Por Jesús Saldaña Ramírez, estudiante de la BUAP y Abraham Mena, investigador de Ecosur

Este 19 de noviembre, el auditorio del Centro Jaime Sabines dejó de ser un espacio solemne para convertirse en un espejo colectivo. En la charla “Hablemos de Masculinidades”, rompimos la cuarta pared para dialogar con hombres de diversas regiones de Chiapas sobre lo que callamos cotidianamente. Lo que inició con la reserva habitual, evolucionó hacia un intercambio honesto donde cuestionamos desde la interpelación que nos hace el feminismo hasta la responsabilidad de la anticoncepción masculina, demostrando que, aunque nos enseñaron a hablar solo de fútbol o dinero, la necesidad de repensar quiénes somos es urgente y compartida.

No hubo espacio para la autocomplacencia: confrontamos nuestros “silencios cómplices” ante la violencia —como el reciente acoso a la presidenta Sheinbaum— y admitimos cómo el mandato patriarcal nos enferma física y emocionalmente. Entre risas nerviosas que intentaban disfrazar el miedo al cáncer de próstata o al estrés, reconocimos que el viejo molde de masculinidad nos está costando la vida. El debate dejó claro que la resistencia a los nuevos modelos muchas veces nace del miedo a perder privilegios, pero también del temor a no saber cómo actuar fuera del guion violento con el que fuimos educados.

Al final, ante la petición de un asistente que buscaba “el secreto” o la “receta” para este cambio, la conclusión fue tajante: no hay manuales ni maestros. La transformación es un camino de aprendizaje constante que requiere mirarnos sin engaños y entender que la igualdad se construye tanto hacia adentro (en nuestras emociones) como hacia afuera (en nuestras acciones). Nos llevamos la tarea de que este diálogo no sea una efeméride anual, sino una práctica continua para heredar un mundo libre de violencia a las futuras generaciones.

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