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Conservación de las aves a través del ecoturismo y la participación comunitaria en Madresal

La conservación de la biodiversidad y el bienestar de las poblaciones locales fueron las temáticas de la tesis de maestría “Conservación de las aves basada en el ecoturismo y la participación comunitaria en El Madresal, Chiapas” de Mireya Carrillo García, que dirigió Paula Enríquez Rocha, investigadora de El Colegio De La Frontera Sur (ECOSUR).

Uno de los principales aportes de esta investigación fue la identificación de las capacidades comunitarias para la gestión del aviturismo, de la cooperativa que conforma el centro ecoturístico El Madresal, ubicado en la Costa de Chiapas.

La egresada de la maestría en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural de ECOSUR construyó 19 indicadores, en conjunto con las personas de la cooperativa, en relación con los ejes natural, social, humano, físico y financiero. Identificaron que 8 indicadores se encuentran en un nivel de desarrollo alto, 7 en nivel medio y 4 en nivel bajo.

Entre las capacidades que tiene la cooperativa sobresalen la notable riqueza y abundancia de aves —128 especies— atractivas para los turistas, la buena organización del centro ecoturístico, las relaciones que mantienen con agentes externos, la integración de las mujeres y adultos mayores al trabajo, los conocimientos tradicionales que poseen sus integrantes, las oportunidades de empleos que genera para la comunidad, los recursos económicos para la reinversión y la calidad de la infraestructura para ofrecer el servicio de alimentación y hospedaje.

Desde la perspectiva de la egresada de Ecosur, estos indicadores sugieren que Madresal tiene potencial para el aviturismo si se solucionan de forma prioritaria necesidades como la capacitación para la observación de aves y la compra de equipo para ofrecer un servicio adecuado.

A la par del trabajo con las personas de la cooperativa, la egresada de la maestría en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural de ECOSUR realizó un estudio de la diversidad de aves en el sitio turístico donde registró 128 especies —47.25% también presentes en la Reserva de la Biosfera la Encrucijada—, en 42 familias, las mejores representadas son las garzas con 12 especies, y los halcones y águilas con 9. En la duna costera se registraron 51 especies, 68 en el estero y 86 en la laguna. 91 son residentes, 37 migratorias y 5 son endémicas de México. Sobresalen especies que por su color y tamaño pueden resultar llamativas para los observadores de aves no expertos y otras 35 especies de interés para los observadores expertos, algunas de las cuales están en categoría de riesgo, son poco comunes, raras o endémicas.

La tesis enfatiza que por lo anterior, en El Madresal se puede impulsar el aviturismo, como una iniciativa de manejo participativo de los recursos naturales que puede generar oportunidades para la población local y promover la conservación de las aves y sus hábitats, los humedales en la costa de Chiapas.

Cabe destacar que el ejido Manuel Ávila Camacho, en Tonalá, donde se encuentra el centro ecoturístico El Madresal, forma parte del Sitio Ramsar Sistema Estuarino Boca del Cielo, lo que significa que estos humedales están protegidos a nivel internacional, por la diversidad biológica que albergan y por los servicios ecosistémicos que brindan a la humanidad.

La egresada de ECOSUR compartió los resultados de su investigación a la comunidad para orientar sus decisiones sobre el manejo de los recursos naturales y diversificar su oferta turística con el aviturismo, asímismo realizó una guía de aves de El Madresal que los habitantes ya utilizan en sus recorridos turísticos.

 

Fotografías: Mireya Carrillo García

mireya

Presentan modelo de prevención e intervención de la violencia escolar

La violencia escolar además de vulnerar los derechos de los niños, niñas y adolescentes, no permite que los estudiantes desarrollen todo su potencial, impactando de manera negativa en su rendimiento académico y en las relaciones personales, afirmó José María Duarte, Investigador adscrito a la Unidad San Cristóbal en el programa de Cátedras Conacyt para Jóvenes Investigadores, durante el seminario “Modelo multicomponente para prevenir e intervenir la violencia en escuelas primarias”.

