevas puestas de huevo y, por consiguiente, a los machos para la búsqueda de pareja.
Por otra parte, se pueden mencionar los casos de depredación o parasitismo en cuerpos en descomposición como ocurre con las avispas parasitoides (Alysia manducator, Hymenoptera: Braconidae), que parasitan huevos de la mosca azul (Calliphora vicina, Diptera: Calliphoridae), por lo que se les ha visto presentes sobre el cadáver, una vez que estas moscas han colocado sus huevos. Sin embargo, en estos casos, los compuestos químicos que atraen a estos parasitoides, aún no se han identificado. Además, se desconoce si son volátiles liberados por el cuerpo en descomposición o si son producidos por las moscas durante su actividad sobre el cadáver.
Si bien, los compuestos volátiles producto de la actividad de los microbios han sido estudiados durante mucho tiempo, no se sabe casi nada sobre el impacto de la alimentación y actividad de los insectos en la emisión de compuestos, que pudiera influir directamente en la llegada de especies posteriores.
¿Qué estudios se hacen en México sobre este tema?
En México, actualmente el estudio de insectos está principalmente enfocado en solucionar problemas asociados con la sanidad vegetal y vectores transmisores de enfermedades, como mosquitos y chinches hematófagas. No obstante, aunque la entomología forense cobró interés a finales de los 90 del siglo pasado, los estudios se han centrado en la caracterización de la entomofauna asociada a los cadáveres. Los primeros estudios fueron realizados por el personal del Servicio Médico Forense y de Antropología Forense de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México. Siguiendo algunas universidades y procuradurías ubicadas en los estados de Baja California, Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila, y recientemente se han unido algunas instituciones del sur del país.
En el caso específico del estudio y análisis de los compuestos volátiles liberados durante la descomposición de un cadáver, únicamente se han realizado estudios en El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Tapachula, Chiapas. Los resultados de estos estudios han demostrado la presencia de seis compuestos químicos volátiles (dimetil disulfuro, dimetil trisulfuro, dimetil tetrasulfuro, fenol, indol, p-cresol), emitidos en diferentes cantidades relativas según el tiempo de descomposición. De estos compuestos, se observó una asociación aparente entre los momentos de su mayor emisión con la presencia de moscas de interés forense (ρ-cresol con Lucilia eximia, fenol, dimetil disulfuro y dimetil trisulfuro con Chrysomya rufifacies e indol con Cochliomyia macellaria). Además, se demostró que los compuestos azufrados (dimetil disulfuro y dimetil trisulfuro), estuvieron presentes durante todo el proceso de descomposición, independientemente de la presencia de larvas de moscas sobre los cadáveres. También se logró identificar que el mayor porcentaje de moscas que visitan un cuerpo en descomposición son hembras grávidas, siendo más abundantes en los restos con un mayor tiempo de descomposición.
Aunque las investigaciones aún son escasas, el panorama es alentador, y se espera que en un futuro cercano los estudios se incrementen y su aplicabilidad pueda ser parte de los procesos legales en el país.
Para Saber Más:
Espinoza-Diaz C., Verdugo-Guilcaso A., Saquipay-Ortega H., Velásquez-Zambrano C., Ganan-Perrazo J., Falconez-Cobeña K., Nuñez-Pérez M. y Morales-Carrasco A. (2020). «La entomología forense en Latinoamérica». Archivos Venezolanos de Farmacología y Terapéutica, 39(1), 29-34. http://revistaavft.com/images/revistas/2020/avft_1_2020/8_entoma.pdf
Recinos-Aguilar Y.M., García-García M.D., Malo E.A., Cruz-López L., Cruz-Esteban S. y Rojas J.C. (2020). «The succession of flies of forensic importance is influenced by volatiles organic compounds emitted during the first hours of decomposition of chicken remains». Journal of Medical Entomology, 57(5), 1411-1420. DOI: 10.1093/jme/tjaa064
Recinos-Aguilar Y.M., García-García M.D., Malo E.A., Cruz-López L. y Rojas J.C. (2019). «The colonization of necrophagous larvae accelerates the decomposition of chicken carcass and the emission of volatile attractants for blowflies (Diptera: Calliphoridae)». Journal of Medical Entomology, 56(6), 1590-1597. DOI: 10.1093/jme/tjz104
Yensy Recinos-Aguilar. Grupo de Ecología de Artrópodos y Manejo de Plagas, El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Tapachula, Chiapas.
