Juan J. Schmitter-Soto, Departamento de Sistemática y Ecología Acuática
Nuestra Sociedad Científica Mexicana de Ecología ha crecido admirablemente desde su fundación. Sus congresos y sus publicaciones de divulgación con referente para todo interesado en ecología forestal, ecología urbana, etc. Sin embargo, desde el congreso de 2006 hasta el más reciente en Oaxaca, un sesgo notorio ha sido el descuidado de la ecología acuática. Abro mi libro de resúmenes, todavía impreso en papel, de aquellas primeras reuniones, y me cuesta trabajo encontrar algo sobre el tema; miro en la pantalla del programa de este año, y veo un par de simposios sobre ríos urbanos y sobre biomonitoreo con macroinvertebrados dulceacuícolas, pero, aún así, estimo que menos del 10% de las ponencias fueron sobre ecología acuática.
Esto es un contrasentido en un país con costas en dos océanos, con su mar exclusivo (el Golfo de California), con ríos tan caudalosos y biodiversos como el Grijalva-Usumacinta y el Balsas y con endemismos acuáticos tan notables como en Cuatro Ciénegas y Chichancanab. No sólo el Sur: “el agua también existe”, podríamos decir, parafraseando a Mario Benedetti.
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