El investigador mencionó que la violencia es algo que no solo se presenta en escuelas primarias, secundarias, preparatorias y universidades, sino que también está presente en los medios de comunicación, la familia y la sociedad, lo que conlleva a que los niños y las niñas aprendan que la violencia es una forma eficaz para resolver conflictos, transformándose en el modelo habitual de expresar emociones.

Señaló que “donde ocurra la violencia causa daño, dolor y humillación para los niños, niñas y adolescentes, afectando su aprendizaje, desarrollo y futuro. Esto lo podemos ver en los ambientes escolares donde predomina la violencia entre alumno y docente existiendo una desconcentración y bajo rendimiento escolar, a diferencia de cuando en el aula existe un clima agradable, de cordialidad y respeto, el aprendizaje del alumno es exitoso”.

Indicó que para la prevención de la violencia escolar se está utilizando en algunos países latinoamericanos enfoques innovadores sistemáticos y multicomponentes para fomentar la convivencia pacífica y prevenir con ello la violencia; uno de estos enfoques consiste en el desarrollo y fortalecimiento de competencias ciudadanas en estudiantes, docentes, directivos, padres y madres de familias de escuelas básicas, que al ser integradas con conocimientos y técnicas prácticas, hacen posible que las personas puedan actuar de maneras constructivas en la  sociedad.

En ese sentido, José María Duarte ha desarrollado un modelo de prevención e intervención de la violencia escolar que ya ha sido aplicado con éxito en escuelas de Hermosillo, Sonora, denominado “Aulas en paz”, en las que involucra a docentes, directivos, padres de familia y alumnos. El programa incluye: diplomados para docentes y directivos, grupos de docentes para la paz, talleres para padres y madres de familia, visitas familiares, grupos estudiantiles para la paz y talleres para estudiantes en el aula, los cuales proporcionan herramientas teóricas y prácticas para promover ambientes escolares de convivencia pacífica y disminuir con ello la violencia.

“Dicho modelo promueve un clima de convivencia pacífica en la escuela y en la familia a través del desarrollo de competencias para la consecución de la paz; el mismo pretende disminuir la violencia, elevar el aprovechamiento escolar, acrecentar las relaciones y la participación de la comunidad educativa, señaló el investigador de Ecosur.

El programa “Aulas en paz” permite promover un ambiente democrático y de participación en el que se respeta y valora la diversidad. Los y las participantes ponen en práctica habilidades para comunicarse asertivamente y lograr mantener un ambiente de convivencia pacífica.

Fotografía: José María Duarte

Revalorar la agricultura en México y dignificar a los agricultores

Por Blanca M. Díaz Hernández

Técnica académica – Unidad San Cristóbal

Celebro que se dedique un día del año para conmemorar al maíz, la base de nuestra alimentación, una creación de y para los mexicanos, y de enorme trascendencia mundial. Aprovecho la celebración del Día Nacional del Maíz —29 de septiembre— para escribir algunas líneas que nos permitan apreciar su valor en el devenir de la agricultura en México, y sobre esta base preguntarnos qué queremos y cómo lograrlo.

La agricultura es una invención que se remonta a varios miles de años, consiste en el cultivo de especies vegetales para el aprovisionamiento de alimentos y de otros satisfactores. Su lento y progresivo desarrollo estuvo condicionado a varios factores, uno básico fue el conocimiento de la biología de las plantas, que implicaba una aguda observación de las condiciones del entorno que favorecían su crecimiento. Mediante pruebas de acierto y desacierto, los grupos humanos de tiempos prehistóricos fueron capaces de obtener sus propios alimentos y, gracias a ello, fue posible el establecimiento de aldeas y, más tarde, el florecimiento de grandes civilizaciones.

Ahora se sabe que la agricultura se originó en varios puntos de la geografía mundial donde tuvo lugar la domesticación de numerosas plantas, entre las cuales están el trigo, maíz y arroz, cereales que han sido y siguen siendo la fuente de alimentación de la mayoría de la población del mundo.

México es uno de los centros de origen de la agricultura que tuvo como base el maíz. La planta inicial era muy distinta a la que conocemos ahora, la cual es resultado de una selección continua que favoreció la expresión de ciertas características. El tamaño de la mazorca y del grano son rasgos del maíz que lo diferencian de sus parientes silvestres y de los maíces más antiguos.

