
Entrevista a María Mercedes Castillo Uzcanga / “Tabasco a tiempo de revertir contaminación de sus ríos”

Federico Reyes Grande
El Colegio de la Frontera Sur
Ya no hay pescado, dicen los pescadores de Barra de Tupilco, municipio de Paraíso, Tabasco; el contraste de esta situación es una época en que bastaba un lance para capturar porque había mucho pescado. La escasez no es un asunto de mera percepción. Hay días –desde hace varios años– en que los pescadores no salen, aunque las condiciones del día lo permitan, o bien levantan las redes tras varios días sin capturas, incluso en las temporadas altas, como cuaresma o nortes. Esta situación también es experimentada en toda la costa tabasqueña –de Cárdenas a Centla–, al menos.
Barra de Tupilco es el nombre del ejido y de la localidad que le da nombre a la barra geográfica de aproximadamente 11 km de litoral. El ejido se creó por resolución presidencial en 1939 con una extensión inicial de 1,171 ha, a las que se sumaron 272.87 ha en 1948 luego de que fuera ejecutada la solicitud de ampliación. Según el último censo de población (2020), este territorio tiene 416 habitantes distribuidos en 122 viviendas, 34 de las cuales son conducidas por mujeres y 88 por hombres. La mayoría de los hombres se dedica a la pesca, principalmente en el mar, esta actividad junto con la venta de copra y de coco tierno constituyen sus principales fuentes de ingresos.
A decir de los lugareños, hasta hace 20 años la pesca era abundante; recuerdan, por ejemplo, que algunos salían de madrugada a atarrayar o tender sus redes en el río o la orilla del mar, otros con las primeras horas del día o bien al alba, y en poco tiempo ya había pescado atrapado.
Sus artes eran básicas, como en la actualidad: atarrayas, redes para robalo y sierra –las pesquerías locales–, líneas de mano, anzuelos, trampas para cangrejo y arpones de confección casera, y cayucos y lanchas, de madera antes, hoy de fibra de vidrio. Las temporadas de pesca estaban bien definidas y las capturas llegaban a alcanzar la tonelada o tonelada y media. La pesca prometía, garantizaba la provisión de alimento y dejaba pingües ingresos monetarios.
Los barreños refieren que desde que inició el siglo cada vez hay menos peces. Esto lo advierte el volumen de sus capturas (ya no son abundantes) y el tiempo que invierten (que es mayor respecto al pasado inmediato). Hoy, por ejemplo, hay jornadas sin que capturen un solo pescado y una pesca de 100 kilos resulta extraordinaria.
La disminución de la población de peces suelen imputarla a factores externos, en particular la industria petrolera, que desde hace cerca de quince años explora las aguas someras en el área de la Cuenca del Sureste Marino. Los pescadores presumen –a falta de información confiable– que los peces no se reproducen, se alejan de la orilla o mueren debido a los derrames de petróleo crudo en aguas marinas, el vertimiento de líquidos a los que atribuyen propiedades contaminantes y tóxicas, los desechos generados en las plataformas petroleras marinas y el uso de explosivos para explorar potenciales yacimientos.
Igualmente señalan la sobrepesca, fenómeno en el que se conjuntan la omisión de las autoridades de pesca —sobre todo federales y estatales— para vigilar el desarrollo de esta actividad y el interés de los pescadores por obtener mayores ingresos para mejorar sus condiciones de vida, según la narrativa oficial. Reconocen que, de empeorar la situación de escasez, la esperanza de seguir ejerciendo el oficio de pescador y heredarla a la generación de jóvenes se irá diluyendo, como de alguna manera ya ocurre.
La llegada de un paisano a la presidencia de la república en 2018 generó expectativas de mejora de esta situación entre los barreños, que al parecer no se cumplirán. El Programa Nacional de Pesca y Acuacultura 2020-2024 (PNPA) establece la mejora de la flota ribereña, con lo que se busca incrementar sustentablemente la producción de pescado y los ingresos y bienestar de los pescadores. Nada nuevo, toda vez que el Programa llega tarde.
Enfrente tiene al Programa Sectorial de Energía 2020-2024 (PSE), que propone aumentar las actividades de exploración de hidrocarburos en el Golfo de México con el fin de alcanzar la autosuficiencia energética e impulsar el desarrollo del país.
El PNPA no refiere cómo habrá de conciliar los objetivos del PSE con los propios, entre los que destaca la atención prioritaria a las comunidades pesqueras con bajos ingresos –en las que no figuran las de Tabasco–, ni cómo hará para revertir la escasez de pescado en el Golfo, como no sea mediante el impulso de la acuacultura, por lo que el futuro de la pesca en Barra de Tupilco seguirá en el aire, como hasta ahora. •
TEXTO PUBLICADO EN LA JORNADA DEL CAMPO
https://www.jornada.com.mx/2021/03/20/delcampo/articulos/pesca-tupilco.html?fbclid=IwAR0MUaVrVusbsfvkV6yhQEuRt80kJkC7GckZQwEZVXfxpP3RGL8kDzZsVVw
Candy Cristina de los Santos
candy.delossantos@www.ecosur.mx
El movimiento poblacional hacia las costas tiene mucha historia. En Tabasco, durante el siglo XX, las personas se acercaron más al mar, fundaron nuevos pueblos, adoptaron nuevas actividades al encontrarse y apropiarse de humedales, litorales y bocanas, cimentaron así modos de vida muy particulares.
Para el año 2010 existían en la entidad tabasqueña 217 localidades, según el censo del INEGI, el 93.7% tenían menos de 2,500 habitantes y en ellas residían 177,191 personas, y de estas poco más de la mitad (88,690) vivían en 12 localidades.
