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¡Hacer vida en el sur! Ser joven migrante centroamericano en Tapachula, Chiapas

Artículo de divulgación

¡Hacer vida en el sur! Ser joven migrante centroamericano en Tapachula, Chiapas

16 abril, 2020

Convocatoria cerrada
Iván Francisco Porraz Gómez

iporraz@ecosur.mx

 

Las y los jóvenes no son un actor genérico u homogéneo, existen marcas internas y externas como la etnia, la clase, el género, o la latitud de donde se proviene: norte o sur. Muchos jóvenes centroamericanos que llegan a la frontera sur de México, específicamente a Tapachula,1 han descrito la vida cotidiana en sus lugares de origen de acuerdo a la noción de Lorey de “precariedad extrema” como “modo de vida”. Es decir, experiencias que conjugan la paradoja de la expropiación y apropiación de las dimensiones vitales de sus vidas cotidianas en su nicho, lo cual devela una experiencia de producción de subjetivación y de sustracción que posibilita enfrentar los desafíos de una violencia con muchos rostros y la tarea imparable de “negociar” el derecho a la vida.

Algunos jóvenes hondureños y nicaragüenses que llegan a esta puerta calurosa y húmeda de la frontera sur de México, despliegan una narrativa en relación a su experiencia de expulsión en sus lugares de origen que se compone de varios factores: huyen de la violencia de sus países, derivada de las llamadas “pandillas centroamericanas”,2 de las violencias de los Estados en Centroamérica, de no poder asegurar condiciones mínimas de vida, y/o de la persecución política.

Tapachula como muchas otras ciudades fronterizas del orbe terrestre, ha sido en gran parte forjada por migrantes que han traído costumbres, tradiciones, saberes y gastronomía desde sus tierras de origen. Tenemos a quienes son “parientes de acá nomás”, los guatemaltecos que cosechan y recolectan café; luego a salvadoreños y hondureños que tienen a La Perla del Soconusco como punto estratégico en la ruta para llegar a EEUU, y desde hace algunos años, también a nicaragüenses, caribeños, africanos y demás, que han enriquecido la diversidad en la ciudad. Sin embargo, se han fincado también miedos e incertidumbre. En todo caso, es importante anotar que la esperanza abre camino y que las prácticas y sensibilidades de la diversidad migrante irrumpen las regularidades espaciales y temporales tapachultecas, propias de las ciudades y vivencias en constante flujo y movimiento, nucleadas por fracturas, discontinuidades y relaciones de disyunción que definen el mundo global, como un mundo de flujos. (Appadurai, 1996). En ocasiones la presencia de las y los migrantes, con énfasis en la población centroamericana, ha producido rechazo, traducido en expresiones discriminatorias de tipo racial y xenofóbico, aunque estás son propiamente imaginadas e impulsadas por algunos medios de comunicación de la región, y/o por sectores empresariales.

En los intersticios de esta remota ciudad fronteriza, existen historias de jóvenes centroamericanos que decidieron no continuar con su viaje rumbo a Estados Unidos debido, entre otras circunstancias, a lo complicado que es cruzar la frontera en la Era Trump, así que la posibilidad de poder “hacer la vida” o “seguir la vida” en Tapachula se vuelve una opción. Juan es originario de Santa Ana, la segunda ciudad más importante en El Salvador, llegó a Tapachula hace 4 años, estuvo de manera irregular por dos años, pero con la llegada de la primera “caravana migrante” en 2018, decidió solicitar la condición de refugiado:

Tapachula es una ciudad complicada pero tranquila, cuando llegué iba con la idea de seguir para más arriba [EEUU], al gabacho pues, ¡¿me entendés?! Acá no hay mucho empleo y el calor es bastante, como en El Salvador, pero acá se puede hacer vida. Hace dos años me dedico hacer pupusas [comida típica de El Salvador], inicié con una prima, pero después se me ocurrió hacer para vender en las fiesta de cumpleaños y demás, ahora hago por encargo y me va bien, creo que este lugar puede estar bien para vivir alguno años… (Juan, comunicación personal, Tapachula, Chiapas).

Ricardo, por su parte, llegó en 2018 con la “caravana migrante”, es de San Salvador, capital de El Salvador, fue uno de los primeros en obtener una Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias en el inicio de la administración de AMLO:

Para mí Tapachula es una opción, acá trabajo como guardia de seguridad en una cantina, no me pagan mucho pero vivo bien, regresar a El Salvador no creo, hay mucha violencia y pocas posibilidades para uno. Ir a Estados Unidos tampoco, esta difícil ahora, acá he conocido amigos mexicanos y de otras nacionalidades, tengo una novia de Guatemala y veo que acá se puede seguir la vida… (Ricardo, comunicación personal, Tapachula, Chiapas).

