Te compartimos el video de una entrevista realizada por#NoticiasTVTa María Mercedes Castillo Uzcanga, investigadora de El Colegio de la Frontera Sur, en relación a la contaminación de los ríos que surcan el territorio de Tabasco.
Juan Camilo Saavedra Domínguez, estudiante de la Maestría en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural con orientación en Agricultura, Sociedad y Ambiente (Generación 2019 – 2020) en la Unidad San Cristóbal, obtuvo el grado de Maestro en Ciencias con la tesis denominada “Entre el ecoturismo y el vivir bien familiar: cuestionando la promesa de bienestar del ecoturismo en dos emprendimientos mayas lacandones, México”, el pasado 23 de marzo.
Se cuestiona la capacidad real que tiene el modelo mexicano de ecoturismo para cumplir una de sus promesas centrales: mejorar el bienestar de pueblos campesinos e indígenas.
Mediante una aproximación metodológica basada en el paradigma interpretativo y el método de corte etnográfico cualitativo, se analiza, a escala de la familia, y desde la perspectiva local, el significado asignado a la noción de bienestar y los beneficios derivados de la participación en el ecoturismo.
Los referentes empíricos son dos emprendimientos ecoturísticos maya lacandones: la empresa familiar Centro Ecoturístico Top Che y la cooperativa comunitaria Ecolodge Nahá, ambos ubicados en la selva Lacandona en Chiapas, México.
Se encuentra que la significación local del bienestar es compleja, histórico-situada, género generacional, multidimensional y diferenciada de la noción dominante y convencional que integra la promesa del ecoturismo.
Se registran cinco dimensiones de su expresión – el lugar, el ser, el hacer, el tener, y el convivir – las cuales están estrechamente interrelacionadas entre sí. Por otro lado, se percibe que el ecoturismo mejora los ingresos, genera trabajo, conserva el ambiente, rescata la cultura y permite el aprendizaje de nuevas capacidades relacionadas con la gestión empresarial. Sin embargo, a través de los testimonios locales, se evidencian contradicciones y complejas transformaciones sociales acentuadas por la incorporación del modelo de empresa de ecoturismo a la estrategia de vida familiar maya lacandona.
Se concluye que el bienestar como eje de análisis tiene el potencial no solo para comprender qué elementos consideran importantes en sus vidas las familias campesinas e indígenas, sino también para entender los diversos, pero también heterogéneos procesos sociales que catalizan la conservación en general y el ecoturismo en particular en sociedades rurales.
El Consejo Tutelar estuvo conformado por el Dr. Eduardo Bello Baltazar (director de tesis), Dra. Erin Ingrid Jane Estrada Lugo (asesora), Dra. Celia Ruiz de Oña Plaza (asesora) y Dr. Luis Eduardo Acosta Muñoz (asesor). Fueron sinodales: Dra. Ana Minerva Arce Ibarra, Dra. Rosa Elba Hernández Cruz y Dra. Dora Ramos Muñoz.
La pesca ha sido fundamental en la vida de los pueblos de la costa del Golfo de México. A la fecha, sabemos que fue esta actividad, más que el cultivo de maíz, lo que permitió el establecimiento de algunas de las ciudades más importantes de los olmecas. La importancia económica, cultural y religiosa de la pesca se extendió a otros pueblos, como los mayas, quienes atribuyeron características de organismos acuáticos a distintos dioses, como es el caso de “Xok” o “Xook”, inspirado en el tiburón toro y relacionado con el inframundo.
La pesca ha estado tan conectada con la vida cotidiana de los habitantes del sureste de México que aún es común escuchar en Campeche y Yucatán que nombren en maya a muchas especies marinas. Esto refleja la importancia que estas han tenido a lo largo del tiempo, incluso, ciertos platillos, como el pan de cazón, forman parte de la identidad cultural de la región.