Las costas poseen una gran riqueza y variedad de recursos naturales —ecosistemas terrestres, hídricos y marinos— y culturales. Sólo así, por el entrecruce del mar, ríos y tierra, se comprenden las historias que cuentan los oriundos de Coronel Andrés Sánchez Magallanes (de aquí en adelante Magallanes), un pueblo que se localiza en las cercanías con Veracruz, en una de las nueve barras o desembocaduras de Tabasco, municipio de Cárdenas.
Según cuentan, Magallanes se pobló con personas que llegaron de comunidades vecinas, sobre todo del municipio de Paraíso y de otros estados del país. En el Atlas Geográfico, estadístico e histórico de la República Mexicana. de Antonio García Cubas, se refiere que existen indicios de población desde 1856, y los mayores recuerdan que uno de sus atractivos fue la intensa actividad pesquera, así lo mencionó don Juan …el fuerte fue mucho el ostión y la pesca, Sánchez Magallanes en pocas palabras ha tenido vida propia… (Juan, febrero, 2020).
Don Juan llegó de una comunidad dedicada a las actividades ganaderas campesinas, Pero debido al poco ingreso que redituaban decidió junto con su familia moverse a Magallanes, donde la pesca prometía un horizonte mucho mejor. Otras personas llegaron atraídos por las playas, la sensación de la brisa marina y la naturaleza. Todo apuntaba a que Magallanes tendría un gran futuro y no fue así, por ello las familias de Magallanes están migrando de nuevo, especialmente los jóvenes, en búsqueda de nuevas y mejores oportunidades.
Señalan que la pesca y extracción ostrícola dejó de ser rentable y tuvieron que buscar alternativas, como la albañilería, trabajar en talleres o como choferes de transporte público o comercial. La falta de un ingreso digno, así como la intensa y acelerada erosión costera, que ha consumido antiguas casas que daban la cara al océano y dejado en total desamparo a las familias que las habitaban, los ha empujado a dejar el hogar.
Por otro lado, los servicios como el banco, balnearios y autobuses, que en su momento fueron expresión de prosperidad, se retiraron paulatinamente por pleitos políticos o por la delincuencia, un factor que duele mucho. El antes boyante puerto ahora pareciera estar desolado, se observan casas abandonadas y deterioradas, con techos caídos, sin puertas ni ventanas.
Parece que no queda otra opción más que migrar, como lo hizo Don Juan para llegar aquí. Sin embargo, en los corazones de los habitantes de Magallanes se mantiene todavía la llama de esperanza de tener un mejor futuro, en el que la alegría por la pesca, el turismo y la buena música, vuelvan a florecer. Así se añora lo que un día fue un lugar lleno de calor humano.
Mientras haya esperanza, existirá la necesidad de sobrellevar las vulnerabilidades costeras, no es sólo desde la percepción de pescadores en ruina o la añoranza vaga por el pasado, sino con la suma de experiencias de desigualdad, pobreza, falta de oportunidades, indolencia, indiferencia por las vocaciones olvidadas de una región azotada por una creciente violencia y movimientos sociales.
Es un hecho palpable y vivido que la pesca y ostricultura en Magallanes ya no dan para el sustento de las familias. La falta de oportunidades que vivió Don Juan en su lugar de origen y que lo llevaron a la costa ahora parecieran expulsarlos de Magallanes.
Aunado a lo anterior, en 2020 llegó la pandemia de Covid-19. Desde febrero los habitantes se comenzaron a preparar para recibir a visitantes, realizaron la limpieza de las playas, dieron mantenimiento a las palapas y servicio al alumbrado público, y debido a que comenzó el confinamiento el turismo no llegó y todas estas actividades se suspendieron. Este fue otro duro golpe para la ya débil economía de las familias.
Las autoridades gubernamentales también deben poner atención a la falta de seguridad pública. No hay que olvidar que la prácticas y conocimientos en la costa forman parte de nuestra cultura, por lo que al deteriorarse Magallanes nos debilitamos todos. •
Es un hecho palpable y vivido que la pesca y ostricultura en Magallanes ya no dan para el sustento de las familias. La falta de oportunidades que vivió Don Juan en su lugar de origen y que lo llevaron a la costa ahora parecieran expulsarlos de Magallanes.
TEXTO PUBLICADO EN LA JORNADA DEL CAMPO
Deysi Guadalupe Cupido Santamaria
Seguiremos aquí hasta que nos quite el mar! Recuerdo esta frase de una visita al puerto pesquero de Sánchez Magallanes, cuando un pescador me explicaba que, comparado con 20 años atrás, ahora presenciaba más temporales (tormentas tropicales) cada año. Más lluvias son un posible efecto del cambio climático, que es, entre otras cosas, la modificación de temperaturas terrestres y marinas, que afecta los ecosistemas acuáticos y a los pescadores que dependen de ellos.
Cuando la temperatura aumenta o disminuye en la zona costera pone en peligro la conservación de diversas especies acuáticas, así como a la flora y fauna, ya que muchas tienen escaso rango de tolerancia y cualquier variación puede afectar su crecimiento o reproducción.
A nivel global, el cambio climático genera un impacto en la seguridad alimentaria y en el sustento de los aproximadamente 39 millones de pescadores de pequeña escala en zonas costeras del mundo y los casi 156 millones de consumidores que dependen del pescado para obtener en su dieta más del 20% de proteína animal, según la FAO en el 2018. Estudios realizados por el Panel Internacional para el Cambio Climático (IPCC) mencionan que las zonas costeras tienden a ser las más vulnerables ante sus efectos.