Unos 25 ejemplares de Manatíes serán marcados para monitorear sus comportamientos y la vida que llevan en las costas quintanarroenses, como parte de las investigaciones que se llevan a cabo para ayudar a la preservación de estas especies.
Los estudios forman parte del proyecto denominado “Estado de conservación de la población de Manatíes en Quintana Roo y la conectividad de las poblaciones en la zona costera”, a cargo de investigadores en El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) Unidad Chetumal y Sac-Tun, quienes pretenden obtener mayor información de estos animales característicos de la zona.
El profesor Benjamín Morales Vela, investigador de Ecosur informó que este importante proyecto pretende recabar la mayor información respecto a la población de estos mamíferos, específicamente en la Bahía de Chetumal, que es un área natural protegida y denominada “Santuario del Manatí” desde el 24 de octubre de 1996.
“Los dispositivos nos proporcionarán información muy importante acerca de estos ejemplares y sus grupos con los que acostumbran a interactuar, como por ejemplo los lugares por donde se desplazan, las distancias que recorren, dónde se alimentan y dónde pasan la mayor parte del tiempo”, lo cual les ayudará a colaborar para la preservación de esta especie.
Dijo que pretenden conocer también historias de vida de cada uno de esos 25 ejemplares que serán monitoreados diariamente, conocer e identificar sus comportamientos de cada uno y también estar al tanto de sus estados de salud.
Aunque no se especificó si se tienen algunas características especiales de los animales que se van a elegir para estudiar, indicó que esto representará un gran avance dentro de los trabajos que se hacen en cuanto a esta especia, así como para promover y ayudar a la conservación y cuidados de estos carismáticos y amigables mamíferos que tienen su hogar en las aguas del caribe mexicano.
Recientemente, los investigadores dieron a conocer que en las costas quintanarroenses habitan más de 150 ejemplares, lo que representa una cifra bastante positiva.
En todo Quintana Roo se estima que viven hasta 250 ejemplares de manatíes, revela estudio del Ecosur.
Al menos unos 150 manatíes habitan en las costas de Quintana Roo, de acuerdo con la última contabilización hecha por investigadores en El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) Unidad Chetumal.
Benjamín Morales Vela, investigador en Ecosur Chetumal informó que en la última actualización de distribución de estos mamíferos, se logró contabilizar 150 ejemplares, aunque la cifra pudiera llegar hasta 250 debido a que únicamente se identificó a los que estaban visibles durante el estudio.
Detalló que el trabajo de actualización consistió en sobrevolar toda la extensión de costas del estado, en el que se fueron contabilizando los ejemplares que eran visibles gracias a la claridad del agua, logrando identificar 150 individuos, de los cuales 11 son crías, 7.3% de la población, lo que significa que se cuenta con una reproducción sana de estos ejemplares.
No obstante, esa no es una cantidad definitiva pues aclaró que se calcula que exista otro centenar de ejemplares a lo largo de las aguas quintanarroenses, aunque en zonas donde no pudieron ser visibles.
El total de ejemplares contabilizados se concentró en tres zonas de Quintana Roo:
la Bahía de Chetumal, precisamente el Santuario del Manatí, donde se concentró 60% de la población, correspondiente a unos 90 individuos;
las dos caletas de la Reserva de la Biósfera de Sian Ka´an, donde resalta el hecho de que en este último punto se encontró una cantidad similar de crías que en la Bahía de Chetumal; y
los arrecifes de Xcalak y la zona de Yum-Balam, en Isla Mujeres.
“En el caso de Yum-Balam se encuentra una característica muy especial y es que ahí tenemos presencia de manatíes de dos grupos distintos, uno es el grupo del Golfo de México y otro del Caribe”.
Sin embargo, el investigador dijo que si bien es cierto que las cifras y los datos del estudio son positivos, también existen importantes factores de afectación, principalmente la contaminación por la actividad humana.
De acuerdo con algunos análisis realizados en huesos de ejemplares fallecidos, se ha encontrado presencia de metales pesados, problemática que se concentra en la Bahía de Chetumal.
