Alejandro Espinoza Tenorio
aespinoza@ecosur.mx
Dora Elia Ramos Muñoz
dramos@ecosur.mx
*Alejandro Espinoza Tenorio y Dora E. Ramos
Cuando hablamos del aprovechamiento sostenible del mar, conviene dejar ir muchos de los referentes espaciales que aprendimos en tierra. En las aguas de los océanos, mares, bahías y lagunas, las tres dimensiones del espacio —frente, lado y (sobre todo) arriba— adquieren una significancia vital. Los sucesos ecológicos que acontecen en el agua dependen íntimamente de la capacidad que tiene este elemento de la naturaleza para conectar todo lo que está a su alrededor.
Esta tridimensionalidad tiene profundas implicaciones para el desarrollo de las actividades del ser humano, una de las más importantes es que el mar puede ser aprovechado al mismo tiempo de múltiples maneras. Éste es el caso de los recursos naturales de las costas de México, que se usan con fines turísticos, pesqueros, de conservación y para obtener hidrocarburos. Varias de estas actividades aprovechan incluso un mismo recurso, en algunos lugares hay conservación y turismo, en otras se protege o aprovecha un mismo paisaje marino e incluso existen casos en los que dos flotas pesqueras capturan las mismas especies. En el Golfo de México, especialmente las costas de Tabasco y Campeche son un ejemplo en el que coinciden dos fuentes de recursos elementales para el desarrollo del ser humano del siglo XXI: energía y alimento.
Los hidrocarburos y la pesca presentan una decreciente producción que agudiza la crisis económica en los estados costeros antes mencionados. Si bien ambas actividades enfrentan enormes retos compartidos, como la seguridad en el mar, el clima y el estado saludable de los ecosistemas, también presentan un entramado de historias de competencia-cooperación de las que se tiene que aprender mucho.
Los desafíos son tan complejos que cualquier ejercicio de planeación debe iniciar con los pies bien puestos en el mar. Por ello, un grupo de académicos de instituciones como ECOSUR, la Universidad Autónoma de Baja California, el Instituto Tecnológico Superior de Centla, la Universidad del Mar y la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, conformamos un equipo multidisciplinario para desarrollar el proyecto de investigación “Pesca y petróleo: línea base para el uso compartido de los espacios marinos en la costa de Tabasco”, con el cual buscamos incidir para que disminuyan las tensiones y conflictos entre ambos sectores y propiciar procesos de coordinación y consenso para la coexistencia de estas dos actividades a largo plazo.
No es un secreto que en todas las áreas marinas sujetas a la explotación de hidrocarburos es complicado el desarrollo de otras actividades. Su impacto por la exploración sísmica, la exclusión de zonas de pesca alrededor de las plataformas y tuberías, y la contaminación son algunas de las grandes preocupaciones de los pescadores en México y en el mundo, así que sobra decir que no es fácil alcanzar la convivencia de dos actividades que comparten el espacio marítimo.
Después de platicar con diversos actores, entre ellos, los pescadores, identificamos que, entre otros asuntos, las relaciones entre éstos y el personal asociado a la extracción de petróleo han sido tejidas a lo largo de décadas y oscilan entre la formalidad y la informalidad, así como entre el encuentro y el desencuentro.
En esta compleja red de gobernanza, con más 50 actores sociales, las “reglas del juego” son desiguales. Los pescadores, el sector más vulnerable, permanecen con un “sentimiento de abandono”, pues trabajan en un ambiente cada vez más inseguro y se sienten excluidos. Aunque cuentan con apoyos económicos para compensar los impactos de la industria petrolera, éstos son otorgados sin considerar su opinión, su vocación por el mar y sin visión de largo plazo.
Con el proyecto enfatizamos que para generar una disposición para acatar los acuerdos se debe incluir a todas las partes involucradas, desde los sectores de las industrias del petróleo y de la pesca hasta las autoridades en sus tres niveles de gobierno. Es crucial que participen los tomadores de decisiones del más alto nivel; entre ellos, las secretarías de estado, como la del Medio Ambiente y Marina. Por más intuitivo que parezca, las resoluciones que permitan la viabilidad de la coexistencia de ambas actividades empiezan por la voluntad y el compromiso de ambos sectores.
Es entonces cuando actores como la sociedad civil organizada y la academia pueden participar activamente y no sólo en casos de urgencia, como suele suceder. El rol de mediadores es vital pues aportan nuevas visiones y marcos de referencia a los diálogos en que se busca superar conflictos. Más allá de buscar participación social y de generar continuamente información oportuna, sociedad y academia pueden favorecer que las negociaciones ocurran en las mejores condiciones.
También se requiere generar planes de acción conjunta que incluyan metas a corto, mediano y largo plazo, así como estrategias para reunir y brindar información pertinente para la toma de decisiones y su transparencia. Intercambiar información es fundamental para desarrollar estrategias conjuntas de contingencia y actuar de manera oportuna ante los peores escenarios posibles como un gran derrame de petróleo y para el monitoreo permanente del impacto socioeconómico de la industria del petróleo en las comunidades locales.
La transparencia también es indispensable en los esquemas de compensaciones que surjan para atender los impactos sociales y ambientales que la industria del petróleo pueda ocasionar en las costas del país; al evitar situaciones de opacidad y apostar a valores en común se pueden superar las tensiones. Una muestra es que en el mar apoyar a quién está en problemas es una regla de oro, independientemente de su actividad, el mar es tan impredecible que un marino nunca sabe cuándo necesitará de alguien, por eso siempre hay que estar dispuesto a ayudar.
Si las condiciones están dadas, el uso de estos espacios para obtener alimento y energía puede apoyarse efectivamente en los instrumentos diseñados para regir esta coexistencia, como el Ordenamiento Ecológico Marino del Golfo de México, el cual busca propiciar el desarrollo sostenible de la región a través del uso más propicio (vocación) para cada ambiente marino, y los Comités Consultivos para el Manejo Pesquero, que son otro ejemplo de coordinación sectorial en los que mediante la participación activa de diferentes actores se toman decisiones conjuntas para el aprovechamiento, la gestión y la regulación de los recursos pesqueros, buscando tener un manejo responsable de las pesquerías.
Encontrar armonía entre la agenda energética y la alimenticia es un requerimiento de la sociedad moderna para conservar, usar y disfrutar de los servicios que provee el mar, de ella dependen múltiples empleos y, en gran parte, la conservación de los recursos marinos de esta parte de los mares mexicanos.
*Alejandro Espinoza Tenorio (aespinoza@www.ecosur.mx) y Dora E. Ramos Muñoz (dramos@www.ecosur.mx). Investigadores de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), Unidad Campeche y Unidad Villahermosa, respectivamente.
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