A principio del siglo XX, la pesca estaba sumamente limitada tecnológicamente, se utilizaban los cayucos, un tipo de canoa hecha de un solo tronco, y redes hechas de fibras naturales y arpones. En sus cayucos con vela los pescadores no podían alejarse mucho de la costa y dependían de los vientos para realizar sus viajes de pesca. Tampoco podían pescar demasiado, ya que sus embarcaciones no soportaban tanto peso y corrían el riesgo de hundirse, y la única manera de conservar su captura era salándola o asándola.
A partir de 1940 hubo inversión nacional y extranjera en las pesquerías del Golfo de México, con ello se introdujeron los motores, aparecieron los barcos de madera y metal, y surgieron las primeras pesquerías de gran importancia económica, como la de camarón en Campeche.
Antes del establecimiento de la industria petrolera, la pesca de camarón fue una de las principales fuentes de ingreso para Campeche, porque era reconocida a nivel nacional e internacional por la cantidad y calidad de sus productos. Los primeros registros oficiales muestran que a finales de los cuarenta se capturaban alrededor de 5 mil toneladas de camarón, cantidad que se incrementaría con el tiempo.
La mejora de la tecnología transformó la pesca, pero también lo hizo La Marcha al Mar, política pública establecida en 1952 que promovía las inversiones para el surgimiento de nuevas economías en la costa, favoreciendo la pesca. Más tarde, a partir de 1970, el gobierno mexicano comenzó a dar apoyos a los pescadores, cooperativas e inversionistas y se crearon nuevas instituciones como BANPESCA, que ofrecían préstamos a las flotas pesqueras nacionales.
Estas oportunidades e inversiones generaron nuevamente un cambio tecnológico. Los pescadores accedieron a embarcaciones menores (<10 m de longitud) de fibra de vidrio, a motores más potentes que les permitían alejarse más de la costa y a redes de fibras sintéticas, que hicieron de la pesca una actividad más eficiente.
Así, las pesquerías que solían ser de comercio local, como la del tiburón, se transformaron en industrias bien desarrolladas, con plantas procesadoras, barcos con gran capacidad de almacenamiento que podían quedarse en mar abierto hasta dos meses, aunque continuó el uso de embarcaciones menores. Con el progreso de la actividad pesquera hubo una gran migración de personas hacia la costa para beneficiarse de esta actividad. Fue un período de oportunidades comerciales y científicas, ya que también se incentivó la investigación de los recursos pesqueros.
El incremento en el número de pescadores, embarcaciones y las mejoras tecnológicas provocaron el aumento de las capturas y el crecimiento de la industria pesquera. Por ejemplo, a principios de los setenta se alcanzaron las mayores capturas históricas de camarón (22 mil toneladas) y a principios de los noventa las de tiburón (14 mil toneladas). Sin embargo, este auge no fue permanente, de manera paulatina la captura en las pesquerías empezó a disminuir a finales de los noventa.
Actualmente, la captura de la mayoría de las pesquerías continúa disminuyendo o ya no tiene posibilidad de aumentar, incluso están muy por debajo de sus máximos históricos, como es el caso de la pesquería de tiburón que para 2018 registró alrededor de 9 mil toneladas y la de camarón de aproximadamente 5 mil toneladas. Esto fue consecuencia del crecimiento desmedido de la actividad a lo largo del tiempo.
Debido a los problemas que enfrenta la pesca en la actualidad se han buscado nuevas formas de manejo que aseguren el aprovechamiento sustentable de los recursos acuáticos, además de mejorar el bienestar de las personas involucradas en la actividad. Por ello, los pescadores, académicos, organizaciones de la sociedad civil e instituciones gubernamentales trabajan de manera conjunta para asegurar el futuro de la pesca, que es el sustento de miles de familias de las comunidades costeras y que contribuye a la seguridad alimentaria del país. •
A partir de 1940 hubo inversión nacional y extranjera en las pesquerías del Golfo de México, con ello se introdujeron los motores, aparecieron los barcos de madera y metal, y surgieron las primeras pesquerías de gran importancia económica, como la de camarón en Campeche.