La pesca de pequeña escala enfrenta impactos y tensiones derivadas de este fenómeno, como el aumento del nivel de los mares, el derretimiento de los glaciares y la acidificación de los océanos, que tienen efectos en los arrecifes de coral, los humedales y ríos.
Estas amenazas conllevan repercusiones sociales, pues se conjugan con la sobrepesca y con la caída de la economía de las pesquerías provocando una disminución en los ingresos de los pescadores. Por otro lado, los sucesos extremos como tormentas tropicales y huracanes pueden impactar la infraestructura pesquera, provocar cambios en los asentamientos humanos, así como en el orden de las actividades pesqueras y alterar las estrategias de vida en las localidades costeras.
Por sus características físico-naturales y factores socioambientales, la costa de Tabasco tiene zonas vulnerables ante los efectos del cambio climático. Las localidades de Sánchez Magallanes y Barra de Tupilco han sido afectadas por fenómenos ambientales y humanos que influyen en el sistema pesquero, como la pérdida del ambiente y hábitat, aumentos en la temperatura y erosión costera.
En estas localidades no hay letreros que adviertan cuales son las zonas de riesgo por la erosión costera o para informar sobre los tramos de carretera que han sido devorados por el mar, y mucho menos existe organización para regular las construcciones en zonas de alto riesgo.
Como efecto de la erosión, muchas personas pierden sus hogares y desaparecen bodegas pesqueras; algunas familias siguen viviendo en lo que queda de sus casas y para protegerse del oleaje colocan muros con conchas del ostión y costales de arena. En 2012, se colocaron geotubos para tratar de detener el avance del mar, pero, según los pobladores, solo duraron dos años debido a la fuerza del oleaje y las tormentas tropicales que cada vez son más intensas.
Los pescadores dependen del clima para realizar su actividad todos los días, los temporales afectan sus salidas al mar y los días de pesca se reducen; por otro lado, si mientras están pescando el clima cambia repentinamente corren el riesgo de tener accidentes o perder la vida debido a que al incrementarse el oleaje y los vientos sus lanchas pueden voltearse.
La pesca de pequeña escala enfrenta impactos y tensiones derivadas este fenómeno, como el aumento del nivel de los mares, el derretimiento de los glaciares y la acidificación de los océanos, que tienen efectos en los arrecifes de coral, los humedales y ríos.
Los ecosistemas marinos costeros de Tabasco también enfrentan un acelerado deterioro y contaminación por el derrame de hidrocarburos y los efectos de una urbanización desordenada que no gestionan las aguas grises o fertilizantes usados en tierras arriba. Lo más evidente son las fugas en la infraestructura petrolera como los gasoductos, pozos de extracción y plataformas petroleras, que derivan en la contaminación de los cuerpos de agua y suelos.
Aunque los pescadores tienen la noción del riesgo que implica vivir en zonas costeras impactadas por el cambio climático, su apuesta es seguir viviendo ahí, cerca a su espacio de trabajo, el mar. Estos espacios marinos-costeros son su hogar y su medio de subsistencia, una cultura, una forma de vida. Así que aun con los riesgos que les depara el futuro ahí seguirán, hasta que los quite el mar.
Por lo tanto, urge hacer frente al cambio climático con la inversión específica de instituciones gubernamentales a escala local, nacional y regional para proteger la integridad de los pescadores y las localidades ante los eventos de este fenómeno con iniciativas para reducir riesgos, con señalamientos, alertas tempranas, refugios para tormentas y seguros por accidentes en el mar, los cuales puedan aminorar las vulnerabilidades de las zonas costeras y de la actividad pesquera. •
TEXTO PUBLICADO EN LA JORNADA MAYA
Dora Elia Ramos Muñoz
El colegio de la Frontera Sur
En México, marzo es el mes del año en que hay mayor consumo de pescados y mariscos. En términos coloquiales podríamos decir que es cuando los pescadores y las pescadoras del Golfo de México hacen su agosto.
La cuaresma conjuga dos largas tradiciones: una que tienen elementos del México prehispánico y que remite a trasladar pescados y mariscos del Golfo de México tierra adentro, en presentaciones frescas, saladas o curtidas, y la otra relacionada con la herencia judeocristiana que enriquece el patrimonio culinario de México.
La palabra cuaresma remite a un elemento relacionado con 40 días y proviene del latín quadragésima. En la tradición judía se utilizó para referir a los cuarenta días de ayuno anteriores a la Pascua, con lo que se conmemora la salida del pueblo hebreo de Egipto a. Puesto que la Pascua y la Semana Santa cristiana coinciden en fechas, la tradición del ayuno se integró al repertorio de prácticas cristianas a partir del siglo IV.
La Semana Santa inicia con el miércoles de ceniza y culmina con el Domingo de Resurrección y enmarca actos que recuerdan los últimos días de la vida, muerte y asunción de Jesucristo con una serie de festividades que hasta hoy se mantienen en la vida cotidiana mexicana.
Pero ¿cómo llegó el pescado a ser el platillo de la cuaresma? Ocurrió a partir de que el ayuno cristiano radicó en la abstinencia de ingesta de carnes de todo animal sacrificado y en el que hubiera un derramamiento de sangre. Así que se debían evitar no sólo las carnes rojas, sino las de aves y mamíferos.
Detrás de esa abstención se escribieron muchos textos, por ejemplo, Santo Tomás de Aquino (Italia, 1224–1274), en Summa theologiae, enfatizó que la carne de los animales terrestres era un símbolo de concupiscencia, de placer al paladar, de lujuria y de nutrición para el ser humano, por lo que era prudente evitarla en los tiempos de abstinencia, recogimiento, sacrificio, ayuno y reflexión de la Cuaresma. Hoy la iglesia católica no exige más un estilo de alimentación cuaresmal, pero la tradición forma ya parte de un patrimonio colectivo.