El 20 de junio pasado en Nueva Palestina, Chiapas, ocurrió un acontecimiento histórico para los habitantes de la selva Lacandona: un acto protocolario con entidades del gobierno federal que permite continuar la resolución de un conflicto de 50 años de duración, muy bien sintetizado por Ana de Ita en su última columna shorturl.at/zHNWZ. La historicidad del evento obedece a varios motivos. Primero, constituye una conquista de los bienes comunales y los ejidos colindantes que durante los últimos 14 años negociaron entre sí 50 acuerdos agrarios para dar certeza jurídica a los territorios ejidales y recuperar alrededor de 15 mil hectáreas para la reserva de Montes Azules. En estos acuerdos además quedó establecida la voluntad de las comunidades de evitar incendios, cacería y tala ilegal. Segundo, abre una nueva era de hermandad para pueblos originarios históricamente confrontados en un conflicto creado por gobiernos desde 1971 (al respecto, el discurso del comisariado de Amador Hernández en el evento representa un verdadero hito shorturl.at/fjzT8). Y tercero, el inicio de la solución del problema agrario da pie a una nueva pregunta para las comunidades de la selva Lacandona: ¿territorio para qué?
Precisamente ese es el cuestionamiento que los Bienes Comunales de la Zona Lacandona (BCZL) vienen respondiendo durante el periodo de representación de Chankin Kinbor Chambor, y que da cumplimiento a un mandato de la asamblea general de comuneros de diciembre de 2019, en la que decidieron impulsar la Comunidad Lacandona como una región biocultural y elaborar un Plan de Vida como herramienta de gobierno comunitario. Se trata, ni más ni menos, de un ejercicio autónomo que se ejecutará en un territorio que representa 50 por ciento del municipio de Ocosingo y 28 por ciento del total de la selva Lacandona: una extensión mayor a la de todo el estado de Morelos.
El Plan de Vida surgió como una propuesta comunitaria contra los planes de manejo impuestos por la Conanp (y en general frente a las políticas de las áreas naturales protegidas), y como respuesta a la campaña difamatoria iniciada en 2019, cuando medios de comunicación difundieron ante la opinión pública que los pueblos choles y tzeltales son los destructores de la selva.
El Plan de Vida fue definido por las autoridades de los BCZL como un instrumento de política social, ambiental, cultural y económica de los pueblos originarios de la Comunidad Lacandona para la coexistencia de todos los seres de nuestro territorio. El documento será una herramienta comunitaria para la restauración biocultural de la selva, que incluirá la agroecología, la regeneración de saberes ancestrales de salud, la creación de economías solidarias en compatibilidad con la madre Tierra, la actualización del estatuto comunitario, la puesta en marcha de actividades artísticas, entre muchas otras actividades.
Lo más interesante hasta el momento ha sido el proceso participativo para su elaboración. En un primer ejercicio de presentación de los lineamientos generales del Plan de Vida se convocaron asambleas generales con una anuencia de más de mil 600 personas en Nueva Palestina y Frontera Corozal. Una vez aprobado por consenso una metodología de trabajo que incluía la consulta a mujeres, hombres, niños y niñas, jóvenes, y abuelos de los 23 barrios, empezó un operativo de talleres en el que grupos comisionados por la asamblea (principalmente jóvenes profesionistas de las subcomunidades) recogieron, agruparon y sistematizaron las ideas y propuestas de al menos 700 personas.
Este proceso ampliamente participativo, que nunca se realizó para la elaboración de los planes de manejo, no fue fomentado por ningún nivel del Estado, ni por el sector ambiental, ni por organizaciones civiles; es un empeño autónomo diseñado y ejecutado por la misma comunidad. Lo que sigue es la devolución del borrador a los barrios y a los órganos de representación, para su revisión, retroalimentación y aprobación final.
Además de la realización de las consultas, se han organizado círculos de la palabra para recobrar la voz de los abuelos, y está programado un festival cultural del Nuevo Amanecer de los Pueblos de la Selva Lacandona en agosto. El objetivo es que el Plan de Vida esté listo al mismo tiempo que se termine la medición poligonal y la formalización de los acuerdos agrarios, de modo que pueda presentarse en la conmemoración del 50 aniversario de la resolución presidencial en noviembre de 2021.
La selva Lacandona es hoy el lugar donde se propone un nuevo modelo de autogestión comunitaria que supere aquel modelo conservacionista neoliberal en el que los pueblos deben mantenerse al margen de las reservas como si fueran vitrinas o museos para turistas. De manera diferente, los BCZL recuperan su historia milenaria y su memoria ancestral para inventar su futuro y crear modos de habitar en compatibilidad con la selva.
* Profesor en El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur)
La Laguna de Bacalar es un cuerpo de agua dulce localizado en el sur del estado de Quintana Roo, se conoce como la “Laguna de los Siete Colores” por las hermosas tonalidades azules que presenta debido a sus fondos blancos y aguas transparentes.
