Por María Cándida Flores Montes (UPN) Jesús Saldaña Ramírez (UBAP) Abraham Mena (Ecosur)
El 30 de octubre, en el marco del VIII Encuentro de Discusión y Análisis de Estrategias de Intervención a la Violencia por Motivos de Género en las Instituciones de Educación Superior (IES). Estrategias para despatriarcalizar y decolonizar a las IES. Una tarea pendiente de todas, todes y todos, se abrió en espacio central de la biblioteca de Ecosur el simposio sobre de la despatriarcalización en las IES y masculinidades.
Los asientos se dispusieron en círculo. No hubo mesa directiva, computadoras con presentaciones de power point, ponentes que toman el micrófono, ni asistentes que escuchaban en silencio. En su lugar, un grupo de académicos, estudiantes, activistas y personas trans compartieron historias, preguntas y emociones en torno a una consigna común: despatriarcalizar las instituciones de educación superior.
Así comenzó una de las mesas más intensas del Simposio de Masculinidades, coordinada por Abraham Mena, investigador del Grupo de Estudios de Género de El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur). La escena, sencilla pero simbólica, marcó un punto de partida: abandonar la lógica vertical de los congresos tradicionales para abrir un espacio donde la palabra circule en igualdad.
“Queríamos romper el cerco epistémico de autoridad y abrir el diálogo desde las experiencias vividas”,
Masculinidades en disputa: del privilegio al reconocimiento
La pregunta que guió la conversación fue tan provocadora como necesaria:
¿De qué manera la masculinidad hegemónica orienta a los hombres a ejercer violencias en las instituciones de educación superior (IES)?
Las respuestas vinieron de distintas geografías: Puebla, Colima, San Luis Potosí, Chapingo, Querétaro, Ciudad de México, Jalisco y Chiapas. Todas coincidieron en un punto: la universidad no es un espacio neutro, sino un escenario profundamente atravesado por jerarquías patriarcales, estructuras verticales y violencias que se normalizan bajo la figura del “prestigio académico”.
“La universidad no fue siempre para las mujeres”, recordó un participante citando la epistemología feminista. “El conocimiento ha sido construido históricamente desde cuerpos masculinos, por eso no podemos seguir pensando que es objetivo o neutral”.
Desde esa perspectiva, despatriarcalizar la universidad implica cuestionar las raíces mismas del conocimiento: quién lo produce, quién lo valida, quién lo enseña y a quién deja fuera. La crítica apuntó al androcentrismo de los planes de estudio, a la ausencia de autoras en los programas académicos y a la persistencia de culturas institucionales que privilegian la voz masculina.
La incomodidad como punto de partida
A lo largo del diálogo, los participantes reconocieron que romper con los privilegios no es un proceso cómodo, pero sí profundamente necesario.
“Aguantamos porque los privilegios son muchos”, confesó uno de ellos. “Pero necesitamos aprender a habitar la incomodidad productiva, esa que nos obliga a mirarnos críticamente y a cambiar”.
Desde el reconocimiento de esos privilegios, se abrió paso a nuevas formas de pensar las masculinidades no como identidades fijas, sino como posiciones sociales atravesadas por el poder. Se habló de la complicidad de los silencios, de la dificultad para cuestionar a profesores reconocidos por miedo o admiración, y del peso del “estatus” en la reproducción de la violencia.
Un politólogo lo resumió así:
“La masculinidad hegemónica no solo se trata de violencia física o sexual; también se expresa en quién tiene derecho a hablar, a definir lo que cuenta como saber, o a decidir sobre las trayectorias de otros. Por eso, despatriarcalizar también es descolonizar la autoridad”.
Nuevas formas de ser hombre: masculinidades vinculares
Entre las propuestas emergió un concepto que resonó con fuerza: las masculinidades vinculares, inspiradas en la antropóloga feminista Rita Segato.
Estas formas buscan reemplazar la competencia y el control por el cuidado y la empatía, reconociendo que los hombres también pueden —y deben— construir vínculos desde la ternura, la escucha y la corresponsabilidad.
“Hay que aprender a vivir de otra manera las emociones”, se escuchó decir. “No se trata de dejar de ser hombres, sino de aprender a serlo sin hacer daño, desde la relación con los otros”.
Las masculinidades vinculares, propusieron, no son un modelo cerrado ni una receta de comportamiento, sino un horizonte de transformación colectiva. Un proceso que pasa por la autocrítica, la educación afectiva y la intervención ética en los espacios cotidianos.
La fiesta también es política
Uno de los momentos más potentes del encuentro fue cuando se habló de las violencias que ocurren fuera del aula, especialmente durante las fiestas universitarias o las salidas de campo.
“Tenemos que educar a los hombres para el consentimiento activo”, señaló una académica de la UAM. “Bajo sustancias no hay consentimiento. No se trata solo de protocolos, sino de transformar la cultura del goce y la fiesta desde el cuidado”.
La conversación, que transitó entre la reflexión teórica y las vivencias personales, dejó claro que la despatriarcalización atraviesa todos los ámbitos de la vida universitaria: la investigación, la docencia, la convivencia y el placer. “La fiesta también es política”, se dijo, “porque ahí se reproduce —o se desafía— la violencia”.
Romper los pactos, construir otras alianzas
La sesión cerró con una denuncia pública de un caso de violencia sexual en una universidad rural, recordando que la palabra también es una forma de resistencia. Fue un cierre potente, atravesado por la solidaridad y la convicción de que callar sólo perpetúa el ciclo de impunidad.
Las y los participantes coincidieron en que la transformación debe ser colectiva: romper los pactos de silencio entre hombres, acompañar a las víctimas, cuestionar la autoridad cuando se convierte en abuso, y construir redes que cuiden.
“No basta con no ser violentos —dijo uno de los asistentes—. Si no hacemos nada frente a la violencia, seguimos siendo cómplices”.
La despatriarcalización como horizonte ético
Más que un concepto, la despatriarcalización se volvió una práctica en construcción, un horizonte que atraviesa la academia, la política y la vida cotidiana.
Despatriarcalizar la universidad, dijeron, no significa sólo “incluir” o “capacitar”, sino reaprender a pensar y a convivir desde el cuidado, la ética y la justicia.
El simposio cerró con una certeza compartida: el cambio no vendrá de arriba ni de un nuevo reglamento, sino de los cuerpos y las voces que se atreven a incomodar.
Como resumió Abraham Mena, entre aplausos y abrazos al final de la sesión:
“Despatriarcalizar no es un destino, es un camino que se construye en comunidad, con escucha, con afecto y con responsabilidad. Y ese camino, aunque largo, ya comenzó”.
Liga de la nota: https://www.chiapasparalelo.com/opinion/2025/11/el-patriarcado-en-cuatro-escenas/