Participa: Angélica Aremy Evangelista García y Ramón Abraham Mena Farrera, investigadores de ECOSUR.
Tema: “Acoso laboral”
Estación Radiofónica: La Radio del ColMich
Te invitamos a escuchar nuestro programa “Voces de la ciencia desde el sur” transmitido todos los jueves a las 12:00 hrs por la Radio del ColMich (www.radiodelcolmich.com)
Contaminación con aguas residuales de los ríos de San Cristóbal. Cortesía: Sistema de Agua Potable y Alcantarillado Municipal de San Cristóbal de Las Casas
Existen diversas comunidades de microorganismos y virus en todos los ecosistemas de nuestro planeta. Científicas y científicos de todo el mundo han reportado y detectado la presencia de microorganismos y virus en los humanos, animales, plantas y diferentes ambientes, a través de las herramientas de biología molecular y bioinformática. Particularmente, en los sistemas acuáticos —ríos, lagunas, mares y hasta el agua del polo norte— se han encontrado diversas familias de virus.
Con las nuevas tecnologías, como la secuenciación masiva de ácidos nucleicos (NGS), bioinformática para el análisis masivo de datos y modelaciones moleculares, reacción en cadena de la polimerasa (PCR) y variantes de este método como la cuantificación en tiempo real o RT-PCR, entre otros, ha sido posible conocer una gran cantidad de “nuevos” virus y la estructura de las poblaciones virales de algunas regiones del planeta. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, aún se sigue catalogando a muchos de esos virus como “desconocidos” debido a que solo se reconoce parte de su información genética, como el ácido desoxirribonucleico (DNA) o del ácido ribonucleico (RNA), y muchas veces no están reportados ni identificados al no ser patógenos de los humanos.
En la actualidad, podemos conocer la presencia de un virus en un ecosistema o ambiente determinado mediante la detección de trazas o pedacitos de su material genético (no es necesario aislar el virus completo). De manera similar, los investigadores de antropología forense usan la colecta de cabellos o restos óseos para obtener información genética y comparando este resultado con las bases de datos pueden reconocer a un individuo, no se requiere recuperar el cuerpo completo de la persona, es suficiente con solo un fragmento de hueso o un cabello.
En aguas residuales, como aquellas que se derivan de su uso en algún proceso como podría ser la del drenaje doméstico, se ha encontrado evidencia de material genético de diversas especies de bacterias y virus; en especial, se han buscado y detectado aquellos que están relacionados con la contaminación de ecosistemas acuáticos o que son patógenos para los seres humanos. Durante la actual pandemia, se ha descifrado la información genética completa (genoma) del virus SARS-CoV-2 o coronavirus 2, causante de la enfermedad conocida como COVID-19, y se han identificado pedacitos o trazas del material genético de este nuevo coronavirus en aguas residuales de países asiáticos y europeos, así como en Australia y Estados Unidos de América, lo cual se debe, según reportes científicos, a que pacientes enfermos por COVID-19 o incluso infectados asintomáticos, excretan a través de la orina y heces partículas del material genético del virus SARS-CoV-2.
En el Laboratorio de Biotecnología Ambiental y Agroecológica (LaBTAA) de la Unidad Tapachula de ECOSUR estamos trabajando en la implementación de los métodos que nos permitan detectar estas trazas de material genético (RNA) del virus SARS-CoV-2 en aguas residuales en la región del Soconusco, Chiapas.
Recordemos a “los cabellos” de la investigación forense, estos fragmentos son fuente de material genético para la investigación que determina la identidad de un individuo. En nuestro caso, el agua residual será la fuente para detectar los fragmentos del material genético del coronavirus SARS-CoV-2, con lo que sabremos si el virus está o estuvo presente en la población local.