Sus condiciones naturales oligotróficas, es decir, bajo contenido de nutrientes y de microalgas en sus aguas han permitido la existencia de los microbialitos — comunidades de microorganismos principalmente cianobacterias— que al tomar de la columna de agua carbonato de calcio forman estructuras duras parecidas a los arrecifes.
Un arrecife único
El arrecife de microbialitos presente en la Laguna de Bacalar es considerado como el más grande del mundo en ecosistemas de agua dulce (Yañez-Montalvo et al., 2020). Su importancia radica en que además de representar a las formas de vida más antiguas, que nos permiten estudiar cómo se originó la vida en nuestro planeta, también constituyen el refugio de una gran diversidad de especies de fauna acuática, tal como lo hacen los arrecifes de coral en el ambiente marino.
Este valioso ecosistema existe gracias a un frágil equilibrio que se da entre las especies de plantas y animales con las condiciones naturales del ambiente, las cuales han experimentado cambios dramáticos en los recientes diez años debido al aumento de las presiones naturales y antropogénicas sobre el cuerpo de agua.
Entre las primeras destacan los cambios en los patrones de precipitación que en junio de 2020 generaron la Tormenta Cristóbal, cuyas intensas lluvias acarrearon a la laguna grandes cantidades de partículas de suelo de las zonas agrícolas y deforestadas cercanas que provocaron un cambio en su coloración, así desaparecieron las tonalidades azules y adquirió una apariencia turbia.
Esta situación provocó a su vez la muerte de miles de caracoles chivita (Pomacea flagellata), con lo que se afectaron dos funciones ecológicas fundamentales que cumplen en el sistema: mantener transparente la columna de agua al ser una especie filtradora que se alimentan de algas, y ser el principal alimento del gavilán caracolero (Rostrhamus sociabilis) y la correa (Aramus guarauna) (De Jesús-Navarrete et al, 2020).
Los efectos de las actividades humanas
Entre las principales actividades humanas que tienen efectos negativos en la calidad del agua de la laguna y en las especies acuáticas se encuentran el crecimiento constante de la población, la actividad turística, la deforestación, la agricultura con el uso intensivo de fertilizantes y plaguicidas, y la generación de aguas residuales, pues menos del 20% reciben tratamiento.
Como consecuencia de estos factores en un corto período de diez años, 2010 a 2020, la Laguna de Bacalar ha experimentado un aumento de 60% en la concentración de nitrógeno inorgánico disuelto (NID) y de 300% en el fósforo inorgánico disuelto (PID), lo cual resulta muy preocupante debido a que estos nutrientes en exceso son responsables de un aumento de 700% del crecimiento de algas microscópicas (medido como clorofila a), que le dan una coloración verde al agua.
Este enriquecimiento orgánico, conocido como eutrofización, produce diversos efectos negativos como la pérdida de transparencia del agua, el aumento de procesos de descomposición de materia orgánica y la disminución del oxígeno disuelto, generando condiciones que ponen en riesgo la integridad de la comunidad de los microbialitos y las especies acuáticas asociadas (Alvarez-Legorreta et al, 2011; Alvarez et al., 2021).
Estos acelerados cambios negativos que ha experimentado la laguna de Bacalar en la calidad de sus aguas, nos obligan a plantearnos la posibilidad de que se estén generando condiciones ambientales incompatibles con la vida acuática que la hace especial y que aún no hemos terminado de conocer.
Este escenario que pudiera parecer exagerado y alejado de la realidad ha empezado a observarse en el Mar de los Sargazos y en el Gran Cinturón de Sargazos del Océano Atlántico, en donde un grupo de investigadores reportaron recientemente que “las actividades humanas han aumentado a tal grado las entradas de nitrógeno al ambiente, que actualmente se consideran de alto riesgo y por encima de un límite planetario seguro”; y han favorecido una mayor disponibilidad de nitrógeno y estimulado los florecimientos de la macroalga conocida con el nombre de sargazo (Lapointe et al, 2021).
Urgen cambios a escala local y global
Al respecto, seguramente muchas personas hemos leído, escuchado, visto en las noticias o quizás experimentado la llegada masiva de sargazo a las costas del Caribe Mexicano.
Los impactos negativos ecológicos, económicos y sociales son muchos y apenas estamos comprendiendo su dimensión.