Tiburón secado al sol. Imagen tomada en Champotón, Campeche.Campos Mendoza, 1982
Federico Reyes Grande, estudiante del Doctorado en Ciencias en Ecología y Desarrollo Sustentable con orientación en Estudios de Sociedad, Espacios y Culturas (Generación 2016 – 2019) en la Unidad Villahermosa, obtuvo el grado de Doctor en Ciencias con la tesis denominada “Volver a la comunidad: Apuntes para una propuesta política de adaptación. Reflexión desde Barra de Tupilco, Tabasco”, el pasado 22 de marzo.
El punto de partida de esta tesis es la política de adaptación humana, que es impulsada a nivel mundial a partir de acuerdos internacionales, de los que destaca la agenda de adaptación articulada con el desarrollo sostenible. Argumenta que este modelo de desarrollo da continuidad al modelo de desarrollo industrial capitalista adoptado luego de haber terminado la segunda guerra mundial, por cuanto que mantiene vigente la lógica de supeditar el bienestar humano al crecimiento económico.
En tal sentido, las acciones adaptativas que anima también están orientadas por el mejoramiento económico de las personas, punto en el que convergen con la narrativa neoliberal, que exalta la dimensión económica del hombre como su naturaleza y justifica la competencia en aras de la sobrevivencia, postulado afín a la teoría evolutiva de Darwin. Señala, en consecuencia, que esta lógica expresa de manera concreta el enfoque determinista en que descansa dicha política y, por ende, su insuficiencia para favorecer procesos de adaptación.
En contraste, sugiere una reflexión no determinista sobre la posibilidad de adaptación a partir de reconocer la dimensión política de los seres humanos. Con base en ésta, propone fortalecer la comunidad humana, espacio vital, de encuentro y recreación, como la condición previa para favorecer procesos adaptativos; esto implica revitalizar los cimientos comunitarios del diálogo, la discusión de ideas, la confianza, la construcción de acuerdos y, en particular, la solidaridad.
Tal propuesta descansa en una narrativa que concibe la naturaleza humana como fundamentalmente social, por tanto, rechaza el individualismo, la competencia y el reduccionismo económico. Esta idea es producto del trabajo de campo realizado en la localidad pesquera Barra de Tupilco, municipio de Paraíso, Tabasco, donde los lugareños transitaron de campesinos agrícolas a pescadores, quienes ante las amenazas que enfrenta su actividad, sobre todo por la industria petrolera, ensayan vías de adaptación para seguir siendo pescadores.
El Consejo Tutelar estuvo conformado por el Dr. Miguel Ángel Díaz Perera (director de tesis), Dr. Alejandro Espinoza Tenorio (asesor), Dra. Dora Elia Ramos Muñoz (asesora) y Dr. Pablo Marín Olán (asesor). Fueron sinodales la Dra. Lilia María Gama Campillo, Dra. Nubia Cortés Márquez y Dr. Sergio Iván Navarro Martínez.
Ya no hay pescado, dicen los pescadores de Barra de Tupilco, municipio de Paraíso, Tabasco; el contraste de esta situación es una época en que bastaba un lance para capturar porque había mucho pescado. La escasez no es un asunto de mera percepción. Hay días –desde hace varios años– en que los pescadores no salen, aunque las condiciones del día lo permitan, o bien levantan las redes tras varios días sin capturas, incluso en las temporadas altas, como cuaresma o nortes. Esta situación también es experimentada en toda la costa tabasqueña –de Cárdenas a Centla–, al menos.
Barra de Tupilco es el nombre del ejido y de la localidad que le da nombre a la barra geográfica de aproximadamente 11 km de litoral. El ejido se creó por resolución presidencial en 1939 con una extensión inicial de 1,171 ha, a las que se sumaron 272.87 ha en 1948 luego de que fuera ejecutada la solicitud de ampliación. Según el último censo de población (2020), este territorio tiene 416 habitantes distribuidos en 122 viviendas, 34 de las cuales son conducidas por mujeres y 88 por hombres. La mayoría de los hombres se dedica a la pesca, principalmente en el mar, esta actividad junto con la venta de copra y de coco tierno constituyen sus principales fuentes de ingresos.