Esta investigación es un esfuerzo para contribuir al conocimiento de la presencia del virus en las comunidades urbanas y rurales. Por el momento, se atenderá el muestreo de aguas residuales del municipio de Tapachula, como estudio piloto. La detección de fragmentos o trazas virales de SARS-CoV-2 en aguas residuales permitirá determinar la prevalencia de la enfermedad COVID-19 en la población y podría ser una herramienta de información que auxilie a corto plazo en el monitoreo para controlar nuevos brotes de la COVID-19.
El virus SARS-CoV-2 es un virus de RNA, está en las pequeñas gotas de saliva que expulsa una persona infectada o enferma por COVID-19. Estos núcleos goticulares o aerosoles microscópicos permanecen en el aire y viajan distancias largas que permiten su diseminación. Las partículas virales de la saliva están completas y son infecciosas, por ello, su aspersión es una de las causas de la transmisión de la enfermedad. La presencia del virus en heces u orina ha sido previamente reportada, ya que se han aislado partículas virales completas o “viriones” del SARS-CoV-2 de las heces y orina de algunos pacientes. No obstante, las aguas residuales no se han reportado como una vía de transmisión, dado que no se ha determinado la presencia de partículas virales completas que resulten infecciosas, es decir, solo se han detectado los fragmentos o trazas virales que resultan no infecciosas. Por esto, es importante mencionar que cuando estas partículas virales están completas al entrar en contacto con el agua y jabón se rompen y se hacen pedazos (trazas virales) por lo que ya no representan riesgo para la salud, por ello, es muy recomendable lavarnos las manos con agua y con jabón constantemente. Recordemos que esta tan sencilla medida de higiene es muy importante para prevenir la dispersión del virus y evitar el contagio de las personas que están en nuestro entorno.
Participamos en este proyecto: Eugenia Zarza Franco, Verónica García Fajardo,David Herrera López, Ricardo Castro Chan, Gamaliel Mejía González, Raúl Cuevas González y Karina Guillén Navarro.
*Elia Diego García, Catedrática de CONACYT adscrita al grupo académico de Biotecnología Ambiental de El Colegio de la Frontera Sur (elia.diego@www.ecosur.mx)
La Estrategia Estatal para la Conservación y el Uso Sustentable de la Biodiversidad del Estado de Quintana Roo (ECUSBEQROO) involucró la participación de cerca de 220 personas y varias instituciones y organizaciones como la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), el Gobierno del Estado de Quintana Roo, la Secretaría de Medio Ambiente del Estado de Quintana Roo (SEMA), el Instituto de Biodiversidad y Áreas Naturales Protegidas del Estado de Quintana Roo (IBANQROO), ProNatura Península de Yucatán, el Programa de Pequeñas Donaciones-México (PPD), el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM).
La base para elaborar esta estrategia fue la obra “Riqueza biológica de Quintana Roo. Un análisis para su conservación” (2011), esfuerzo en el que ECOSUR también contribuyó significativamente y que constituye el compendio más completo de información sobre la biodiversidad del estado.
La ECUSBEQROO es un instrumento que vincula y promueve la organización social e institucional a favor de la conservación y uso sustentable de la biodiversidad de manera coordinada a través de las dependencias de los tres órdenes de gobierno, las organizaciones de la sociedad civil, las instituciones académicas y la sociedad en general. La estrategia integra la biodiversidad y su conservación como un factor decisivo y fundamental de las políticas públicas a nivel estatal, y como un motor de la acción local.
ECOSUR reitera su compromiso de seguir contribuyendo con insumos que ayuden a la mejor toma de decisiones para garantizar la conservación de los recursos naturales, de los cuales todas las personas dependemos para vivir, por ello, es fundamental fortalecer la conciencia de la sociedad sobre la relevancia de la conservación del patrimonio natural para asegurar el bienestar de todos los quintanarroenses.
Diana Lilia Trevilla Espinal e Ivett Peña Azcona, estudiantes del Doctorado en Ciencias en Ecología y Desarrollo Sustentable de ECOSUR, fueron seleccionadas para impulsar el proyecto Bordando saberes y alternativas para la agroecología.
