Por: Jesús Saldaña Ramírez (BUAP), Abraham Mena Farrera (Ecosur), Carlos Miranda (UNACH) Isaac Mena (El Pequeño Sol)
El 25 de noviembre, en el Centro de Convenciones Dr. Manuel Velasco Suárez, se cumplió por fin una cita largamente pendiente para la comunidad universitaria: el rector de la UNACH Oswaldo Chacón Rojas y todo su cuerpo directivo participaron por primera vez en un taller de masculinidades. Durante años, estudiantes de distintas licenciaturas habían lanzado la misma pregunta en cada conversatorio y jornada de género: “¿Y cuándo capacitan a directores y profesores?”. Este 25N, por fin, la respuesta llegó.
La sesión inició con un gesto simbólico pero potente: soltar la investidura. Carlos Miranda y Abraham Mena acompañaron al cuerpo directivo de la UNACH a caminar en silencio, respirar hondo e imaginaron la textura, el peso y las grietas de sus cargos. Luego “colgaron” esas investiduras en un perchero imaginario. Ese simple acto abrió un momento inusual en la vida institucional: por unos minutos, no había rector, secretarios ni directores; solo personas confrontando su forma de ejercer el poder.
Sobre el piso aparecieron tarjetas con conceptos asociados a liderazgos patriarcales: control, rigidez, misoginia, miedo, distancia emocional. Al detenerse frente a ellas, varios reconocieron prácticas cotidianas que reproducen desigualdades: decisiones verticales, silencios cómplices, exclusión sistemática de mujeres o presiones administrativas. Fue un espejo honesto y, para muchos, incómodo.
El panorama cambió cuando entraron en escena las tarjetas de liderazgos alternativos: cuidado, empatía, transparencia, escucha activa, colaboración. A través de ejercicios corporales —como el eco psicodramático y las dos estatuas que contrastaban autoridad hegemónica y autoridad transformadora— los participantes pudieron sentir en el cuerpo lo que implica sostener siempre la pose del que “no duda”: mandíbula rígida, voz dura, postura tensa. Varios admitieron que ese molde no solo genera violencia: también desgasta profundamente.
La dinámica final, entre la “silla del poder” y la “silla del cuidado”, permitió nombrar privilegios, responsabilidades, miedos y posibilidades. Desde la primera silla surgieron relatos de control y jerarquía; desde la segunda, palabras como igualdad, dignidad y escucha. Ese contraste hizo visible que transformar la universidad requiere más que normativas: exige voluntad, humildad y un liderazgo que ponga al centro el bienestar de la comunidad.
Este primer taller no cierra el tema, pero abre un precedente necesario. Más que una actividad conmemorativa, fue un mensaje claro para el estudiantado: ahora también quienes toman decisiones están dispuestos a revisarse, cuestionarse y cambiar. La transformación institucional empieza ahí: en la valentía de pasar del poder al cuidado.
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