Plataformas petroleras vistas desde Barra de Tupilco.Federico Reyes
La pesca antes: abundancia
A decir de los lugareños, hasta hace 20 años la pesca era abundante; recuerdan, por ejemplo, que algunos salían de madrugada a atarrayar o tender sus redes en el río o la orilla del mar, otros con las primeras horas del día o bien al alba, y en poco tiempo ya había pescado atrapado.
Sus artes eran básicas, como en la actualidad: atarrayas, redes para robalo y sierra –las pesquerías locales–, líneas de mano, anzuelos, trampas para cangrejo y arpones de confección casera, y cayucos y lanchas, de madera antes, hoy de fibra de vidrio. Las temporadas de pesca estaban bien definidas y las capturas llegaban a alcanzar la tonelada o tonelada y media. La pesca prometía, garantizaba la provisión de alimento y dejaba pingües ingresos monetarios.
Hoy abunda la escasez
Los barreños refieren que desde que inició el siglo cada vez hay menos peces. Esto lo advierte el volumen de sus capturas (ya no son abundantes) y el tiempo que invierten (que es mayor respecto al pasado inmediato). Hoy, por ejemplo, hay jornadas sin que capturen un solo pescado y una pesca de 100 kilos resulta extraordinaria.
La disminución de la población de peces suelen imputarla a factores externos, en particular la industria petrolera, que desde hace cerca de quince años explora las aguas someras en el área de la Cuenca del Sureste Marino. Los pescadores presumen –a falta de información confiable– que los peces no se reproducen, se alejan de la orilla o mueren debido a los derrames de petróleo crudo en aguas marinas, el vertimiento de líquidos a los que atribuyen propiedades contaminantes y tóxicas, los desechos generados en las plataformas petroleras marinas y el uso de explosivos para explorar potenciales yacimientos.
Igualmente señalan la sobrepesca, fenómeno en el que se conjuntan la omisión de las autoridades de pesca —sobre todo federales y estatales— para vigilar el desarrollo de esta actividad y el interés de los pescadores por obtener mayores ingresos para mejorar sus condiciones de vida, según la narrativa oficial. Reconocen que, de empeorar la situación de escasez, la esperanza de seguir ejerciendo el oficio de pescador y heredarla a la generación de jóvenes se irá diluyendo, como de alguna manera ya ocurre.
¿Futuro para la pesca?
La llegada de un paisano a la presidencia de la república en 2018 generó expectativas de mejora de esta situación entre los barreños, que al parecer no se cumplirán. El Programa Nacional de Pesca y Acuacultura 2020-2024 (PNPA) establece la mejora de la flota ribereña, con lo que se busca incrementar sustentablemente la producción de pescado y los ingresos y bienestar de los pescadores. Nada nuevo, toda vez que el Programa llega tarde.
Enfrente tiene al Programa Sectorial de Energía 2020-2024 (PSE), que propone aumentar las actividades de exploración de hidrocarburos en el Golfo de México con el fin de alcanzar la autosuficiencia energética e impulsar el desarrollo del país.
El PNPA no refiere cómo habrá de conciliar los objetivos del PSE con los propios, entre los que destaca la atención prioritaria a las comunidades pesqueras con bajos ingresos –en las que no figuran las de Tabasco–, ni cómo hará para revertir la escasez de pescado en el Golfo, como no sea mediante el impulso de la acuacultura, por lo que el futuro de la pesca en Barra de Tupilco seguirá en el aire, como hasta ahora. •
Personas tirando las redes en la Laguna del Carmen.Candy de los Santos
El movimiento poblacional hacia las costas tiene mucha historia. En Tabasco, durante el siglo XX, las personas se acercaron más al mar, fundaron nuevos pueblos, adoptaron nuevas actividades al encontrarse y apropiarse de humedales, litorales y bocanas, cimentaron así modos de vida muy particulares.
Para el año 2010 existían en la entidad tabasqueña 217 localidades, según el censo del INEGI, el 93.7% tenían menos de 2,500 habitantes y en ellas residían 177,191 personas, y de estas poco más de la mitad (88,690) vivían en 12 localidades.
Las costas poseen una gran riqueza y variedad de recursos naturales —ecosistemas terrestres, hídricos y marinos— y culturales. Sólo así, por el entrecruce del mar, ríos y tierra, se comprenden las historias que cuentan los oriundos de Coronel Andrés Sánchez Magallanes (de aquí en adelante Magallanes), un pueblo que se localiza en las cercanías con Veracruz, en una de las nueve barras o desembocaduras de Tabasco, municipio de Cárdenas.
Según cuentan, Magallanes se pobló con personas que llegaron de comunidades vecinas, sobre todo del municipio de Paraíso y de otros estados del país. En el Atlas Geográfico, estadístico e histórico de la República Mexicana. de Antonio García Cubas, se refiere que existen indicios de población desde 1856, y los mayores recuerdan que uno de sus atractivos fue la intensa actividad pesquera, así lo mencionó don Juan …el fuerte fue mucho el ostión y la pesca, Sánchez Magallanes en pocas palabras ha tenido vida propia… (Juan, febrero, 2020).
Don Juan llegó de una comunidad dedicada a las actividades ganaderas campesinas, Pero debido al poco ingreso que redituaban decidió junto con su familia moverse a Magallanes, donde la pesca prometía un horizonte mucho mejor. Otras personas llegaron atraídos por las playas, la sensación de la brisa marina y la naturaleza. Todo apuntaba a que Magallanes tendría un gran futuro y no fue así, por ello las familias de Magallanes están migrando de nuevo, especialmente los jóvenes, en búsqueda de nuevas y mejores oportunidades.
Señalan que la pesca y extracción ostrícola dejó de ser rentable y tuvieron que buscar alternativas, como la albañilería, trabajar en talleres o como choferes de transporte público o comercial. La falta de un ingreso digno, así como la intensa y acelerada erosión costera, que ha consumido antiguas casas que daban la cara al océano y dejado en total desamparo a las familias que las habitaban, los ha empujado a dejar el hogar.
Por otro lado, los servicios como el banco, balnearios y autobuses, que en su momento fueron expresión de prosperidad, se retiraron paulatinamente por pleitos políticos o por la delincuencia, un factor que duele mucho. El antes boyante puerto ahora pareciera estar desolado, se observan casas abandonadas y deterioradas, con techos caídos, sin puertas ni ventanas.
Parece que no queda otra opción más que migrar, como lo hizo Don Juan para llegar aquí. Sin embargo, en los corazones de los habitantes de Magallanes se mantiene todavía la llama de esperanza de tener un mejor futuro, en el que la alegría por la pesca, el turismo y la buena música, vuelvan a florecer. Así se añora lo que un día fue un lugar lleno de calor humano.
Mientras haya esperanza, existirá la necesidad de sobrellevar las vulnerabilidades costeras, no es sólo desde la percepción de pescadores en ruina o la añoranza vaga por el pasado, sino con la suma de experiencias de desigualdad, pobreza, falta de oportunidades, indolencia, indiferencia por las vocaciones olvidadas de una región azotada por una creciente violencia y movimientos sociales.
Es un hecho palpable y vivido que la pesca y ostricultura en Magallanes ya no dan para el sustento de las familias. La falta de oportunidades que vivió Don Juan en su lugar de origen y que lo llevaron a la costa ahora parecieran expulsarlos de Magallanes.
Aunado a lo anterior, en 2020 llegó la pandemia de Covid-19. Desde febrero los habitantes se comenzaron a preparar para recibir a visitantes, realizaron la limpieza de las playas, dieron mantenimiento a las palapas y servicio al alumbrado público, y debido a que comenzó el confinamiento el turismo no llegó y todas estas actividades se suspendieron. Este fue otro duro golpe para la ya débil economía de las familias.
Las autoridades gubernamentales también deben poner atención a la falta de seguridad pública. No hay que olvidar que la prácticas y conocimientos en la costa forman parte de nuestra cultura, por lo que al deteriorarse Magallanes nos debilitamos todos. •
Casa abandonada y deteriorada en Magallanes.Candy de los Santos
Es un hecho palpable y vivido que la pesca y ostricultura en Magallanes ya no dan para el sustento de las familias. La falta de oportunidades que vivió Don Juan en su lugar de origen y que lo llevaron a la costa ahora parecieran expulsarlos de Magallanes.
Seguiremos aquí hasta que nos quite el mar!Recuerdo esta frase de una visita al puerto pesquero de Sánchez Magallanes, cuando un pescador me explicaba que, comparado con 20 años atrás, ahora presenciaba más temporales (tormentas tropicales) cada año. Más lluvias son un posible efecto del cambio climático, que es, entre otras cosas, la modificación de temperaturas terrestres y marinas, que afecta los ecosistemas acuáticos y a los pescadores que dependen de ellos.
Cuando la temperatura aumenta o disminuye en la zona costera pone en peligro la conservación de diversas especies acuáticas, así como a la flora y fauna, ya que muchas tienen escaso rango de tolerancia y cualquier variación puede afectar su crecimiento o reproducción.
A nivel global, el cambio climático genera un impacto en la seguridad alimentaria y en el sustento de los aproximadamente 39 millones de pescadores de pequeña escala en zonas costeras del mundo y los casi 156 millones de consumidores que dependen del pescado para obtener en su dieta más del 20% de proteína animal, según la FAO en el 2018. Estudios realizados por el Panel Internacional para el Cambio Climático (IPCC) mencionan que las zonas costeras tienden a ser las más vulnerables ante sus efectos.
La pesca de pequeña escala enfrenta impactos y tensiones derivadas de este fenómeno, como el aumento del nivel de los mares, el derretimiento de los glaciares y la acidificación de los océanos, que tienen efectos en los arrecifes de coral, los humedales y ríos.
Estas amenazas conllevan repercusiones sociales, pues se conjugan con la sobrepesca y con la caída de la economía de las pesquerías provocando una disminución en los ingresos de los pescadores. Por otro lado, los sucesos extremos como tormentas tropicales y huracanes pueden impactar la infraestructura pesquera, provocar cambios en los asentamientos humanos, así como en el orden de las actividades pesqueras y alterar las estrategias de vida en las localidades costeras.
Casa aun habitada, con costales y conchas de ostión como muros de protección.Deysi Cupido
¿Cuál es el mayor impacto en la zona costera de Tabasco?
Por sus características físico-naturales y factores socioambientales, la costa de Tabasco tiene zonas vulnerables ante los efectos del cambio climático. Las localidades de Sánchez Magallanes y Barra de Tupilco han sido afectadas por fenómenos ambientales y humanos que influyen en el sistema pesquero, como la pérdida del ambiente y hábitat, aumentos en la temperatura y erosión costera.
En estas localidades no hay letreros que adviertan cuales son las zonas de riesgo por la erosión costera o para informar sobre los tramos de carretera que han sido devorados por el mar, y mucho menos existe organización para regular las construcciones en zonas de alto riesgo.
Como efecto de la erosión, muchas personas pierden sus hogares y desaparecen bodegas pesqueras; algunas familias siguen viviendo en lo que queda de sus casas y para protegerse del oleaje colocan muros con conchas del ostión y costales de arena. En 2012, se colocaron geotubos para tratar de detener el avance del mar, pero, según los pobladores, solo duraron dos años debido a la fuerza del oleaje y las tormentas tropicales que cada vez son más intensas.
Los pescadores dependen del clima para realizar su actividad todos los días, los temporales afectan sus salidas al mar y los días de pesca se reducen; por otro lado, si mientras están pescando el clima cambia repentinamente corren el riesgo de tener accidentes o perder la vida debido a que al incrementarse el oleaje y los vientos sus lanchas pueden voltearse.
La pesca de pequeña escala enfrenta impactos y tensiones derivadas este fenómeno, como el aumento del nivel de los mares, el derretimiento de los glaciares y la acidificación de los océanos, que tienen efectos en los arrecifes de coral, los humedales y ríos.
Resto de geotubo colocado a la orrilla de la playa.Deysi Cupido
La contaminación
Los ecosistemas marinos costeros de Tabasco también enfrentan un acelerado deterioro y contaminación por el derrame de hidrocarburos y los efectos de una urbanización desordenada que no gestionan las aguas grises o fertilizantes usados en tierras arriba. Lo más evidente son las fugas en la infraestructura petrolera como los gasoductos, pozos de extracción y plataformas petroleras, que derivan en la contaminación de los cuerpos de agua y suelos.
Aunque los pescadores tienen la noción del riesgo que implica vivir en zonas costeras impactadas por el cambio climático, su apuesta es seguir viviendo ahí, cerca a su espacio de trabajo, el mar. Estos espacios marinos-costeros son su hogar y su medio de subsistencia, una cultura, una forma de vida. Así que aun con los riesgos que les depara el futuro ahí seguirán, hasta que los quite el mar.
Por lo tanto, urge hacer frente al cambio climático con la inversión específica de instituciones gubernamentales a escala local, nacional y regional para proteger la integridad de los pescadores y las localidades ante los eventos de este fenómeno con iniciativas para reducir riesgos, con señalamientos, alertas tempranas, refugios para tormentas y seguros por accidentes en el mar, los cuales puedan aminorar las vulnerabilidades de las zonas costeras y de la actividad pesquera. •
Pesca en la laguna del carmen.Deysi Cupido Anterior:
En México, marzo es el mes del año en que hay mayor consumo de pescados y mariscos. En términos coloquiales podríamos decir que es cuando los pescadores y las pescadoras del Golfo de México hacen su agosto.
La cuaresma conjuga dos largas tradiciones: una que tienen elementos del México prehispánico y que remite a trasladar pescados y mariscos del Golfo de México tierra adentro, en presentaciones frescas, saladas o curtidas, y la otra relacionada con la herencia judeocristiana que enriquece el patrimonio culinario de México.
La palabra cuaresma remite a un elemento relacionado con 40 días y proviene del latín quadragésima. En la tradición judía se utilizó para referir a los cuarenta días de ayuno anteriores a la Pascua, con lo que se conmemora la salida del pueblo hebreo de Egipto a. Puesto que la Pascua y la Semana Santa cristiana coinciden en fechas, la tradición del ayuno se integró al repertorio de prácticas cristianas a partir del siglo IV.
La Semana Santa inicia con el miércoles de ceniza y culmina con el Domingo de Resurrección y enmarca actos que recuerdan los últimos días de la vida, muerte y asunción de Jesucristo con una serie de festividades que hasta hoy se mantienen en la vida cotidiana mexicana.
Pero ¿cómo llegó el pescado a ser el platillo de la cuaresma? Ocurrió a partir de que el ayuno cristiano radicó en la abstinencia de ingesta de carnes de todo animal sacrificado y en el que hubiera un derramamiento de sangre. Así que se debían evitar no sólo las carnes rojas, sino las de aves y mamíferos.
Detrás de esa abstención se escribieron muchos textos, por ejemplo, Santo Tomás de Aquino (Italia, 1224–1274), en Summa theologiae, enfatizó que la carne de los animales terrestres era un símbolo de concupiscencia, de placer al paladar, de lujuria y de nutrición para el ser humano, por lo que era prudente evitarla en los tiempos de abstinencia, recogimiento, sacrificio, ayuno y reflexión de la Cuaresma. Hoy la iglesia católica no exige más un estilo de alimentación cuaresmal, pero la tradición forma ya parte de un patrimonio colectivo.
Así que debido a que los peces y mariscos no son sacrificados, sino que mueren por asfixia y no son desangrados, su consumo fue ampliamente incorporado en la dieta cuaresmal y se detonó una tradición gastronómica asociada con la Semana Santa, que hoy puede ser considerada como un delicioso patrimonio inmaterial para quienes pescan, comercializan, preparan y disfrutan del pescado y mariscos en esta temporada. •