A través de la Coordinación de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del programa Arte, Ciencia y Tecnologías (ACT), llevarán a cabo durante 2021 un proceso donde confluyen el arte y la agroecología.
Las estudiantes de ECOSUR participaron en la categoría de creación de obras originales de carácter transdiciplinar, y su propuesta fue una de las ocho seleccionadas entre los 330 proyectos concursantes a escala nacional.
La convocatoria destacó que la crisis provocada por la pandemia de la COVID-19 ha puesto en relieve la urgente necesidad de transformar nuestra relación con el mundo y que los problemas complejos que hoy enfrentamos requieren de un enfoque en el que diversas áreas del conocimiento participen con soluciones comunes. Es urgente un diálogo simétrico y mutuamente enriquecedor entre artes, política y ciencias, para explorar caminos hacia un futuro más sustentable.
La confluencia entre el arte y la agroecología es uno de esos caminos que permite imaginar y concretar nuevas maneras de relacionarnos con la tierra, desde una perspectiva que incluya saberes complejos y prácticas situadas.
Diana Trevilla tiene como directora de tesis a la doctora Lorena Soto Pinto e Ivett Peña a los doctores Alejandro Ortega Argueta y a Luis García Barrios.
El reino de los hongos es fascinante, en esta cápsula se aborda el tema de los hongos que comen piedras. Si quieres saber más acerca de este tema lee la Ecofronteras 68, la revista de divulgación científica de ECOSUR, en https://revistas.ecosur.mx/ecofronteras
En la península de Yucatán, los cenotes son el ambiente dulceacuícola por excelencia. Por la naturaleza kárstica de la región, éstos se forman por disolución de la roca caliza y representan el tipo de cuerpo de agua más común, y a veces el único, en la mayor parte de la península. No obstante, en el centro y sur hay también lagunas, como Silvituc y Bacalar, y ríos, como el Champotón y el Hondo, pero en el norte predominan los cenotes.
La disposición de los cenotes no es del todo aleatoria, ya que hay cierta alineación siguiendo el borde del cráter de Chicxulub, que data del Jurásico, y hoy el cráter está sepultado bajo decenas de metros de roca, pero es todavía visible en la superficie bajo la forma del Anillo de Cenotes. Los cenotes, dolinas, pozas o cuevas, pueden reconocerse a distancia en el campo yucateco por su asociación con “álamos” (higueras, género Ficus), una vegetación más alta que la predominante en el paisaje y también, si es la hora adecuada, por la presencia de golondrinas y murciélagos. Sin embargo, bajo el agua, o desde la orilla, puede notarse la fauna de peces o ictiofauna cenotícola.
Los mosquitos son considerados un problema de salud pública en el mundo, particularmente en los países tropicales en vías de desarrollo. Sin duda, estos son los animales que provocan más muertes sobre la faz de la Tierra, tan solo en 2017 ocasionaron el fallecimiento de 435, 000 por paludismo, una enfermedad transmitida por los mosquitos hembra del género Anopheles, los machos no se alimentan de sangre.
Además del parásito del paludismo, los zancudos también transmiten diversos virus que pueden causar enfermedades graves en las personas, como el dengue, chikungunya, zika y la fiebre amarilla, entre otras.
UN MOSQUITO RECONOCE A SU HUÉSPED A UNA DISTANCIA DE ENTRE 5 Y 15 M.
El éxito evolutivo de los mosquitos se debe a varios factores, como el hecho de ser muy eficientes para encontrar a su huésped, tener un ciclo de vida corto y una alta reproducción. Estos animales usan estímulos químicos, visuales y térmicos para localizar a su huésped.
Al respirar, las personas y los animales exhalamos CO2, junto con otros cientos de compuestos volátiles. Teóricamente, el CO2 emitido por una persona puede ser detectado por el zancudo a una distancia de entre 10 y 50 m y al acercarse, los estímulos de menor alcance como el calor y los compuestos volátiles de la piel le ayudan a identificar un lugar de aterrizaje.