Así que debido a que los peces y mariscos no son sacrificados, sino que mueren por asfixia y no son desangrados, su consumo fue ampliamente incorporado en la dieta cuaresmal y se detonó una tradición gastronómica asociada con la Semana Santa, que hoy puede ser considerada como un delicioso patrimonio inmaterial para quienes pescan, comercializan, preparan y disfrutan del pescado y mariscos en esta temporada. •
TEXTO PUBLICADO EN LA JORNADA DEL CAMPO
Don Miguel es un hombre de 51 años que disfruta bucear en las aguas del Golfo de México. Nació en la ciudad de Álamos, Veracruz, y desde muy pequeño llegó a vivir al Puerto de Sánchez Magallanes, Cárdenas, Tabasco.
En su infancia trabajó con su padre y aprendió el manejo de las artes de pesca desde la superficie marina. Él no lo sabía, pero desde entonces su amor por el mar y su curiosidad por desentrañar lo que hay en sus profundidades trazaron su camino como buzo.
Para Miguel contemplar el mundo submarino es un privilegio ya que muy pocas personas logran introducirse en las aguas profundas del mar y al mismo tiempo considera que es una responsabilidad porque es testigo de los cambios que ha sufrido la biodiversidad marina del Golfo de México.
Me daba gusto ver tantos peces; ibas a un arrecife o a unas piedras o a un casco de algún barco abandonado, ¡ah te admirabas! Había abundancia de peces, mucha diversidad, expresa al recordar cómo era todo cuando empezó a bucear en mar abierto a mediados de los 80. Tiene presente su convivencia con mantarrayas, peces espada, chernas y tiburones, aunque dice que una de sus experiencias más agradables fue haber nadado durante unos instantes junto a una mantarraya gigante.
Reconoce que en la actualidad ya no es así y reflexiona sobre el deterioro de los recursos en realidad no estoy muy seguro, son especulaciones mías, porque yo no soy biólogo, ni nada, pero pienso que tal vez la causa de la escasez que vivimos ahora sea por la sobreexplotación, porque conforme han pasado los años ha habido explosión demográfica, el pueblo ha crecido y muchos pescadores nuevos han surgido.
Otra cuestión que considera que ayuda a entender los cambios en la biodiversidad en Sánchez Magallanes son los efectos de la Reforma Energética aprobada por el Senado y la Cámara de Diputados en octubre de 2013, debido a que permitió la llegada de compañías petroleras a las áreas del Golfo de México y con ello inició una política de exclusión de los antiguos espacios de pesca para dar preferencia al sector petrolero.
A juicio de Don Miguel la actividad derivada de la industria petrolera también ha incidido en la disminución de peces. Señala, por ejemplo, que desde la Reforma se intensificó la presencia de barcos que llevan a cabo exploraciones sónicas, para lo cual realizan detonaciones en el mar, lo que espanta a los peces tal vez no los mate, pero los ahuyenta a zonas más profundas, hacia los arrecifes. Además, comenta que los pozos petroleros explotados durante mucho tiempo y que hoy ya no son productivos supuran aceite y forman carreteras de esta sustancia en la superficie del mar.
Miguel siente melancolía al rememorar la década de 1980, cuando solo contaba con una lancha de fibra de vidrio en la que salía a bucear con sus amigos, llegaba a las plataformas fijas –localizadas a 16 brazadas de profundidad respecto a la orilla de la costa—, así como a unos pozos petroleros submarinos inoperantes y abandonados en la costa de Sánchez Magallanes, y también en el área de Campeche y Frontera, donde también hay plataformas. En todos estos sitios las piezas codiciadas eran el robalo, la cherna y el mero gigante que se encontraban en abundancia.
Las chernas que capturaba pesaban entre 120 y 300 kilos. Aunque al principio sintió temor, poco a poco se adaptó para buscarlas y mejoró sus capturas. Dice que en parte esto se debe a su comportamiento, pues se trata de animales muy mansos y curiosos que se acercan mucho a los buzos cuando bajan. Pese su gran peso, una vez muerto el animal basta con sostenerlo un poco para subirlo a la superficie, pues se suelta y la misma presión del agua lo hace subir, explica don Miguel.
Para Miguel en el mar no hay enemigo pequeño. Viene a su memoria que una vez puso en riesgo su vida al querer capturar un bacalao pequeño. Bajó a las profundidades a bucear sin el tanque de oxígeno solo con el visor y tiró un bacalao, pero este le enredó en las piernas, lo pegó en los tubos de la plataforma al mismo tiempo que lo arrastraba hacia el fondo del mar, tensando la piola. Miguel advirtió que se le estaba acabando el aire. Por fortuna, su acompañante que se encontraba atento en la lancha se percató que estaba tardando más de lo que habitualmente resistía, bajó y al darse cuenta de lo que ocurría, en lugar de intentar liberarlo (y correr el riesgo que Miguel se siguiera enredando), decidió matar al animal, de tal modo que la cuerda con que estaba atado Miguel se aflojó y pudo liberarse.
Esa vez pude salir por mis propios medios, pero ya estaba mareado, ya había tragado algunos buches de agua salada rememora y expresa que este evento le permitió aprender que el buzo tiene que bajar siempre con un cuchillo, ya sea en la pantorrilla o en las mangas del traje, tiene que llevar un cuchillo o una navaja, y transmite este consejo a los jóvenes buzos.