Kevin, un joven hondureño de San Pedro Sula que lleva nueve años en Tapachula, dice:

Yo llegue como a los 12 años y luego me fui al norte de México, intenté pasar dos veces y nada, después me regrese a Tapachula, conocí a una novia mexicana y nos casamos, después me separé, tengo una hija, y tengo la nacionalidad y al paso de unos años abrí un negocio que era mi sueño desde que fui al norte, tener una barbería acá cerca del parque Miguel Hidalgo. Para mí Tapachula esta bien para vivir, me gusta, veo a mi hija y hasta puedo visitar a mi familia allá en Honduras. (Kevin, comunicación personal, Tapachula, Chiapas).

Las experiencias relatadas por estos jóvenes centroamericanos sobre sus vivencias en Tapachula, nos llevan a conocer manifestaciones de sus travesías y de sus emociones. Nos aproximan a entender cómo se abren espacios para construirse un mundo en ese lugar y en ese tiempo, es decir, una vida concreta y social. Nos acercan a vislumbrar un consumir y reconstruir en una cultura que no es propia pero tampoco ajena, una dialéctica quizás de irrupción, así sea fragmentada y precaria de las fronteras (Porraz, 2020). Se comienza a vivir pero también a mostrar qué es ser “catracho”, gentilicio del hondureño, o qué es ser “guanaco”, gentilicio del salvadoreño, así como se muestran las diferencias y afinidades culturales en una ciudad fronteriza.

Algunos periodistas y académicos han referido a Tapachula como la “Ciudad Infierno”  o el “espacio acorralado”, ya que pareciera que no ofrece sueños y esperanzas para las y los migrantes centroamericanos y de otras latitudes. En el plano de la cotidianidad, es un vivir complejo, sigue y seguirá siendo un espacio de tránsito, un lugar intermedio, donde se puede vivir o hacer vivir “el otro sueño mexicano”.

 

Iván Francisco Porraz Gómez
Investigador de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), unidad Tapachula, en el Grupo Académico de Estudios de Migración y Procesos Transfronterizos del Departamento de Sociedad y Cultura.

 

Fotografías: Iván Francisco Porraz Gómez

 

Referencias

Appadurai, Arjun (1996). Modernity at Large: Cultural Dimensions of Globalization. Minneapolis: University of Minnessota Press.

Lorey, Isabell.(2016). Estado de inseguridad. Gobernar la precariedad. España: Traficante de sueños.

Nateras Domínguez, Alfredo. (2014). Vivo por mi madre y muero por mi barrio. Significados de la violencia y la muerte en el Barrio 18 y la Mara Salvatrucha. México: SEDESOL/IMJUVE/UAM.

Organización Internacional para las Migraciones, informe 2018.

Porraz Gómez, Iván Francisco. (2020). ¡Salir a buscarse la vida! la experiencia de algunos jóvenes centroamericanos en la Frontera Sur. En prensa.


Este texto es una colaboración entre el Observatorio de Política Migratoria de El Colegio de la Frontera Norte y nexos.


1 En esta ciudad llegan día a día numerosas personas de Centroamérica (Guatemaltecos, salvadoreños y hondureños), pero también de otras partes del continente, sobre todo haitianos, algunos africanos. Las cifras no son exactas, pero de acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en el país se ha registrado la llegada de más de 450.000 personas que cruzan cada año la frontera entre México y Guatemala para pedir asilo o seguir su camino hacia Estados Unidos en 2018, la cifra a crecido en el año 2019.

2  Después de los tratados de paz en la región centroamericana, en la década de los noventa, surge una problemática de la que se habla mucho, pero se conoce poco, las “pandillas juveniles centroamericanas”. Después de 1992 Estados Unidos inicia un proceso de deportación masiva de jóvenes que se habían venido  integrando en clicas, “pandillas” o agrupamientos juveniles (Nateras, 2014). El barrio 18 y la mara salvatrucha (MS-13) agrupaban a miles de jóvenes huérfanos de la guerra civil y otros más que encontraban cobijo en la “gran familia”, las deportaciones masivas a El Salvador, Honduras y Guatemala se dan en un escenario complejo para la población juvenil, ya que muchos jóvenes pandilleros deciden enfrascarse en una guerra entre pandillas y con las fuerzas policiacas que respondieron con más violencia y una criminalización hacía ellos mismos que ha dejado miles de muertos y desplazados.

 

 

TEXTO PUBLICADO EN

NEXOS: https://migracion.nexos.com.mx/2020/04/hacer-vida-en-el-sur-ser-joven-migrante-centroamericano-en-tapachula-chiapas/?fbclid=IwAR2Fm00anA0o-IpaZBNUwLhIRdQ1-V6S2jkgzcceQ1UCvxcC81dbsp8swgI

CHIAPAS PARALELO: https://www.chiapasparalelo.com/trazos/tecnologia/2020/04/vivencias-de-jovenes-migrantes-centroamericanos-en-tapachula/

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