Recientemente, se ha descubierto que la percepción del CO2 desencadena una fuerte atracción visual del mosquito hacia su huésped, mientras que su respuesta a un objetivo térmico es independiente de la presencia de este compuesto. El hecho de que un mosquito sea capaz de reconocer a su huésped a una gran distancia se debe a la percepción que tiene de la mezcla de CO2 con los compuestos volátiles, es decir, que son más atraídos por la sinergia de los componentes mencionados que por los volátiles solos.
LAS BACTERIAS DE LA PIEL PRODUCEN LOS OLORES QUE LES RESULTAN ATRACTIVOS. Respecto a los compuestos volátiles que resultan atractivos para los zancudos, se conoce principalmente a los olores producidos por la microbiota de la piel y particularmente la presente en las manos, pies y axilas.
La evidencia del involucramiento de las bacterias en la producción de los atrayentes de los mosquitos proviene de experimentos relativamente sencillos. Por ejemplo, cuando los pies humanos son lavados con un jabón antibacteriano, los mosquitos dejan de acercarse a estos y comienzan a picar otras partes del cuerpo, lo cual indica que las bacterias de la piel producen los olores que les resultan atractivos.
En otro experimento se recolectó sudor de personas voluntarias que hicieron ejercicio y se demostró que el sudor esterilizado se vuelve atractivo para los mosquitos solo después de ser incubado con bacterias. Aunque el 99 % de la transpiración está constituido por agua y por lo tanto no tiene olor, también posee lípidos que son degradados por las bacterias que al liberar los compuestos volátiles producen mal olor.
Los compuestos derivados de las personas que son atractivos para los mosquitos han sido identificados como ácidos carboxílicos de cadena corta (p. ej. ácido propanoico, ácido butírico, ácido caproico), aldehídos, ácido láctico y compuestos nitrogenados tales como amonio y aminas.
LA RATA COMO MODELO DE ESTUDIO.
Se considera que el ser humano no fue el huésped original de muchas especies de zancudos y que si las personas no están presentes en un espacio se alimentan de otros huéspedes, esto nos ha llevado a preguntarnos si los mosquitos atropofílicos —especies que tienden a picar a las personas— usan los mismos compuestos identificados en los humanos para encontrar a sus otros huéspedes.
Esta idea fue recientemente investigada en el laboratorio de Ecología Química en la Unidad Tapachula de ECOSUR, usando la rata blanca de laboratorio y al mosquito tigre, Aedesalbopictus, como modelos de estudio.
Encontramos que las ratas liberan fenoles —compuestos orgánicos aromáticos hidroxilados— que atraen a las hembras del mosquito hacia ellas. Anteriormente, no se había informado que estos compuestos estuvieran involucrados en la atracción de los mosquitos hacia los humanos.
Se ha reportado que algunos de los compuestos fenólicos identificados en nuestro laboratorio guían a las hembras de zancudos, incluyendo a las del mosquito tigre, a los sitios de oviposición o criaderos. Esto sugiere que las hembras tigre usan los compuestos fenólicos con dos distintas finalidades: encontrar a su huésped y alimentarse, y para hallar un lugar adecuado para depositar sus huevos.
Todavía desconocemos si los compuestos fenólicos son producidos en alguna glándula de las ratas, como un subproducto de su metabolismo o por bacterias asociadas a este animal. Lo que sí se sabemos es que en los criaderos de mosquitos los compuestos fenólicos son producidos por bacterias.
Otro aspecto que descubrimos es que los mosquitos muestran mayor preferencia por las ratas hembras, que por los machos, y más por las ratas hembras vírgenes que por las hembras apareadas o preñadas. Todas las ratas investigadas liberan los mismos compuestos fenólicos, sin embargo, hay una variación en la concentración dependiendo del sexo o el estado fisiológico. Pensamos que esta diferencia la utilizan los mosquitos para discriminar a las ratas.