La agricultura del México prehispánico estaba representada por varios sistemas de cultivo dada la amplitud de ambientes naturales que se aprovechaban; no obstante, el maíz fue una planta generalmente asociada con el frijol y la calabaza en lo que se conoce como sistema de “milpa”, una de las creaciones mejor logradas por nuestros antepasados, tanto por las relaciones benéficas que se establecen entre las especies cultivadas, como por la complementariedad alimenticia que brinda su consumo. La agricultura prehispánica se distinguía por el cuidado de las plantas y, consecuentemente, por el uso intensivo de mano de obra.

La colonización española significó enormes cambios en la agricultura. Tras despojar a las comunidades indígenas de sus mejores tierras, los españoles implantaron una lógica diferente de su uso basado en el trabajo forzado de los indígenas, de por sí disminuidos por las batallas de resistencia y las nuevas enfermedades. La introducción de especies vegetales en el “nuevo mundo” no sustituyó la base preexistente, más bien la amplió.

El uso del arado y de los animales de trabajo permitió incrementar el área cultivada, sobre todo de trigo. La apertura de áreas destinadas a la ganadería extensiva fue un cambio notable en el paisaje y una justificación para dotar de grandes extensiones de tierra a los representantes de la colonia española. En este escenario de dominación, la agricultura indígena sobrevivió, se adaptó y adoptó, en constante tensión social, parte de la tecnología agrícola externa sin desligar su existencia a la cultura del maíz.

Durante el período colonial se consolidó una agricultura bajo dos regímenes de propiedad, el de las haciendas y ranchos, y el de la comunidad indígena. Los primeros gozaban de las mejores tierras de cultivo, sus excedentes abastecían el mercado interno, principalmente el de las poblaciones urbanas; mientras que en la comunidad indígena predominó la agricultura de autoconsumo.

En el siglo XX inició una segunda etapa de cambios en la agricultura. Después de la Revolución Mexicana el proyecto de nación abrazó la idea de una “modernidad”, al estilo de los países industrializados. Con el referente de la “revolución verde” promovida por el mundo entero, entre los años cincuenta y setenta, se impulsó el desarrollo de la agricultura mediante infraestructura de riego, la introducción de semillas “mejoradas” —con alto potencial de rendimiento—, fertilizantes químicos, pesticidas y maquinaria agrícola. Este impulso modernizador se concentró en las áreas del país con las condiciones idóneas para echar a andar el modelo, lo que incluía sectores de agricultores con potencial para adoptarlo; para el resto del país ocurrieron dos cosas, el modelo no aplicó o lo hizo parcialmente. A la larga, se mostraron sus efectos, que fueron, la polarización económica y social de los agricultores, una baja rentabilidad de la agricultura y un creciente deterioro de la tierra y del agua debido a la contaminación y sobreexplotación.

Con estos problemas a cuestas y con el argumento de salvar la crisis económica del país, desde la década de los ochenta se pusieron en marcha una serie de ajustes para desincorporar a las instituciones del Estado de la agricultura, incentivando así el libre mercado. Tales medidas pusieron en relativa ventaja a grupos de agricultores empresariales, quienes ganaron una mejor posición sacando partido de políticas previas, pero dejando en situación vulnerable al grueso de los agricultores, quienes resintieron en mayor medida los precios bajos de sus productos, lo que fue muy evidente para el caso del maíz.

El sostenimiento del modelo neoliberal, tal como se está dando, ha convertido a la agricultura en un “negocio” de pocos, que pretenden, mediante diversos mecanismos, imponer un nuevo orden mundial basado en el control de la producción de alimentos, limitando cada vez más las probabilidades de una soberanía alimentaria.

México puede ser un país con una agricultura capaz de abastecer la demanda nacional de maíz para consumo humano. Expertos en la materia confirman el potencial que se tiene para ello, pero en vez de fomentar la producción interna se ha estado comprando maíz de Estados Unidos, cada vez, en mayores cantidades.