Sin embargo, para el enfoque de este artículo deseo destacar el que observo como un aviso de lo que podría ocurrir en la Laguna de Bacalar. La eutrofización de los ambientes marinos y costeros por el exceso de nitrógeno proveniente de fuentes de contaminación similares a las registradas en Bacalar, que favorecen el crecimiento acelerado del sargazo en el mar y al arribar masivamente a las costas, libera metales y otros contaminantes durante su descomposición, convirtiendo en potenciales “zonas muertas tóxicas” algunos sitios de la barrera arrecifal del Gran Caribe (Valeria Chávez et al., 2020).
Por ello, necesitamos reconocer que son indispensables los cambios en las formas en que actualmente nos relacionamos con el ambiente a través de las diversas actividades humanas. Es indispensable reducir los impactos globales iniciando de manera urgente con los cambios a escala local.
La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró 2021-2030 la Década para la Restauración de los Ecosistemas, con el objetivo de luchar contra el cambio climático y mejorar la seguridad alimentaria, el suministro de agua y la biodiversidad (ONU, 2021).
Como acciones urgentes para Bacalar destaco la restauración de los ecosistemas forestales, con lo que se protegen las zonas de recarga de agua subterránea y se reducen las escorrentías de suelos y contaminantes agrícolas hacia la laguna; estimular la agricultura orgánica para reducir el uso de agroquímicos; aumentar la captación y tratamiento eficiente de las aguas residuales; y contar con verdaderos rellenos sanitarios para la disposición de los residuos sólidos. Estas y otras acciones ayudarán a reducir las fuentes de contaminación de la laguna y del acuífero del que forma parte.
* La doctora Teresa Alvarez Legorreta es Investigadora del Departamento Ciencias de la Sustentabilidad de El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Chetumal. Correo: teral@www.ecosur.mx
*La situación de las infancias en Chiapas experimentan a diario: discriminación de clase, género, etnia y edad. Sin embargo, las niñas tienen menos ventaja que los niños.
Sarai Miranda Juárez, catedrática del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) señaló que, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) declaró el 2021, como el año para la eliminación del trabajo infantil, una incongruencia ya que México junto a otros países atraviesan una crisis de salud, económica y desempleo debido a la pandemia, esto impacto el bienestar de las familias, lo que dificulta alcanzar el objetivo.
Mencionó que, en el caso de Chiapas, cuando las y los turistas van a los pueblos mágicos o urbanizados, se cuestionan sobre quienes explotan a los niños y niñas, pero más que ello, es un trabajo en el ámbito familiar y de supervivencia.
Miranda Juárez reconoció que el trabajo de la infancia es una práctica social heterogénea, que puede ir desde un contexto en las unidades domésticas o en los sectores informales de la economía, entre ambos extremos hay una gama diversa de participación laboral.
Puntualizó que el trabajo de niños y niñas se mide en un módulo de “trabajo infantil” en la Encuesta de Ocupación Infantil y Empleo, a nivel nacional en el 2009, el porcentaje de infantes que trabajaban era del 11%, 10 años después, disminuyó a 7.5 por ciento. En Chiapas, paso del 16% al 12 por ciento.
Compartimos una nota de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) que da cuenta del proyecto Selva Maya y el trabajo que ha realizado el Grupo de Expertos Asesores para la Lista Verde (EAGL), en el que participaron los doctores Samuel Levy y Armando Alayón, investigadores de ECOSUR.
En este proyecto trinacional entran las reservas de Guatemala, Belice y México (Calakmul, Siaan Kaan, y Balam Kaax).
De acuerdo con un estudio multinacional, en el que participó Ecosur, sólo el 17% de los ríos del mundo no han sido alterados por el hombre
El río Usumacinta cuenta con un estudio hidráulico único sobre la conectividad entre el cauce principal del río, su llanura de inundación y el subsuelo. (FOTO: Ecosur)
En los últimos 50 años se redujo 84 por ciento la vida de animales y plantas de agua dulce en todo el planeta, concluyó un estudio multinacional en el que participan científicos de todos los continentes, incluyendo a mexicanos de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur).
La misma investigación, que reúne a 15 estudios regionales y fue publicada el 12 de mayo en la revista científica Sustainability, señala que sólo el 17 por ciento de los ríos del mundo son libres de infraestructura que afecte el régimen de caudales (free-flowing en inglés) y están dentro de zonas protegidas, lo que deja al resto de estos sistemas altamente amenazados y a las especies que dependen de ellos en riesgo.