Con su práctica de años, Don Miguel sabe lo que significa el respeto al mar, por ello comparte su experiencia y aprendizajes con los jóvenes para que practiquen el buceo con un amplio sentido de responsabilidad y cuidando el recurso pesquero de su comunidad. •
Para Miguel contemplar el mundo submarino es un privilegio ya que muy pocas personas logran introducirse en las aguas profundas del mar y al mismo tiempo considera que es una responsabilidad porque es testigo de los cambios que ha sufrido la biodiversidad marina del Golfo de México.
TEXTO PUBLICADO EN LA JORNADA DEL CAMPO:
CIUDAD DE MÉXICO (Uypress) – “Historia reciente de América Latina – Hechos, procesos y actores” es el título del libro que acaba de editarse en México y tiene como editores a los investigadores uruguayos Enrique Coraza de los Santos y Silvia Dutrénit Bielous.
El extenso trabajo contó con el apoyo del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y El Colegio de la Frontera Sur -instituciones donde se desempeñan los editores-, centros públicos de investigación del Conacyt. Según las prologuistas, Patricia Flier y Mónica Gatica, estamos frente a “un texto construido a partir de una larga tarea de investigación colectiva, que se desarrolló en distintos y constantes seminarios en el reconocido Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora en alianza estratégica con El Colegio de la Frontera Sur-ECOSUR-, que posibilitaron no sólo la reflexión conjunta, sino un diálogo fructífero y enriquecedor para focalizar, delimitar, y comparar temas y problemas sustantivos del pasado reciente o del tiempo presente, -de acuerdo a cómo se lo nomine, y muchas veces utilizándolo de modo indistinto-, pero que en definitiva conllevan a dar cuenta de las problemáticas que irrumpen, y que se imponen, traduciéndose en preguntas formuladas para la construcción de un futuro inclusivo e integrador”.
Siguen señalando que “este libro es un ejemplo acabado de los dilemas que hacen a este quehacer historiográfico, poniendo en evidencia sus potencialidades para comprender y explicar los pasados que no pasan en la extensa y policromática América Latina. Es un texto intenso en el que están presentes las relaciones entre las implicancias subjetivas, la dimensión política y el trabajo inter y transdisciplinar, que se constituyen en condiciones centrales de este campo de estudio, y al que las y los investigadores del Cono Sur no dudamos y preferimos nombrar como Historia Reciente”.
De acuerdo a los reseñado, en la obra “se privilegian y abordan experiencias y derroteros de actores y sujetos no hegemónicos, se investigan individualidades y la singularidad de ciertos acontecimientos; la emergencia de performances y de actores que ofrecen y representan a colectivos y movimientos. Los autores recuperan la riqueza de las memorias, sus ciclos y recorridos, para analizarlos e interpretarlos, tejiendo puentes y propiciando una verificación objetiva y crítica, documental, factual; develando contradicciones, omisiones y silencios que siempre habilitan revisar texturas y significados”.
El libro está compuesto de cinco partes:
I) Acercamientos historiográficos y metodológicos.
II) Violencias, actores y espacios.
III) Movilidades humanas: dinámicas y memorias.
IV) Tribunales internacionales: jueces y justicia.
V) Búsqueda de los desaparecidos. Por verdad y reparación: familiares y antropólogos forenses.
“En las acertadas cinco partes del texto el lector podrá encontrar demandas que atraviesan las múltiples temporalidades, así como preguntas que no cesan de interpelarnos, indagaciones a partir de un nuevo régimen relacional entre pasado, presente y futuro”, señalan las prologuistas.
TEXTO PUBLICADO EN:
https://www.uypress.net/Secciones/La-riqueza-de-las-memorias-en-nuevo-libro-de-los-uruguayos-Enrique-Coraza-de-los-Santos-y-Silvia-Dutrenit-Bielous-uc110796
Por Fernando Limón Aguirre, investigador del Departamento Sociedad y Cultura
Otro 21 de febrero. Otro “día mundial de las lenguas maternas”. ¿Otro día para recordar cómo se les está maltratando a las lenguas que no son las encumbradas por parte de los Estados-nacionales, identificados con una sola sociedad y un solo idioma?
Este texto quisiera llegar a quienes laboran dentro de las instancias de gobierno, sobre todo de la Secretaría de Educación Pública. ¡Sepan que es en su cancha donde recae la principal responsabilidad de lo que está ocurriendo: el asesinato de las lenguas indígenas! Ya lo expresó con claridad Yásnaya Aguilar, escritora ayuujk/mixe ante los Diputados, cuando la ONU proclamaba al 2019 como Año Internacional de las Lenguas Indígenas. Así que no hay más que de dos: o hacen algo diferente a lo que vienen haciendo o seguirán perpetrando tan atroz despropósito: el lingüicidio etnocida, la muerte de las culturas originarias, de las raíces culturales de todo México.
Ya que al parecer no hay poder humano que los frene, le toca a la sociedad, a los pueblos afectados y al gobierno en turno en cada una de sus carteras y acciones, esmerarse por lograr que tal asesinato no continúe. Nos corresponde quitarnos las manos de encima de quienes nos están ahorcando, exigirles respeto y hacer lo que podamos. Sin ingenuidad, la inercia de la SEP es continuar y seguir usando recursos del erario para eso. Pero, si su voluntad, como parte de una auto-elogiada 4T, es sincera, lo tiene que demostrar con acciones determinadas y contundentes.