La crisis del campo —caracterizada por el poco o nulo crecimiento de la producción, disminución en los niveles de ingreso, despoblamiento de las comunidades rurales, deterioro de recursos naturales, etcétera—, ha impulsado la movilización de diversos sectores sociales que, a contracorriente, han abierto espacios de discusión, creado consensos y estrategias de lucha en distintas escalas, y atendido problemas productivos, de comercialización, consumo, etcétera. En este sentido, destaco los esfuerzos que fomenta la agricultura  basada en conocimientos agroecológicos ancestrales y nuevos, así como la propuesta de mercados justos, la revaloración de la cultura alimentaria local, y las acciones que llaman a crear formas organizativas que desafíen los intereses económicos de las empresas hegemónicas.

Es de admirar la movilización de diversos sectores sociales alrededor de la defensa del maíz criollo mexicano ante quienes avalan la introducción del maíz transgénico, hecho que aún reduce más las posibilidades de alcanzar nuestra seguridad y soberanía alimentarias. Sumarnos a estas y otras iniciativas similares es una manera de defender al maíz, a los y las custodios de este tesoro, crear conciencia de la necesidad de revalorar la agricultura en México y de dignificar a sus agricultores.

 

Fotografía: Marco Giron

Ecosur colabora en descubrimiento de una nueva especie de crustáceo

Como resultado de una investigación colaborativa entre el Instituto Sudafricano para la Biodiversidad Acuática (SAIAB por sus siglas en inglés), la Universidad de Rhodes y El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur) se hizo el descubrimiento de una nueva especie de copépodo (Lovenula raynerae), un micro-crustáceo que destaca de otros copépodos continentales por su gran tamaño —4 a 5 mm de largo—lo que lo convierte en uno de los copépodos más grandes del mundo.

La investigación, enfocada en la fauna de invertebrados de aguas continentales, es realizada por el SAIAB y la Universidad de Rhodes desde junio del 2014 con la colecta de copépodos de un estanque temporal en Grahamstown, ciudad de la provincia oriental del Cabo, de la República de Sudáfrica.

A partir de esta colecta de copépodos y ante los indicios de encontrarse con una nueva especie, enviaron las muestras al doctor Eduardo Suárez Morales, investigador de la Unidad Chetumal y especialista en copépodos, quien confirmó este hallazgo y efectuó el trabajo taxonómico subsecuente. Este descubrimiento tiene implicaciones de largo alcance para el conocimiento de la taxonomía y biogeografía de estos invertebrados acuáticos en Sudáfrica.

La nueva especie de copépodo fue identificada y descrita por los investigadores como parte de la familia Paradiaptominae como parte del género Lovenula, del cual se conocían, hasta antes del descubrimiento, cuatro especies: L. falcifera, L. africana, L. excellens y L. simplex. La nueva especie se nombró Lovenula raynerae en honor a la doctora Nancy Rayner, investigadora emérita del Instituto Sudafricano quien ha brindado relevantes aportaciones al conocimiento taxonómico para este grupo de copépodos.

Además de sus características físicas, diferentes a las de otras especies de copépodos, esta nueva especie puede producir huevos capaces de resistir condiciones de sequía por largos periodos en estanques temporales, considerados hábitats acuáticos vulnerables, pero de gran importancia y potencial para la investigación taxonómica y ecológica en esa región sudafricana.

En el artículo de la publicación Water Wheel, publicado por la Comisión de Investigación del Agua del Sur de África (WRC por sus siglas en inglés), que hace referencia a este descubrimiento, se destaca la importancia de los copépodos para el sustento de muchos organismos superiores en la cadena alimenticia y que finalmente sirven de sustento alimenticio para los seres humanos.

Esta es una muestra del alcance de los taxónomos de Ecosur cuyo prestigio, capacidad y experiencia les permite colaborar exitosamente en estudios taxonómicos en diferentes regiones del planeta.

 

Pie de Foto: Ejemplar macho de Lovenula raynerae en vista ventral con su coloración natural; estos copépodos tienen pigmentos obscuros que les permiten protegerse de los rayos UV.

Fotografía: Eduardo Suarez Morales