Sarai Miranda Juárez
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Sarai Miranda Juárez SECIHTI-ECOSUR, Sergio C. Gaxiola Robles Linares UAEME
La última década en México ha estado marcada por las crisis pandémica y post pandémica que impactaron en diferentes aspectos sociales. Las infancias no son la excepción. Las estadísticas oficiales muestras por ejemplo que hubo un aumento en la participación laboral de las niñas y los niños de 11.4% a 13.1%. Este aumento se dio a pesar de los programas nacionales de becas que proliferaron a partir de los gobiernos denominados de la 4T. Donde aproximadamente 30% de las niñas y los niños mexicanos recibieron becas para estudiar. Lamentablemente, estos esfuerzos gubernamentales no se han reflejado en una disminución de las niñas y las adolescentes de contextos rurales en las estadísticas del trabajo infantil.
Las niñas que habitan en las zonas rurales son quienes más han recibido becas para estudiar, 37% de ellas reportan recibir una beca o un apoyo del gobierno; sin embargo, engrosan las filas de las infancias que trabajan, pues para 2022 representaban 40% del total de las niñas que trabajaban en alguna actividad económica. Llama la atención que las niñas y las adolescentes que habitan las localidades rurales, de 2019 a
2022 aumentaron su participación laboral no solo en el mercado de trabajo tradicional si no también en el trabajo doméstico. Ellas dedican mucho más tiempo de su vida al cuidado de los demás y a las tareas domésticas en relación con las niñas de contextos urbanos.
Según los datos oficiales 43% de las niñas y las adolescentes que viven en localidades rurales realizan trabajo doméstico y de cuidados
frente a 39% de las niñas urbanas. En cuanto a la asistencia escolar también hay algunas diferencias 33% de las niñas de 5 a 17 años en contextos rurales no asisten a la escuela en tanto 20% de las que viven en contextos urbanos reportan estar fuera del sistema escolar. Es un rezago que sigue sin ser subsanado a pesar de las becas del gobierno. Un porcentaje importante de las niñas y las adolescentes rurales cargan con un mayor peso de los cuidados y las tareas domésticas y a parte no asisten a la escuela.
La brecha educativa entre lo urbano y lo rural se puede comprender gracias a las deficiencias en la cobertura educativa que prevalece históricamente en el país. Existen comunidades dispersas a las que no se les ha dotado de infraestructura educativa con lo que no hay programa de becas capaz de resarcir los rezagos educativos en las niñas y las adolescentes de las regiones más alejadas de las vías de comunicación y de los centros urbanos. Investigaciones de orden cualitativo dan cuenta de los impedimentos que enfrentan las niñas y las adolescentes para estudiar “mi papá no me dejaba ir a la escuela, está lejos, no hay nadie que me cuide en el camino”. (Miranda, S. (2022). Pagar los platos rotos. Violencias interseccionales contra niñas, niños y adolescentes trabajadores del hogar en Chiapas. ECOSUR.México.
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