El Censo poblacional de 2020 reporta 7 millones 364 mil 645 personas hablantes de alguna de las 68 lenguas originarias nacionales. Todas ellas son integrantes de la población indígena de nuestro país, cuyo total asciende a 11,800,247 personas. ¿Qué quiere decir esto? Que las personas hablantes de la lengua de su propio pueblo, habitando en hogares dentro de sus propias localidades, comunidades y/o con sus familias, sólo son el 62.4%. Es lo mismo que decir que una de cada tres personas indígenas habitando con sus propias familias y/o comunidades no habla su idioma. 37.6% de personas indígenas -4,435,602- no habla su lengua y tienen por lengua materna al español, la lengua del dominador.
Tal cantidad de hablantes corresponde al 6.1% de la población total del país. Y, una vez más, ¿cómo podemos leer este dato? Este dato significa una disminución de medio punto porcentual respecto de 10 años atrás, que era el 6.6% (aun cuando la población indígena sigue teniendo una mayor tasa de natalidad; es decir que, incluso, debería crecer el porcentaje si las cosas se mantuvieran estables). En 1995, un año después del levantamiento zapatista que detonó los más grandes cambios en la relación de los pueblos originarios con el Estado mexicano, el porcentaje era de 6.84%. En otras palabras, con todo y las Mesas de Diálogo (los tan históricos Acuerdos de San Andrés, hace exactamente 25 años), los cambios legales de las últimas décadas, la fundación de instituciones nacionales, el año internacional de la lengua materna y la fanfarronería gubernamental al respecto e, incluso, toda acción verificada e implementada por los propios pueblos y comunidades, la merma en la población indígena que hable su idioma continúa.
La agonía de muchas lenguas avanza. ¡No es muerte por causa natural! ¡No es una eutanasia por elección libre y soberana! Es consecuencia de la asfixia y el dolor; de la horrenda discriminación;
de la cantidad enorme de recursos destinados a las políticas “nacionalistas” que, desde hace décadas, perpetran tal lingüicidio etnocida.
Hace 10 años había 1,096,512 personas monolingües hablantes de lenguas indígenas y ahora son 865,972. ¿Usted cree que es obra de una alfabetización en castellano? ¿No corresponde más bien a 200 mil personas menos, eliminadas con todo y su lengua, sus memorias, su cultura y su mundo? Si fuera obra de una alfabetización en apoyo a los pueblos indígenas y a su cultura, ¿no sería mejor la implementación de verdaderas campañas de alfabetización a la población monolingüe español? Esto modificaría los datos y la situación de las lenguas de los pueblos originarios. Esta consigna-tarea correspondería organizarla a la lingüicida-etnocida SEP, con la coadyuvancia del INALI (Instituto Nacional de Lenguas Indígenas) y del INPI (Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas), pero orquestada por los propios pueblos, representados por personas verdaderamente amantes de su lengua, su pueblo y su cultura.
La vida el futuro son derechos y elección de todo pueblo, con independencia de su condición rural o urbana. La población indígena no es la antípoda de la vida urbana. Nada tiene que ver una condición cultural, su lengua y su comunidad de vida, con quedar identificados-amarrados a un ámbito de organización espacial específico. Los pueblos y las culturas lo somos en movimiento, en constantes cambios. Hoy por hoy el 60.3% de la población hablante de una lengua indígena vive en localidades de menos de 2500 habitantes, en tanto que para las ciudades de entre 50 mil y 100 mil habitantes el dato corresponde al 2.4% y al 5.3% para el caso de las ciudades apenas mayores de 15 mil habitantes. Estos datos son precisamente los que hablan de la erradísima convención social de que lo urbano y lo indígena no son compatibles. Estos datos ponen de manifiesto uno de tantos mecanismos del sistema para desaparecer a los indígenas y a sus lenguas.
Las políticas favorables a los pueblos y a sus idiomas no deben restringirse a los espacios rurales, pues tan sólo en tres ciudades: la de México, San Cristóbal de Las Casas y Mérida son más de 250,000 hablantes de múltiples lenguas. Además de que debe tenerse en cuenta que decenas de ciudades, como la misma CdMx, corresponden a espacios fundados y hasta urbanizados por parte de los pueblos originarios. Políticas favorables a la diversidad lingüística nacional encontrarían en dichos espacios mucho éxito y con ellos se estaría ganando, además, en interculturalidad.
Constitucionalidad de los idiomas indígenas, diversidad de sistemas educativos, autonomía de los pueblos, respeto a sus territorios, políticas eficaces y veraces a favor del multiculturalismo y la interculturalidad, desquebrajamiento y rechazo absoluto a toda discriminación, educación en el aprecio real por nuestras raíces históricas, espacios urbanos de diálogo e interaprendizaje, enseñanza de las filosofías y las espiritualidades indígenas, reglas y criterios en las universidades favorables a los pueblos, sus culturas, mundos de vida y sus lenguas. Todo esto y más corresponde a una verdadera política de respeto a nuestras lenguas nacionales. En pocas palabras: respeto irrestricto a los derechos humanos en toda su lógica de integralidad e interdependencia.
Ni un solo indígena que no hable la lengua de su pueblo. Ni un solo mexicano ni una sola mexicana que no hable alguna de nuestras lenguas originarias y nacionales. ¿A quiénes les corresponde esta responsabilidad para que se verifique el respeto pleno a los derechos humanos como derechos universales? A múltiples instancias y sectores, pero la SEP debe comenzar a hacer lo propio.
TEXTO TAMBIEN PUBLICADO EN:
CHIAPAS PARALELO: https://www.chiapasparalelo.com/opinion/2021/02/uno-de-cada-tres-indigenas-tiene-como-idioma-materno-al-espanol/
Elia Diego García*
Existen diversas comunidades de microorganismos y virus en todos los ecosistemas de nuestro planeta. Científicas y científicos de todo el mundo han reportado y detectado la presencia de microorganismos y virus en los humanos, animales, plantas y diferentes ambientes, a través de las herramientas de biología molecular y bioinformática. Particularmente, en los sistemas acuáticos —ríos, lagunas, mares y hasta el agua del polo norte— se han encontrado diversas familias de virus.