Dentro de ese panorama de emergencia, México es uno de los países que reportó algunos datos positivos porque tiene un muy buen sistema de información de lo que pasa en cerca de 300 cuencas hídricas y ha destinado un porcentaje del agua dulce a la preservación de ecosistemas.
Entre los autores hay investigadores de las universidades de Arizona, Estados Unidos; Autónoma de Honduras; Gales del Sur, Reino Unido; Yunnan, China; Mpumalanga, Sudáfrica; así como organizaciones como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), Conservación Internacional y The Nature Conservancy.
“Las especies de agua dulce se han reducido en un 84 por ciento en promedio desde 1970, siendo la degradación de los ríos la causa principal de esta disminución. Como fuente de alimento de cientos de millones de personas, necesitamos revertir esta tendencia”, detalló Ian Harrison, especialista de agua dulce en Conservación Internacional.
Mientras el mundo busca establecer nuevos objetivos de conservación en la reunión del Convenio sobre la Diversidad Biológica de la ONU a finales de este año, los científicos piden a los responsables políticos priorizar la protección de ecosistemas y especies de agua dulce, e integrar mejor la conservación de tierra y de agua.
“Los ríos libres y otros ecosistemas de agua dulce naturales mantienen la biodiversidad y la cadena de suministro de alimento, el agua potable, las economías y las culturas de miles de millones de personas en todo el mundo. Por ende, su protección es crítica para mantener estos valores”, dijo Jonathan Higgins, asesor científico principal de agua dulce en The Nature Conservancy.
“Como fuente de alimento de cientos de millones de personas, necesitamos revertir esta tendencia”
DIAGNÓSTICO MEXICANO.
El caso mexicano fue destacado en el estudio multinacional porque este país tiene una evaluación del desempeño de las reservas de agua establecidas en cerca de 300 cuencas. Estas reservas consisten en un volumen anual de agua destinado a permanecer en el ambiente para la protección ecológica según la Ley de Aguas Nacionales. El estudio muestra que cerca del 75% de los casos las reservas establecidas alcanzan niveles aceptables de consistencia conforme a los volúmenes teóricos a partir de métodos detallados de evaluación.
A su vez, se detalla el caso del río Usumacinta en el sureste del país en donde, con base en un estudio hidráulico único para este tipo de evaluaciones, se determinó la conectividad entre el cauce principal del río, su llanura de inundación y el subsuelo. Asimismo, se destacó la importancia de ésta para especies como el palo de Campeche o palo de tinte y la lechuguilla, que son dependientes de las inundaciones para su dispersión y establecimiento, el robalo que migra a lo largo de la cuenca y es de interés comercial, el manatí y otras especies catalogadas en riesgo tanto en México como en el extranjero.
Al respecto, Sergio Salinas Rodríguez, investigador asociado de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) adscrito al Grupo de Manejo de Cuencas y Zonas Costeras del Departamento de Ciencias de la Sustentabilidad, indicó que “el conocimiento generado en el país y el avance logrado a la fecha es invaluable porque brindan un capital que implica tanto información robusta para la ciencia y práctica de los caudales ecológicos como certeza de protección administrativa en más de 44 mil kilómetros de ríos libres con todo el potencial como instrumento de manejo del agua para la conservación y conectividad de los ecosistemas acuáticos”.
El también investigador invitado del Departamento de Manejo de Recursos Hídricos en Delft University of Technology agregó que “aún falta evaluar o validar la calidad de los caudales ecológicos en otras zonas de reserva pues no todas alcanzan el nivel de detalle ni protección del río Usumacinta. Asimismo, urgen instrumentos complementarios para garantizar la implementación de las reservas en régimen y un sistema de monitoreo socioambiental desarrollado e implementado con las comunidades rurales para evaluar su desempeño en sitio. Por otro lado, aún quedan sin protección cerca de 52 mil kilómetros de ríos libres cuya conectividad se mantiene íntegra, además de atender los casos donde la presión por el agua es significativa y que es sin duda el gran reto hacia adelante” enfatizó.
Las reservas de agua no solo representan un gran esfuerzo de conservación y transformación de la gestión del agua en México, representan también el impulso que ha propiciado la coordinación y participación interinstitucional, de la sociedad civil y académica nunca antes vista en México, y que se ha consolidado con la formación de una red a nivel nacional para el monitoreo del desempeño de las reservas de agua que ahora conocemos como REDMORA, comentó Ignacio González Mora, Subdirector del Programa Agua de WWF.
En México hay información robusta para la investigación y manejo de caudales ecológicos en más de 44 mil kilómetros de ríos libres.