Alfredo Castillo
Investigador del Departamento de Agricultura, Sociedad y Ambiente
Unidad Tapachula
La gente comúnmente cree que dar de comer a las palomas contribuye a su bienestar y a la conservación de estas aves. Sin embargo, las palomas son especies exóticas invasivas y alimentarlas puede tener graves consecuencias no solo para la especie en cuestión, sino también para otras especies de aves –algunas de ellas nativas– y para los seres humanos que forman parte de su entorno.
La paloma común (Columba livia) es considerada como una especie exótica en México, porque es originaria de Europa, África y Asia, aunque a sus poblaciones se le encuentran distribuidas en varios países del mundo fuera de su región de origen.
En Norteamérica fue introducida en el siglo XVII, pero sus poblaciones escaparon formando poblaciones ferales, llamadas así a las especies domesticadas que son liberadas fuera de su hábitat natural. Esta especie se ha mezclado con las especies domésticas, generándose a través del tiempo una selección artificial.
En México es común verlas en las plazas de las ciudades más importantes, se les considera como atractivo turístico y como un elemento “lindo” en el paisaje, y poco se consideran los riesgos ambientales y a la salud humana que representan sus altas poblaciones con un deficiente estado de salud.
No existen registros de cómo y cuándo arribó esta especie a nuestra Perla del Soconusco, aunque hasta hace poco más de cincuenta años ya podían verse pequeños grupos de palomas en la terminal de autobuses “Paulino Navarro”. En la actualidad, las palomas se encuentran distribuidas en toda la ciudad de Tapachula, principalmente en las colonias del centro, aunque también en colonias y edificios públicos muy alejados al centro de la ciudad, y su población aumenta peligrosamente. Se les puede ver sobre banquetas, marquesinas, techos y cualquier otro sitio que les brinde un refugio para protegerse de las fuertes lluvias y las altas temperaturas comunes en esta región tropical.
El impacto negativo de las palomas en el medio ambiente y en la salud humana es mínimo cuando su población es baja y su estado de salud óptimo, bajo estas condiciones hasta pueden representar un valor agregado para cualquier ciudad. Sin embargo, el medio urbano brinda condiciones favorables para que una población de palomas crezca considerablemente, al ofrecer un hábitat artificial adecuado para el crecimiento de sus poblaciones –altas temperaturas y pocos enemigos naturales–, pero especialmente porque sus habitantes las proveen de alimentos de forma involuntaria y voluntaria. Este crecimiento poblacional se combina con problemas de salud en estas aves, debidos al hacinamiento urbano y la contaminación, aumentando el riesgo de ser potenciales transmisores de enfermedades y parásitos al ser humano.
El doctor Manzolli y sus colaboradores de la Universidad de Universidad Nacional del Litoral en Argentina establecieron que la presencia de parásitos y patógenos también afecta a las aves mismas, como consecuencia de la acción directa de la contaminación, la fragmentación, el cambio climático y sus interacciones, dentro de los hábitats urbanos.
La paloma urbana en la actualidad es considerada como la plaga de aves más peligrosa del mundo para el ser humano, al punto que han sido llamadas “ratas voladoras”, por su alta capacidad como transmisoras de enfermedades. Los problemas de salud pública que generan al humano y a los animales domésticos incluyen la transmisión potencial de más de 40 especies de virus, bacterias y parásitos.
Las palomas pueden ser las responsables de una repentina infestación de garrapatas a nuestra mascota, hasta de enfermedades que transmiten al ser humano.
Un grupo de ornitólogos de la Universidad Autónoma de Nuevo León señala que entre las enfermedades que la paloma pueden transmitir al humano se encuentra la histoplasmosis, enfermedad respiratoria causada por la aspiración del hongo Histoplasma capsulatum–; salmonelosis, causado por la ingesta de alimentos contaminados por heces de paloma con la bacteria Salmonella spp.–; psitacosis, provocado por inhalación de polvo fecal contaminado con Chlamydia psittaci y Criptococcocis, causado por la inhalación de polvo contaminado con el hongo Cryptococcus neoformans.
Por lo general, no tenemos las mismas posibilidad de detectar y curar las enfermedades de los animales silvestres enfermos que las de los animales domésticos y el humano. La resistencia a las enfermedades y los parásitos es mayor en las palomas que en cualquier otra especie de ave silvestre, de manera que cuando cualquier otra ave es contagiada por las palomas enfermas, generalmente muere. Así que, cuando una paloma enferma con malaria aviar le transmite el virus a un ave nativa a través de la picadura del mosco Culex quinquefasciatus, las poblaciones silvestres de esas aves nativas corren riesgo de extinguirse.
El desconocimiento y la falta de información de la ciudadanía sobre las amenazas que representa las palomas, es lo primero que se tiene que enfrentar para tratar de resolverlo. Sin embargo, es claro que muchas veces esto no es suficiente, ya que la erradicación de palomas es un asunto casi imposible de lograr debido a las consecuencias económicas, sociales, culturales, religiosas y éticas, involucradas.
En algunas ciudades ponen nidos artificiales y luego los trabajadores del gobierno recogen los huevos, limitando así el crecimiento poblacional, mientras que en otras han tomado otras medidas para tratar de controlar la población de las palomas, las cuales incluyen la eliminación de zonas de refugio y fuentes potenciales de alimento. Estas medidas también incluyen el uso de disuasivos –ruido, olor, visuales–, esterilizadores químicos, trampas y en casos extremos venenos.
Lo cierto es que, como sucede con todos los problemas públicos, la solución no se puede lograr sin una participación ciudadana informada, con la intervención comprometida de las autoridades de salud y el involucramiento de diferentes actores interesados en mitigar la expansión de la población de palomas en Tapachula a partir de una estrategia integral.