Con las nuevas tecnologías, como la secuenciación masiva de ácidos nucleicos (NGS), bioinformática para el análisis masivo de datos y modelaciones moleculares, reacción en cadena de la polimerasa (PCR) y variantes de este método como la cuantificación en tiempo real o RT-PCR, entre otros, ha sido posible conocer una gran cantidad de “nuevos” virus y la estructura de las poblaciones virales de algunas regiones del planeta. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, aún se sigue catalogando a muchos de esos virus como “desconocidos” debido a que solo se reconoce parte de su información genética, como el ácido desoxirribonucleico (DNA) o del ácido ribonucleico (RNA), y muchas veces no están reportados ni identificados al no ser patógenos de los humanos.
En la actualidad, podemos conocer la presencia de un virus en un ecosistema o ambiente determinado mediante la detección de trazas o pedacitos de su material genético (no es necesario aislar el virus completo). De manera similar, los investigadores de antropología forense usan la colecta de cabellos o restos óseos para obtener información genética y comparando este resultado con las bases de datos pueden reconocer a un individuo, no se requiere recuperar el cuerpo completo de la persona, es suficiente con solo un fragmento de hueso o un cabello.
En aguas residuales, como aquellas que se derivan de su uso en algún proceso como podría ser la del drenaje doméstico, se ha encontrado evidencia de material genético de diversas especies de bacterias y virus; en especial, se han buscado y detectado aquellos que están relacionados con la contaminación de ecosistemas acuáticos o que son patógenos para los seres humanos. Durante la actual pandemia, se ha descifrado la información genética completa (genoma) del virus SARS-CoV-2 o coronavirus 2, causante de la enfermedad conocida como COVID-19, y se han identificado pedacitos o trazas del material genético de este nuevo coronavirus en aguas residuales de países asiáticos y europeos, así como en Australia y Estados Unidos de América, lo cual se debe, según reportes científicos, a que pacientes enfermos por COVID-19 o incluso infectados asintomáticos, excretan a través de la orina y heces partículas del material genético del virus SARS-CoV-2.
En el Laboratorio de Biotecnología Ambiental y Agroecológica (LaBTAA) de la Unidad Tapachula de ECOSUR estamos trabajando en la implementación de los métodos que nos permitan detectar estas trazas de material genético (RNA) del virus SARS-CoV-2 en aguas residuales en la región del Soconusco, Chiapas.
Recordemos a “los cabellos” de la investigación forense, estos fragmentos son fuente de material genético para la investigación que determina la identidad de un individuo. En nuestro caso, el agua residual será la fuente para detectar los fragmentos del material genético del coronavirus SARS-CoV-2, con lo que sabremos si el virus está o estuvo presente en la población local.
Esta investigación es un esfuerzo para contribuir al conocimiento de la presencia del virus en las comunidades urbanas y rurales. Por el momento, se atenderá el muestreo de aguas residuales del municipio de Tapachula, como estudio piloto. La detección de fragmentos o trazas virales de SARS-CoV-2 en aguas residuales permitirá determinar la prevalencia de la enfermedad COVID-19 en la población y podría ser una herramienta de información que auxilie a corto plazo en el monitoreo para controlar nuevos brotes de la COVID-19.
El virus SARS-CoV-2 es un virus de RNA, está en las pequeñas gotas de saliva que expulsa una persona infectada o enferma por COVID-19. Estos núcleos goticulares o aerosoles microscópicos permanecen en el aire y viajan distancias largas que permiten su diseminación. Las partículas virales de la saliva están completas y son infecciosas, por ello, su aspersión es una de las causas de la transmisión de la enfermedad. La presencia del virus en heces u orina ha sido previamente reportada, ya que se han aislado partículas virales completas o “viriones” del SARS-CoV-2 de las heces y orina de algunos pacientes. No obstante, las aguas residuales no se han reportado como una vía de transmisión, dado que no se ha determinado la presencia de partículas virales completas que resulten infecciosas, es decir, solo se han detectado los fragmentos o trazas virales que resultan no infecciosas. Por esto, es importante mencionar que cuando estas partículas virales están completas al entrar en contacto con el agua y jabón se rompen y se hacen pedazos (trazas virales) por lo que ya no representan riesgo para la salud, por ello, es muy recomendable lavarnos las manos con agua y con jabón constantemente. Recordemos que esta tan sencilla medida de higiene es muy importante para prevenir la dispersión del virus y evitar el contagio de las personas que están en nuestro entorno.
Participamos en este proyecto: Eugenia Zarza Franco, Verónica García Fajardo, David Herrera López, Ricardo Castro Chan, Gamaliel Mejía González, Raúl Cuevas González y Karina Guillén Navarro.
*Elia Diego García, Catedrática de CONACYT adscrita al grupo académico de Biotecnología Ambiental de El Colegio de la Frontera Sur (elia.diego@www.ecosur.mx)
TEXTO PUBLICADO EN:z
CHIAPAS PARALELO: https://www.chiapasparalelo.com/opinion/2021/01/la-presencia-del-virus-sars-cov-2-en-aguas-residuales/
Claudia María Monzón Alvarado*, Arantxa Zamora Rendon** y Andrea Vázquez Pérez***
Algunas personas siguen pensando que generar conocimientos es un proceso exclusivo de la comunidad científica. Sin embargo, en las últimas décadas ha emergido la “ciencia ciudadana” que integra la participación voluntaria de mujeres y hombres que colaboran activamente en proyectos de investigación generando información útil para ampliar el conocimiento de algunos fenómenos ambientales y sociales.