Un experimento adicional mostró que los zancudos alimentados con ratas hembras vírgenes tuvieron un ciclo gonotrófico —periodo que va desde que la hembra se alimenta hasta que pone sus huevos— más corto; produjeron más huevos, fueron más fértiles y su descendencia estuvo compuesta mayormente por hembras en comparación con los mosquitos alimentados con ratas machos o ratas hembras apareadas o preñadas. Desconocemos si algún factor alimenticio u hormonal en la sangre de las ratas provoca los cambios observados.
ALTERNATIVAS PARA CONTROLAR A LOS MOSQUITOS VECTORES DE ENFERMEDADES.
Desde el punto de vista práctico, los compuestos con los que los zancudos identifican a sus huéspedes se pueden utilizar para desarrollar sistemas de monitoreo o trampeo masivo para las especies vectores de enfermedades.
Diversas mezclas de compuestos derivadas de humanos han sido identificadas y muchas son vendidas de manera comercial. Una gran cantidad de ellas tienen en común la presencia de ácidos carboxílicos de cadena corta, ácido láctico y amonio, y son usadas por mosquitos hembras cuando buscan a sus huéspedes para alimentarse.
En nuestro caso, la mezcla derivada de los compuestos fenólicos tiene la ventaja de atraer hembras que buscan alimentarse, así como a las que buscan un lugar en donde ovipositar. Experimentos futuros evaluarán la efectividad de mezcla de fenoles comparada con las mezclas de atrayentes comerciales.
La búsqueda de alternativas al uso de insecticidas para controlar a los mosquitos vectores de enfermedades debe ser una prioridad de investigación, particularmente en un planeta que está experimentando un cambio climático importante que puede exacerbar el impacto de enfermedades transmitidas por insectos.
*Julio César Rojas León es Investigador del Departamento Agricultura, Sociedad y Ambiente de ECOSUR (jrojas@www.ecosur.mx)
México por su riqueza biológica y cultural es un país agroforestal, aquí podemos encontrar sistemas agroforestales de cultivo y cría de animales con árboles, como las chinampas, los cacaotales, cafetales, milpas con frutales, cactos, palmas y agaves, la cría de abejas con plantaciones y acahuales melíferos, los sistemas silvopastoriles del trópico y de zonas semidesérticas, los oasis, los huertos familiares, el agrobosque de piña y los acahuales mejorados. Todos tienen en común los árboles.
Como guardianes o ingenieros del (agro) ecosistema, los árboles, con sus propios recursos o con los de otras especies o sus derivados, producen y cambian el hábitat para favorecer el aprovechamiento de recursos por otros organismos, lo cual ofrece muchas funciones socioambientales. Recirculan nutrientes, producen materia orgánica, retienen, protegen y mejoran las propiedades físicas, químicas y los microorganismos del suelo, contribuyen a mejorar el microclima y el clima global, crean hábitat y corredores para la flora y fauna y son nodrizas (generan condiciones para que otras crezcan debajo de sus copas), contribuyendo a mantener los ciclos del agua y la polinización, ofrecen alimentos, leña, madera y otros productos, entre otras funciones.
Tradicionalmente la cría de animales ha tenido un carácter agroforestal en México. El paisaje ganadero está conformado por potreros de pastos entremezclados con árboles dispersos, cercos vivos, bosquetes, relictos de vegetación de selvas secas, medianas y altas, boques de niebla, roblares y, en las zonas costeras, las vacas pastorean en los manglares; en una combinación de pastos y leñosas perennes considerados sistemas agroforestales, ya sea en arreglos silvopastoriles o agrosilvopastoriles, según los elementos que dispongan. En los sistemas silvopastoriles los árboles reducen el estrés climático, ofrecen forraje para aumentar la disponibilidad de proteína y aprovechar mejor la energía, sirven como límites de las parcelas y producen leña, frutales y servicios ecosistémicos. Según la SAGARPA (hoy SADER) en un reporte de 2012, esta actividad ocupa 4 787 127.5 hectáreas de áreas forestales y de descanso agrícola.
La vegetación natural, los árboles aislados y los pequeños bosquetes provenientes de la regeneración natural, con los que se entremezclan las áreas de pastoreo, han sido importantes para el crecimiento de la ganadería. Los animales también han contribuido a la recuperación de algunas especies de la vegetación natural, ya que los rumiantes, al consumir las semillas de los árboles a través del ramoneo ayudan a dispersarlos, no sin cambiar la diversidad y abundancia de especies, y con ello, la ecología de estas áreas.
La ganadería ocupó primeramente las planicies y luego las áreas montañosas, transformando los paisajes forestales y agroforestales del pasado, al mantenerse de los pastizales naturalizados sabanoides, producto de la eliminación de la cubierta forestal, y de los acahuales, producto de la sucesión secundaria.
En los años 60 y 70 del siglo pasado, la ganadería favorecía las áreas descampadas, sin vegetación. En tiempos de la revolución verde, programas gubernamentales favorecían y pagaban por eliminar la vegetación, la cual era considerada “tierra ociosa”. Sin embargo, el arte y ciencia agroforestal, con innovaciones tecnológicas, principalmente adaptadas a la ganadería familiar o de pequeña escala, ha impulsado estos sistemas como alternativa para la producción ganadera y la conservación de los recursos naturales. Por fortuna, los sistemas silvopastoriles van nuevamente en aumento en México, con lo que, poco a poco se mejora la producción ganadera y se recupera la vegetación arbórea.
Sin embargo, en un sistema ganadero con árboles no todo es bonanza, ya que la inclusión de árboles no es lo es todo. El diseño, establecimiento y mantenimiento de estos sistemas ofrece muchos retos, ya que no es suficiente una buena alimentación a los animales, sino un manejo adecuado de la disponibilidad de forraje a lo largo del año, un balance nutricional, la salud animal, la duración de las pasturas en el largo plazo, el mantenimiento del suelo, sus propiedades fisicoquímicas y sus acervos biológicos, el control de arvenses, el manejo adecuado del agua, si es que la hay disponible, o la búsqueda de nuevas formas de obtenerla y cuidarla; el control del pastoreo, la eliminación de agroquímicos y el manejo adecuado de plagas y enfermedades de los pastos y los animales; un manejo adecuado de la reproducción y crecimiento adecuado de las crías, la disposición de áreas para la restauración de la vegetación natural, la inocuidad de los productos, el sostenimiento de las condiciones productivas, el manejo de las áreas de pastoreo y forestales, la conciliación del cuidado de la biodiversidad y servicios ecosistémicos, la organización e inclusión social, así como la apertura de mercados de especialidad de sus productos, el manejo del doble propósito. La agregación de valor de los productos y en ocasiones la implementación de sistemas silvopastoriles es pretexto para abrir nuevas áreas de bosque, quemar los acahuales, extender los pastos, aumentar el número de cabezas de bovinos, sin incrementar la intensidad de uso, la calidad o la sustentabilidad de la actividad. En los aspectos sociales, las mujeres tienen poco o nulo acceso a la tierra, al capital y a los animales, muchas veces hacen el trabajo de la transformación y comercialización de los productos, un trabajo no remunerado, arduo e invisibilizado y la población joven reclama el relevo generacional. Poco se considera en los programas el apoyo al manejo de pequeñas especies para la ganadería familiar con fines de autosuficiencia alimentaria.
Se requiere una transformación de las políticas públicas, de los programas de apoyo, de la mirada ranchera hacia una transformación profunda de la ganadería. Las políticas públicas y los programas gubernamentales han sido sectoriales y la agroforestería hasta hace unos años no estaba considerada en estos programas, ya que al ser agroforestal no se atendía por el sector agrícola, ni el pecuario, ni el forestal, tres sectores que históricamente poco se hablan entre sí. ¿Están cambiando hoy las cosas?
Se requiere un cambio de paradigma hacia una forma más integrada de la población humana con el medio natural. Una forma de relacionarse con la tierra menos colonial, donde se consideren la interdependencia de las personas con la tierra, como parte de ella y no bajo una relación de dominación.
Es importante apoyar la ganadería familiar, pequeñas unidades dentro de los sistemas campesinos, a pequeña escala, con estrategias para dar empleo a hombres y mujeres, a la población de jóvenes, aumentando los productos, la calidad, los ingresos y las oportunidades, combinando distintas especies animales para la autosuficiencia alimentaria y apuntalando mercados de especialidad agroecológica, con agrobiodiversidad, incluyendo, la dinámica de la milpa, el huerto familiar, los acahuales y una visión holística de alimentación saludable con inclusión social y en armonía con la naturaleza.
El paisaje ganadero está conformado por potreros de pastos entremezclados con árboles dispersos, cercos vivos, bosquetes, relictos de vegetación de selvas secas, medianas y altas, boques de niebla, roblares y, en las zonas costeras, las vacas pastorean en los manglares; en una combinación de pastos y leñosas perennes
Mujer ganadera en Chiapas, México. Lorena Soto Pinto
José Armando Alayón-Gamboa, Samuel Albores-Moreno, Alejandro Morón-Ríos, Guillermo Jiménez-Ferrer, Jorge Canul-Solís(TecNM-IT Tizimín)Ángel T. Piñeiro-Vázquez(TecNM-IT Conkal) El Colegio de la Frontera Sur jalayon@www.ecosur.mx
En materia de pesca y acuacultura, la pandemia ha generado diversos estragos entre los pescadores ribereños y los acuacultores. Diana Manzo / La Jornada
El problema y la oportunidad
La fuerte deforestación observada durante las últimas cuatro décadas en las selvas y bosques, en toda Latinoamérica, ha sido consecuencia del cambio del uso del suelo en favor de la actividad agrícola y pecuaria a gran escala, con el fin de producir alimentos para la creciente demanda mundial. Estas demandas de alimento, particularmente las de origen animal, seguirán creciendo en las próximas tres décadas a consecuencia del aumento esperado de la población.
Este escenario obliga a encontrar mecanismos que reduzcan la deforestación, y el reto de muchos países como México es lograr una suficiencia alimentaria y asegurar su disponibilidad para la población, utilizando estrategias de producción que recuperen los procesos ecológicos y sociales que se han afectado al transformar las selvas en sitios de cultivo de vegetales o de crianza animal. En este sentido, las prácticas que realizan los pequeños agricultores juegan un papel importante, pues combinan sistemas mixtos de agricultura con ganadería, que fomentan pequeñas reservas forestales a través de su manejo y cuidado.
Estas pequeñas reservas surgen como consecuencia de la recuperación de la vegetación original, debida al abandono de los terrenos agrícolas y pecuarios o como consecuencia del uso y manejo de la vegetación, lo que puede generar algún nivel de modificación, pero conservan la mayoría de las especies vegetales encontradas al inicio del manejo. Cualquiera de estas dos vías da origen a una etapa de la vegetación, conocida como acahual (del náhuatl acahualli- terreno baldío o abandonado), que en la Península de Yucatán se denomina k’ax o hubche’, y los campesinos mayas lo diferencian de acuerdo con su edad o tiempo de abandono: como xmehen k’ax (de 10 a 20 años), tankelem k’ax (de 20 a 40) o nukuch k’ax (más de 40 años).
El acahual tiene una rica composición de hierbas, enredaderas, arbustos y árboles, por lo que juega un importante papel para los medios de vida de los pequeños agricultores. Este tipo de agricultores constituyen el 73% de las 5.3 millones de unidades económicas del sector rural en el campo mexicano (FAO-SAGARPA 2014), y aportan cantidades significativas de alimento para la seguridad alimentaria de la población mexicana. Entre estos pequeños agricultores, son de particular importancia aquellos que viven donde existe o existía un tipo de vegetación llamado selva baja caducifolia (SBC), como la que se encuentra distribuida en la Península de Yucatán. Los acahuales derivados de la SBC son un recurso alimenticio valioso para los animales rumiantes (vacas, cabras, borregos). Así mismo, debido a su alta riqueza de especies constituyen una fuente de recursos de la que obtienen beneficios los agricultores.
En la época de sequía (febrero a junio), cuando escasean los pastos para el ganado, el acahual juega un papel clave para su alimentación y mantenimiento, ya que del total de especies de plantas se pueden utilizar entre 100 y 200 especies para la alimentación de vacas, borregos, cabras, cerdos y aves. Los trabajos realizados en El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), en conjunto con otras instituciones, han destacado la importancia y el papel que juega el acahual como un sistema agroforestal para la crianza de animales rumiantes. En el acahual de una SBC en Campeche, los bovinos en libre ramoneo pueden llegar a consumir hasta 48 especies vegetales a lo largo del año. La ventaja comparativa del consumo de estas hierbas, enredaderas, hojas, flores y vainas de arbustos y árboles, es que aportan a los animales una dieta con mayor calidad, por la mayor concentración de proteína y minerales, en un periodo del año en el que disminuye dramáticamente la proteína en los pastos por su maduración. Además de la proteína, también aportan otros compuestos químicos conocidos como compuestos secundarios (CS), siendo los taninos condensados (TC) y las saponinas (SA) los de mayor abundancia. Estos compuestos ayudan a los animales a reducir la producción de metano (CH4) durante la fermentación del alimento. El metano es uno de los gases de efecto invernadero (GEI) y con su reducción se contribuye a disminuir su impacto en el calentamiento global. Los bovinos de 250 kilogramos de peso ramoneando durante todo el año en el acahual pueden consumir hasta 25 kilogramos de forraje verde al día y con ello cubrir las necesidades diarias de proteína y minerales, como el calcio, sodio, potasio y magnesio. Además, esta dieta tiene el potencial de reducir la producción de metano hasta en 31%. Otra de las bondades que aporta a los animales el consumo de compuestos secundarios es la posibilidad de desparasitarse y con ello mejorar su salud.
El reto y la propuesta
En la actualidad se plantea que para cubrir la futura demanda de alimentos de origen animal de forma sostenible, es necesario desarrollar esquemas de mayor producción animal en menor cantidad de superficie de tierra y con menor huella ecológica. En este sentido el acahual puede fungir como un sistema agroforestal que se integre en los sistemas ganaderos con un manejo estratégico multipropósito. Resulta factible incorporarlo dentro de la visión de las políticas públicas destinadas a fortalecer los sistemas de producción de alimentos en el medio rural (por ejemplo, “sembrando vida” o “producción para el bienestar”). Principalmente porque en términos sociales su uso se encuentra generalizado y su manejo es aceptado dentro de las prácticas culturales de los pequeños agricultores.
Sin embargo, es necesario conocer más los límites de carga o intensidad de ramoneo que pueden soportar las distintas especies de plantas del acahual, antes de comprometer su productividad de forraje para los animales o incluso cambiar la composición de especies que lo conforman. Tradicionalmente se han manejado bajas cargas de pastoreo (un animal de 150 kg por hectárea), pero podría incrementarse (un animal de 250 kg por hectárea) sin exceder el forrajeo.
Otro reto que vencer es ampliar la visión actual de la política pública de apoyar el pago de servicios ambientales solo en sistemas forestales o agroforestales. Se necesita adecuar los marcos institucionales de la política pública para incluir a los acahuales que existen en los sistemas ganaderos, ya que aportan servicios al ecosistema; entre ellos mitigan la emisión de dióxido de carbono (CO2), capturan y almacenan mayor cantidad de carbono proveniente de la atmósfera, incluso más que las áreas con vegetación no manejada. Además, ayudan a conservar la biodiversidad (animales y plantas silvestres), facilitan la conexión de los manchones de selva que aún quedan dentro del paisaje agropecuario, sirven como áreas para la captación e infiltración del agua de la lluvia, que en el caso de la Península de Yucatán es clave para la recarga del acuífero del que depende la población. •