En un estudio que recientemente publicamos en el Journal of Environmental Science and Policy, analizamos 36 proyectos de ciencia ciudadana en México para comprender quiénes participan, cómo es que cada iniciativa involucra a ciudadanas y ciudadanos en las diferentes etapas de la generación de conocimiento y cómo se relacionan los resultados con acciones públicas.
Una de las primeras iniciativas de ciencia ciudadana en el país surgió del interés de una pareja canadiense, Fred y Norah Urquhart, quienes promovieron la búsqueda de mariposas monarcas, que etiquetaban en Norteamérica, para comprender sus patrones migratorios. A principios de la década de los 70, Norah escribió a periódicos locales en México solicitando el apoyo de personas voluntarias para encontrar las mariposas marcadas y gracias a esta colaboración encontraron pruebas de que la mariposa Monarca emigraba a México durante el invierno. En 1992, el proyecto Urquhart dio lugar a la iniciativa “El Correo Real”, que impulsó un grupo de mujeres mexicanas encabezadas por Rocío Treviño Ulloa. Con esta iniciativa, se recopiló información sobre la migración de mariposas monarca a través de cartas que enviaban maestros y maestras de diversas escuelas, quienes informaban sobre los avistamientos de mariposas monarca.
Ahora las iniciativas tienden a ser más dependientes de plataformas tecnológicas para lograr resultados similares. Tal es el caso de aVerAves, Manta Matcher y Naturalista, cuyas interacciones son totalmente en línea. Sin embargo, dado que el acceso a internet y a las tecnologías de información (TICs) es limitado en las zonas rurales del país, siguen activas diversas iniciativas con mecanismos independientes de TICs. Por ejemplo, Global Water Watch-México equipa y capacita a voluntarios para la colecta de muestras de agua y de esta manera fomentan el monitoreo ciudadano de la calidad del agua.
En las 36 iniciativas de ciencia ciudadana analizadas, participan pescadores, maestros y maestras, personas que se dedican al buceo, agricultores y autoridades comunitarias. En ocasiones se agruparon en redes de monitores comunitarios o en grupos previamente formados (bomberos, patrullas forestales). Aunque no todas las iniciativas describen las edades de sus participantes, es evidente el involucramiento de jóvenes, quienes jugaron un papel clave en impulsar estas iniciativas así como en la adopción del uso de recursos tecnológicos.
Las múltiples crisis asociadas a la pérdida de integridad de los ecosistemas y las implicaciones para la salud y el bienestar humano despiertan cada vez más el interés entre la ciudadanía y la comunidad científica por colaborar en la generación de conocimiento. Los gobiernos, academia y sociedad, debemos diseñar y proponer los mecanismos para aprovechar este creciente interés y facilitar colaboraciones efectivas, transformadoras e inclusivas de todas las personas participantes.
Con el análisis de iniciativas de ciencia ciudadana en México, se encontró que el involucramiento que pueden tener los ciudadanos puede ser contributivo (56%), colaborativo (14%), co-creado (16%) y colegiado (14%). En el primero los ciudadanos y ciudadanas contribuyen específicamente con la obtención de datos. Mientras que en las iniciativas colaborativas o co-creadas pueden involucrarse en la definición del problema, el análisis de datos, y en su difusión, por mencionar algunas acciones. Las iniciativas colegiadas se diferencian de las tres anteriores porque en estas no se integra la comunidad científica. A pesar de que las iniciativas contributivas pueden tener un mayor alcance geográfico y temporal, los proyectos co-creados permiten a las personas participantes expresar sus intereses e inquietudes y familiarizarse con los enfoques científicos, lo que aumenta las posibilidades de facilitar la acción colectiva. Cuando se integra la participación pública en diferentes etapas de la generación de conocimiento, se tiene un potencial transformador para las comunidades locales, los científicos y la sociedad en general.
El estudio identifica que la ciencia ciudadana en México se encuentra en un proceso de consolidación. Sin embargo, se identifican sinergias aisladas entre ciudadanos, académicos, gobiernos y ONG. Las autoridades gubernamentales que la han promovido son la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO), las cuales han enfrentado crecientes recortes presupuestarios y disminución de operaciones. En el futuro se deben aprovechar estas sinergias para comenzar la formación de redes, asociaciones y centros de ciencia ciudadana. Aprovechar este tipo de redes colaborativas conducirá a un desarrollo más sólido y generalizado de estas formas de colaboración entre científicos, gobiernos y sociedad. Además, se tendrían más datos para los tomadores de decisiones, así como una democratización de la ciencia y una sociedad con mayor conciencia científica.
Fig. Clasificación de las iniciativas de ciencia ciudadana en función de su alcance geográfico, temático y grado de integración de la ciudadanía en la generación de conocimiento
Más información: Monzón Alvarado, C. M., Zamora Rendon, A., & Vázquez Pérez, A. del S. (2020). Integrating public participation in knowledge generation processes: Evidence from citizen science initiatives in Mexico. Environmental Science and Policy, 114, 230–241. https://doi.org/10.1016/j.envsci.2020.08.007
*Investigadora Cátedra Conacyt en el Departamento de Ciencias de la Sustentabilidad de ECOSUR (cmonzon@ ecosur.mx)
** Egresada de la Maestría en Ciencias de ECOSUR
***Estudiante del Instituto Tecnológico de Chiná
_________
TEXTO PUBLICADO EN: